El 1 de febrero de 1995, hace ahora treinta años, moría Jaume Perich. Tenía entonces 53 y le quedaba mucho campo por correr. Perich fue un dibujante de renombre en la España y la Cataluña de los 60, de los 70 y de los 80. El suyo era un humor comprometido, diáfano y sencillo. Como buen caricaturista, sabía captar en un recuadro de página la esencia de una idea, de una opinión o de una queja. Un chiste suyo equivalía a la editorial de un diario, lo que era muy importante en un contexto de dictadura y de censura, en el que no se podían decir las cosas explícitamente.
Sus viñetas eran simples, claras y blancas. A menudo representaba gatos, pues era un amante de este animal. Solía haber una o dos personas con el correspondiente «bocadillo» del cómic y algún elemento más que pudiera identificar el entorno: una farola si estaba en la vía pública, una máquina de escribir si estaba en una oficina, un árbol si estaba en la naturaleza, etc. A menudo sus personajes fumaban, imagen impensable hoy en día.
Sus aportaciones gráficas eran, afortunadamente, muy comprensibles. Era su voluntad llegar al lector de una manera rápida, directa y clara. No le hacían falta muchas palabras, con una frase corta, o dos, transmitía el mensaje que intentaba difundir. Daba por hecho que su público pisaba la calle y que sabía traducir los códigos del momento.
Si quería representar a un progresista –un «progre», en el argot popular de entonces–, lo imaginaba con barba. Ciertamente, muchos hombres de izquierdas de los años 70 se dejaban barba. Además, Jaume les añadía una bufanda, prenda que, efectivamente, los «jóvenes rojos» de entonces llevaban en otoño e invierno. Si quería plasmar a un obrero, le colocaba una herramienta en la mano.
Los representantes del «capitalismo» clásico llevaban un sombrero de copa alta en la cabeza, a los nostálgicos del régimen los vestía con corbata y les ponía un bigotito, y a la gente del clero le coronaba la testa con una mitra. Vaya, que en pocos segundos habías comprendido de qué nos quería hablar; y acto seguido, sonreías, claro, ni que fuera con la boca cerrada.
No se trata aquí de reflejar su dilatada carrera, ya hay otros lugares donde la podemos ampliar. Sólo mencionaremos su paso por diferentes periódicos como El Correo Catalán, La Vanguardia, Tele/eXpress o El Periódico. También fue relevante su trabajo en varias revistas: Hermano Lobo, Por favor, Muchas gracias, El Jueves, Interviú, etc. También fueron significativas sus secciones en televisiones, en especial en TV3, no como dibujante, obviamente, sino como conductor o invitado brillante, fino y divertido. Tanto sus agudos pensamientos como sus concisos chistes tuvieron forma de libro, en títulos como Perich Match, Los tres pies del gato, Desde la Perichferia, entre otros.
Finalmente, subrayar que muchas de sus ilustraciones podrían editarse en el presente sin perder un brillo de actualidad, pues, desgraciadamente, las guerras, la corrupción, la explotación del hombre por el hombre, el fundamentalismo religioso o la pobreza siguen siendo el pan nuestro de cada día. Para ver la vigencia de esto que acabamos de escribir, os aconsejamos que, si tenéis X (antes Twitter), sigáis el perfil @elgranPerich.