Lluís Llach hace el trabajo sucio de Carles Puigdemont contra ERC

Indignación de los republicanos por la intromisión del presidente de la ANC en los debates previos al congreso de su partido del 30 de noviembre

Los caminos de la política son insondables. Pero los de la política catalana son previsibles. O más que previsibles, para decirlo con más autoridad. En la política de Cataluña ha pasado lo que se preveía que pasaría: que la Assemblea Nacional Catalana (ANC), una entidad teóricamente apartidista, ha roto la neutralidad que se le exigía para irrumpir como un elefante en una alfarería en la precampaña interna de un partido político.

El desgraciado partido es ERC. Y el verdugo es Lluís Llach, presidente de la ANC, un saltimbanqui político que después de coquetear con la CUP ha pasado a defender enconadamente Carles Puigdemont y los suyos. En las últimas elecciones autonómicas pidió el voto por Carles Puigdemont, cabeza de lista de Junts per Catalunya (JxCat). A las europeas, pidió el voto por Toni Comín, de JxCat. Juró que no es de Junts, pero no hacía falta. La propaganda que le hace no la supera el militante más encarnizado. También es el protagonista de otro detalle que no se tiene que pasar por alto: hasta principios de este año, era miembro de la cúpula del Consell de la República, el chiringuito político que Puigdemont situó en Bruselas para eludir el control económico de la Administración española. Y como miembro del Consell de la República disfrutó del polémico crucero por el Mediterráneo junto a Toni Comín el verano del 2022, con los gastos cargados a las cuentas del Consell, una actitud que le valió ácidas críticas de algunos sectores soberanistas.

En los círculos políticos era vox populi que, desde el momento en que dejó su cargo en el Consell, Llach se preparaba para hacer el salto a la presidencia de la ANC, como parte de una estrategia para poner esta organización en manos de Puigdemont y utilizarla como ariete político. La plasmación que esto es así no ha tardado en llegar. Cinco meses después de ser elegido, Llach ha convertido ERC en la diana de todos sus dardos. Es más: solo tiene ojos para los republicanos y no desaprovecha momento para citarlos, siempre con connotaciones negativas. El máximo dirigente de la ANC es el representante de los nuevos almogávares, los mercenarios que trabajan por su cuenta para terceros. Y en estos momentos, todo apunta que trabajan para Waterloo. Y como que ERC molesta a Waterloo, los mercenarios no descansan ni en fin de semana para desgastar los de Oriol Junqueras y Marta Rovira.

La última diatriba de Llach ha estado en la Cadena SER, en el programa Aquí Catalunya. “El señor Junqueras ha sido el peor estratega de este país. No es una teorización, sino que es una práctica: fracaso trás fracaso hasta el desastre final que está pasando ahora, ¿no?”. Es el mismo razonamiento que el que expuso Jordi Turull hace solo unos días: la diferencia entre Junqueras y Puigdemont es que este último “no hace 13 años que lidera un partido ni viene de un ciclo de derrotas”.

Pero la verdadera puñalada de Llach a los republicanos fue meterse con las candidaturas que se presentan en su congreso del 30 de noviembre. Un proceso interno de ERC en el cual, en buena ley, no tendría que meterse ningún activista ajeno.

“Lo más curioso es que, en esta pelea, su oposición más fuerte [a la candidatura que encabeza Junqueras en este congreso] son precisamente los que aplicaban la mala estrategia. O sea que, realmente, yo me lo haría mirar. Tengo esperanza que la gente que está un poco limpia de culpa coja una dirección… Hay gente muy buena dentro de ERC. Los conozco bien. Ahora, yo creo que la dirección tiene que cambiar y, por lo tanto, desearía que las dos facciones [refiriéndose a la de Foc Nou, con Alfred Bosch, y Recuperam ERC, con el Col·lectiu Primer d’Octubre], mientras junqueristes y roviristes se pelean, se pongan de acuerdo y miren de ganar, y después aprovechen el buen material que tienen dentro, pero olvidándose de la estructura anterior de ERC. Esto son mis deseos personales”.

La lectura subliminal: Llach da el carné de buenos y malos patriotas. De buenos y malos catalanes. Un nuevo visionario. Un ex-cruzado de Cristo Rey dando lecciones de moralidad política. Un gurú de pies de barro. Una cosa impensable con la ANC de los años anteriores. “Lo que hace Llach es el trabajo sucio de Puigdemont. Lo que Junts calla por vergüenza o por prudencia, lo dice el esbirro Llach desde fuera del partido. Es una vergüenza. Llach se ha cargado la ANC y la credibilidad de la entidad. Tenemos constancia que ha habido un montón de bajas de la entidad desde el momento en que Llach cogió el timón”, ataca un dirigente republicano que todavía tiene responsabilidades en el partido. Y añade: “Tardà tenía razón cuando dijo que Llach desbarra mucho”.

A ERC han caído muy mal las palabras de Llach. Entre otras cosas, porque no dice nada de Junts, partido que está pasando una situación interna similar a la de ERC y con una presidenta condenada por corrupción. “Llach tendría que meterse en sus asuntos. Que ponga orden en su cas. Con esta intromisión en la campaña de ERC, ha hecho patente el motivo por el cual se había postulado a presidente de una entidad que, por su trayectoria, tendría que estar fuera de la órbita política. Ha provocado un agujero en la ANC y ha derrochado su credibilidad. Y, posiblemente, también ha hecho un mal irreparable al independentismo catalán en general”, aseguran desde el partido republicano.

Un alto dirigente habla incluso que “Llach parece tener una consigna: cargarse ERC, poner Esquerra entre las patas de los caballos, romper la campaña de cara en el congreso y debilitar al partido para provecho de Puigdemont”. Todo hace peste a Waterloo y a la calle Marina. Hay sectores independentistas que tienen un grave déficit democrático y de lealtad.

Se le ve el plumero

Los republicanos le ponen deberes al tótem de la Nova Cançó. Y le reprochan que no diga nada de las promesas incumplidas por Puigdemont ni de sus repetidos fracasos electorales. “Puigdemont nunca ha ganado unas elecciones. Todo lo que ha tocado se ha ido a pique: desde Convergència al PDECat, pasando por la Crida Nacional y después el Consell de la República. ¿Hay que recordarle al señor Llach que Puigdemont nunca ha cumplido ninguno de las promesas que ha hecho los últimos años? ¿Cuántas veces ha prometido volver? ¿Y no dice nada de la última, cuando dijo que se retiraría de la política si no era elegido presidente de la Generalitat? Y la performance del 8 de agosto ya es de juzgado de guardia. Mintió y dejó colgado a todo el mundo. Se rió de los suyos y de nosotros. Si quiere contar con nosotros, que venga, que comparezca como prometió y después hablaremos. Dar pábulo a un mentiroso te convierte en otro mentiroso. ERC, en cambio, ha estado siempre en primera línea y ha asumido las responsabilidades que le correspondían, no como otros”, se quejan en Esquerra.

A Llach se le ve el plumero juntaire. No lo puede evitar. Cuando abre la boca, suenan campanadas a discurso antirrepublicano y projuntaire. No mide del mismo modo Junqueras que Puigdemont. Para Llach, el líder de ERC tiene que desaparecer del mapa, pero cuando se le menciona Puigdemont, que también ha llevado su partido al desastre, su concepto cambia: “Puigdemont, yo diría que tiene una circunstancia muy especial, que es presidente en el exilio. Y mientras esto exista, nunca iré contra esta figura. Es mi presidente legítimo, porque considero que el 155 es la deslegitimación de la autonomía catalana”, se disculpaba en Catalunya Ràdio este mes de septiembre.

A esto se aferra ERC, aunque acusa que “Puigdemont no puede ser el presidente legítimo porque nunca fue elegido en las urnas”. Se presentó como cabeza de lista el 2017… y ganó Ciutadans con Inés Arrimadas como cabeza de lista; se presentó el 2021… y ganó Salvador Illa, con ERC en segunda posición y Junts en tercera; y se presentó en 2024 y volvió a ganar Salvador Illa. “¿Qué elecciones ha ganado Carles Puigdemont como cabeza de lista? Ninguna. ¿Y por qué Llach dice que es su presidente legítimo si no es por una cuestión de vasallaje político, de poner la ANC al servicio de Junts?”, atizan desde el partido republicano.

La operación de asalto a la ANC adquiere ahora más sentido: hace unos meses, Junts pasaba por sus horas más bajas (las encuestas vaticinaban un batacazo en las autonómicas, que después no fue tal, puesto que recuperaron tres escaños y 114.000 votos) y necesitaba un instrumento que le apoyara socialmente. El mejor instrumento es la ANC, la grande movilizadora de gente en la calle. Hay otras razones también profundas, como el hecho que las arcas del Consell de la República están bajo mínimos y se necesita una estructura saneada económicamente para promover movilizaciones y poder acometer grandes campañas de imagen. El vínculo entre Llach y Puigdemont, sin embargo, despierta recelos en muchos segmentos del soberanismo. Algo se cuece en las cocinas de la ANC y de Junts. Y no es nada bueno para el independentismo. Los rumores que Llach llegaba para convertirse en un lacayo fiel de Puigdemont parecen corroborados, a la vista de la deriva ideológica de Llach y de la ANC en su conjunto.

Con la irrupción de Llach en la campaña de ERC, Puigdemont se frota las manos desde Waterloo. Su peón ha cumplido y ha contribuido al desgaste de la imagen y la credibilidad de su ancestral enemigo Oriol Junqueras. ¿Lluís Llach ha hecho el trabajo sucio al adalid de Junto, como dicen a ERC? Esta es la impresión. El expresidente expatriado ha conseguido que el debate sobre la nueva cúpula de ERC salga del legítimo círculo del partido republicano y coja sentido en otros segmentos del independentismo. Todo con la colaboración desleal de Lluís Llach, una actitud cualificada de barroera por los republicanos, que tardarán a perdonar sus rivales políticos. La lucha cainita del independentismo catalán tiene ahora otro protagonista de altura: Llach ha conseguido clavar, a traición, una puñalada en el corazón de ERC.

Puedes leer el artículo entero en el número 1594 de la edición en papel de EL TRIANGLE.

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