Recomendado por una buena amiga, me leo estos días de recogimiento cristiano en los que, recordémoslo, se conmemora la pasión de Cristo —del Domingo de Ramos hasta el de Resurrección, pasando por la última cena, el viacrucis y la muerte—, Los hombres me explican cosas, un libro recopilatorio de artículos de la activista, historiadora y escritora norteamericana, Rebecca Solnit. En él, entre otras historias, el anfitrión fachenda de una fiesta a la que asiste la escritora le recomienda un libro que ha escrito ella misma, cosa que el hombre ignora; el individuo no escucha y hace el ridículo cuando se constata que no ha leído nada de lo que recomienda, más allá de una reseña. O sea, muchos hombres, sepan o no de qué hablan, quieren explicar cosas a las mujeres; de ahí nace el nombre del libro, Los hombres me explican cosas. Cien por cien recomendable.
Haciendo un ejercicio de empatía, me imagino a la escritora sufriendo en la proximidad, ella es de Bridgeport (Connecticut), los despropósitos del presidente norteamericano, Donald Trump, que no es precisamente un ejemplo de virtudes, podría encarnar a la perfección la figura del anfitrión. La autora ha publicado diferentes libros y artículos sobre medio ambiente, arte, política e historia cultural y ha trabajado a fondo en campañas diversas a favor de los derechos humanos, en especial contra la violencia de género y para detener el cambio climático. Luchas y valores alejados del presidente anaranjado, más obstinado en sus quehaceres arancelarios. Sin ir más lejos, Trump firmó el otro día un decreto en el que aumenta la presión de las duchas para poder cuidar sus «preciosos cabellos». Poco que añadir.
Así, en vísperas de Sant Jordi —parafraseando al poeta Joan Maragall, la fiesta de los libros y las rosas es la mejor de las fiestas que se hacen y se deshacen—, Los hombres me explican cosas es una buena elección para la lectura. También espero, con ganas, poder clavarle los ojos al último libro de Javier Cercas, El loco de Dios en el fin del mundo, donde el extremeño, ateo y anticlerical confeso, explica cómo el Vaticano le abrió las puertas de par en par para poder preguntar al papa Francisco sobre la vida eterna. Una mezcla, la escritura hábil de Cercas, el papa Francisco y la vida eterna, muy interesante.
Como decía el poeta Miquel Martí i Pol: En abril, si cada gota vale mil, cada rosa vale diez mil y cada libro cien milS.