Un billete de avión para Sílvia Orriols

Que Sílvia Orriols utilice simbología nazi ya no me extraña. Ella dice que no es de extrema derecha, no, que solo lo vemos algunos de nosotros. Ella es coherente, solo faltaría. La foto con el billete de avión no tiene desperdicio. Dice que quieren muchos para “deportar a inmigrantes ilegales y delincuentes que ponen en riesgo nuestra seguridad y convivencia”. Pero la realidad es otra, puesto que denuncia una “invasión orquestada” de inmigrantes y se queja de que en zonas de Vic, Manlleu, Olot o Manresa, más del 50% de los nacimientos corresponden a progenitores extranjeros, muchos de ellos marroquíes. Silvia teme que perpetúen sus costumbres y, consecuentemente, “contribuyan a la residualización de nuestra identidad”.

Yo creo, Silvia, que como hijo de murcianos llegados a Catalunya a finales de la década de los cincuenta del siglo pasado tengo mucho que decir. En primer lugar, porque sufrí el desprecio de aquella burguesía que se fijaba en el color de la piel, en los apellidos y en la lengua materna, como tú haces con los ciudadanos de Ripoll. Nada ha cambiado. Esa idea de la raza, tan arraigada en las mentes y en la sangre de muchos catalanes, sigue viva. Y, claro, ahora llegan personas más oscuras de piel y cuyo idioma ya no se parece tanto al catalán; además, profesan una religión distinta. Al fin y al cabo, los murcianos, los extremeños y los andaluces que vinieron a trabajar eran católicos en gran parte y aunque no frecuentaban las mismas iglesias que vosotros, al menos no tenían cosas raras como el Ramadán o la Fiesta del Cordero. Incluso celebraban la Semana Santa y el Domingo de Ramos. En cambio, estos que vienen, madre mía, ¡ya no respetan ni a la Moreneta!

A mí no me engañas, Silvia. No quieres echar a los delincuentes, sino a todo el mundo que no sea tan blanco como tú; de hecho, siento mucha pena por ti. No te imaginas lo que te pierdes. Ya sé que no te interesa nada de otras culturas que no sean la tuya, pero esta gente que desprecias tiene una gastronomía muy interesante, más allá de tés y pasteles. Sí, ya sé que tú eres más de ratafía por lo de nuestros valores. Pero no sé, yo siempre he pensado que hay que tener la mente abierta, que podemos aprender de todos y que solo así podemos conseguir que los que vienen de fuera puedan integrarse. ¡Ah, ya sé, Silvia! Tú lo que no quieres es que lo hagan, porque suena mal que un catalán se llame Mohamed o Fatema. Era ese el tema. Da igual si habla catalán, el tema es el nombre y que sean musulmanes. Que sean protestantes o testigos de Jehová poco importa, ¿no?

Personas como tú, con corazón de piedra, sin corazón, mejor dicho, no entran en mi mundo, las desprecio, las olvido, las aparto de mi vida, no solo por el mal que hacen, sino porque yo voy en una dirección contraria, la de la humanidad, la que tú, está claro, no tienes. Imagino que te importa una mierda si una familia llega a Ripoll y no tiene dónde alojarse, ni nada que llevarse a la boca. Mirar hacia otro lado es tu solución. Ya no quiero pensar cuando ves las masacres de niños y niñas en Gaza. No importa, son delincuentes en ciernes. Es necesario matarlos antes. ¿Es así, Silvia?

Yo te pago un billete de avión a Senegal, a Gaza, a Sudán. Tú eliges. Únicamente de ida, para que te quedes para siempre, porque molestas, Silvia, porque no eres digna de vivir en mi tierra, en la Catalunya diversa, plural e integradora que hemos conseguido crear, porque formas parte de la misma estirpe que nos ha robado, que, bajo la falacia de un solo pueblo, intentan destruir la convivencia. Y esto no podemos permitirlo. Por lo menos yo. Tus discursos no dan miedo, la verdad. Hay monstruos que no dan miedo, dan asco, que es muy diferente. Por eso, no entiendo cómo los miembros del Parlamento de Catalunya no se van al bar cuando tú hablas, o al váter, a vomitar.

Como hijo de murcianos, ya lo he dicho, me he integrado en Catalunya como he querido, aprendiendo la lengua, convirtiéndome incluso en profesor de catalán, bilingüe total. No cuentes conmigo para evitar que otros lo hagan libremente como deseen. No cuentes conmigo para destruir a Catalunya. Nunca. No pasarás.

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