La participación social del Barça de Laporta alcanza mínimos nunca vistos

Con la guerra abierta en el Palau entre los grupos de animación y la directiva por la creciente inseguridad en las gradas y el clientelismo, los socios ya han desaparecido prácticamente de todos los ámbitos donde antes tenían representación y protagonismo

Partit Barça-Zalgiris de l'Eurolliga al Palau - Foto: FC Barcelona

El panorama de las relaciones entre la directiva de Joan Laporta y los sectores más activos o representativos del barcelonismo ha llegado a un extremo de desencanto, tensión y conflicto sin precedentes en la historia del club. En el último partido de la Euroliga disputado en el Palau Blaugrana, los grupos de animación más representativos e implicados con las secciones, Dracs i Sang Culé, decidieron abandonar las gradas en señal de protesta por una nueva situación de riesgo e inseguridad ante la presencia de centenares de aficionados del equipo visitante, el Zalgiris, una vez más como resultado de la libre venta de localidades permitida por la junta pese a la normativa que estrictamente la prohíbe y limita a un cupo regulado, controlado y acotado.

La reiteración de esta práctica clientelista por la desesperación por los ingresos, los recortes crecientes en las áreas polideportivas y la oportunidad de un dinero fácil como el de las aficiones visitantes ha colmado el vaso de la tolerancia de la afición del Palau y ha provocado una fisura de extrema gravedad y de consecuencias imprevisibles si el directivo responsable de la sección, Josep Cubells, no es capaz de reconducir una situación nunca antes vivida, de desprecio, abandono y pasotismo de la junta con respecto al sector más identificado y leal con los equipos del Palau, por donde Laporta no se deja ver desde hace meses para evitar ser abucheado.

A esta ruptura de la semana pasada hay que añadir el cierre definitivo de la grada de animación del primer equipo decretado, como es sabido, tras la amenaza de clausurarla si sus miembros no pagaban una deuda de 21.000 euros en multas cuya autoría hasta la fecha la junta no ha podido acreditar ante los grupos que la integraban. La directiva ya ha resuelto su desaparición definitiva en el antiguo formato, pseudoautogestionada, y la sustitución por un espacio controlado por la directiva con integrantes cuidadosamente seleccionados e instruidos para cantar y gritar las proclamas guionizadas desde la junta. Los socios anteriormente pertenecientes a la grada de animación, o lo que quedaba de la original tras el exilio en el Lluís Companys, donde Laporta promovió sucesivas reducciones antes de liquidarla, han iniciado acciones administrativas preliminares para su reubicación futura en el Spotify y, si fuera necesario, emprender acciones legales tras ser expulsados de Montjuic, conscientes de que la verdadera razón de su expulsión tiene el origen único en los gritos contra el palco en protesta y reivindicación de los derechos sociales suprimidos y pisoteados por Laporta.

Este mismo proceso de exterminio por la vía de la coacción y el autoritarismo lo ha sufrido la confederación mundial de peñas que en 2021 agrupaba como organismo autónomo a más 140.000 peñistas del FC Barcelona y que hoy ha sido reducida a la nada prácticamente, maniatada y silenciada por las acciones represivas emprendidas desde la junta de Laporta y por su propia inhibición e incomprensible camino de autodestrucción. Laporta, que ya había acabado su primer mandato en pie de guerra contra las peñas, las embaucó y las engañó en la campaña electoral, a base de pedirles perdón por su actuación en el pasado y de prometer, incluso, firmar un documento comprometiéndose a cumplir y respetar el convenio vigente, para expulsar a la confederación, cortar el acuerdo y expulsar físicamente a toda la organización de peñas en cuanto ganó las elecciones.

El desgarrador escenario de la degradación social del Barça de Laporta lo completa el atropello de los derechos de reunión, participación, opinión, interpelación, votación, fiscalización e información. Se visualiza claramente en las asambleas telemáticas y la opacidad creciente de los contratos y operaciones de riesgo y de ingresos anticipados que la directiva de Laporta sigue firmando sin dar explicaciones ni justificar ante los socios, amparándose en cláusulas de confidencialidad, que en realidad son la excusa para seguir escondiendo negocios y actuaciones cada vez más sospechosas de encubrir intereses y oportunidades de negocio que no siempre parecen coincidir con las prioridades del FC Barcelona.

En el exilio a Montjuic, el fenómeno del clientelismo, acaparando las mejores localidades para turistas y visitantes y haciéndole la vida imposible a los socios abonados, ya es un hecho consumado y se diría que resignadamente aceptado.

El camino hacia un Barça cada vez más deshumanizado y no participado por sus propietarios, los socios, ya es una desbocada carrera cuesta abajo liderada por Laporta, de momento sin que la oposición y los propios socios sean capaces de frenarla.

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