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Laporta va camino de acumular un año de retraso en el regreso al Spotify

Les obres del nou Camp Nou - Foto: FC Barcelona

Tampoco ha tenido apenas recorrido mediático una noticia que podría suponer otro terrible impacto negativo en la cuenta de resultados del Barça de Joan Laporta, si se acaba confirmando que el Spotify no empezaría a prestar servicio hasta noviembre este año, circunstancia que retrasaría la posibilidad de ampliar mínimamente los ingresos de día de partido a partir de agosto, como estaba más o menos previsto. Esta parecía ser la fecha más consensuada como resultado del conjunto de las informaciones que, siendo solventes, aventuraban como más probable empezar la temporada 2025-26 de vuelta a Les Corts. Nada que ver con la versión embustera y frívola de la junta, especialmente la de su incompetente vicepresidenta institucional, Elena Fort, que en el último encuentro con los socios de hace apenas unas semanas seguía apostando por acabar la temporada en el remodelado estadio con 65.000 espectadores.

El nuevo giro de los acontecimientos lo ha anunciado la televisión municipal de Barcelona, Betevé, citando fuentes de proveedores de servicios del Barça en los partidos que han recibido desde el club un aviso, una especie de prealerta, para que estén en condiciones de seguir operando normalmente en Montjuic hasta noviembre de este año, fecha en la que se produciría ya la reapertura condicional de parte de las gradas (primera y segunda) y el traslado definitivamente.

La directiva no ha salido a desmentir la información por razones obvias, ya que la comunicación oficial se ha hecho masivamente para coordinar esa eventualidad a decenas de proveedores afectados por este retraso que, de consumarse, situaría el regreso del primer equipo y de los socios a su casa un año más tarde de lo previsto, en cualquier caso, sin que Laporta tenga la menor intención de reclamar a Limak por el incumplimiento en los plazos de entrega de la obra.

Fue el presidente quien aseguró que, según lo firmado, la constructora turca debía afrontar un millón de penalización por cada día de retraso y la práctica totalidad de la prensa la que se lo creyó, igual ingenua e incauta que al dar por bueno el relato con el que se justificó haber resuelto la licitación a favor de Limak en su momento, asegurando que Limak “aseguraba terminar las obras a tiempo y a un coste inferior”. Embustes que completó, cuando los expertos consideraron temeraria y falsa esa bravata, con el cuento del millón por día si le fallaban los cálculos.

Laporta no podía decir a los socios otra cosa distinta de la promesa y el acuerdo alcanzado con Goldman Sachs para la instrumentación de un préstamo cuyos primeros plazos de devolución están ya a la vuelta de la esquina, y aún más cerca el pago de los intereses derivados de la cadencia concedida hasta que la explotación alcance los niveles previstos. El pago de esos intereses está previsto dentro de la financiación, al menos en gran parte. La que depende de la gestión de la junta de Laporta no será posible, en ningún caso, cumplirla sin establecer una renegociación de los términos con los inversores que, lógicamente, empeorarán las condiciones impuestas al Barça y reducirán a cero ese margen de maniobra de mayores ingresos que debía ser la consecuencia directa de la ampliación y reforma realizadas. Una situación que probablemente se prolongue hasta el año 2050 y más allá.

Cada día sin poder recaudar lo previsto en el plan de financiación no lo pagará Limak, sino el Barça, probablemente durante décadas, una vez que Laporta haya concluido su mandato dejando tras de sí una deuda colosal vinculada al Espai Barça, sobre todo porque los 1.500 millones prestados solo alcanzan para las obras de un estadio sustancialmente de peor calidad, acabados y materiales en relación con el proyecto original, que también resultaba más económico e incluía el nuevo Palau Blaugrana y el Campus Barça.

Además de este contratiempo multicausal, pues Limak contaba desde el principio con poder esclavizar a los trabajadores como en su país -por eso le cuesta más dinero en nóminas de lo que había calculado-, los horarios están limitados para hacer las obras compatibles con el descanso de los vecinos y se han producido incidencias en los suministros, y también se ha aplazado la instalación de la cubierta hasta 2026 en una operación que requiere la ausencia de competición y que también paraliza en un amplio porcentaje el ritmo de los trabajos.

Aun así, la prensa laportista se empeña en seguir dándole credibilidad a las fechas de reapertura que recurrentemente propaga la directiva y en seguir confundiendo, no se sabe si conscientemente o por ignorancia, cada avance en las obras con un adelanto de la construcción sobre el plazo de entrega. Es decir, el aspecto del estadio cobra cada día un perfil más próximo al final, pero ese progreso sigue con una demora evidente con relación a las fechas previstas para su uso y explotación.

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