Causa extrañeza y asombro escuchar de boca de la vicepresidenta del FC Barcelona, Elena Fort, que «la grada de animación estaba muy cerrada. Debemos democratizarla y escuchar a los más jóvenes», argumentando que anteriormente no se había tenido en cuenta la opinión de los socios entre 18 y 30 años y que este colectivo había «trasladado su inquietud por no haber podido acceder a la grada de animación».
Es lo que se ha atrevido a decir esta semana en Barça One, el canal del Barça teledirigido y manipulado por la directiva que, por cierto, ya ha dejado de emitir incluso el Aló presidente de Joan Laporta porque ya no quiere ni necesita y además juzga anticuado eso de dar explicaciones a los socios.
El término «democratizar» suena efectivamente a burla y cachondeo con relación a los socios en un contexto de discurso y actuación fascistoide, represivo y retorcido por su parte, que además propone ahora un proceso de diálogo, transparencia y cocreación con los socios que quieran formar parte del nuevo espai d’animació que se pondrá en marcha coincidiendo con la vuelta al Spotify.
Lo afirma quien le ha negado precisamente a los socios de Almogàvers, Nostra Ensenya, Front 532 y Supporters Barça, los grupos que han alimentado históricamente la grada de animación desde su puesta en marcha, una reunión para abordar esa presunta causa del cierre de la grada de animación basándose en el impago de las multas exigidas por la directiva, que aún no ha sido capaz de aportar pruebas ni indicios de ese mal comportamiento más allá de no haber tolerado algunas proclamas contra la junta de Laporta por su talante totalitario y su gestión desastrosa.
Los gritos de «¡Barça sí, Laporta no!» han sido la única causa real por la que Laporta, cabreado, intolerante y vengativo, ha decidido unilateralmente cerrarla y emplear la fuerza de su seguridad personal y la de los Mossos para acallar cualquier voz disidente en el Lluís Companys.
Elena Fort se ha callado en Barça One que, desde el club, aunque los socios podían rellenar un formulario para participar en el proceso de promoción de ese nuevo espacio, se han articulado los mecanismos necesarios para impedir que ninguno de los antiguos miembros de la grada de animación pudiera estar implicado en una iniciativa que de todas formas solo estará abierta a socios, o no, seleccionados a través de las redes propias del nepotismo, el amiguismo y de los privilegios del imperio laportista.
La vicepresidenta institucional de la junta de Laporta ocupa también la presidencia de la comisión de ética y transparencia del FC Barcelona que, si se ha distinguido por algo, además de por vaguear olímpicamente, es por validar, tanto por acción como por omisión, el periodo de la historia del FC Barcelona más oscuro de aplicación de políticas antisociales y de la supresión y anulación sistemática de los derechos más elementales democráticos y estatutarios, empezando por la eliminación de las asambleas presenciales y de los artículos de control económico, y por la vulneración e incumplimiento de los acuerdos asamblearios.
No hace falta decir, además, que la comisión de ética y transparencia, por su parte, además de comulgar con las actuaciones de la Gestapo laportista, se dedica a tirar a la papelera cualquier queja o escrito de los socios que reclame ingenuamente ética y transparencia, así como a engañar a los socios cada vez que interviene en cualquiera de los frentes en los que actúa como portavoz, sea para mentir sobre cuándo se reabrirá el estadio o para hacer ver que lidera una reforma de los estatutos desde hace tres años y que todo el mundo sabe que nunca verá la luz si no es para endurecer y reducir los derechos de los socios. Le sobran motivos para dimitir por falta de ética, de transparencia y de talante democrático.