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Europa entre Trump y Putin, con los ultras dentro de casa

Xavier Rius Sant

Periodista freelance i escriptor català, especialitzat en temàtiques de drets humans, conflictes internacionals, món àrab, immigració, ultradreta i terrorisme.
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Ni Keir Starmer es Churchill, ni Emmanuel Macron es De Gaulle. Pero los jefes de gobierno del Reino Unido y Francia, los dos únicos de Europa que tienen el arma nuclear y asiento permanente y derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, sin imaginarlo hace unos meses, ni habérselo propuesto, se encuentran en una encrucijada de la historia de Europa en un momento en que el viejo continente ha sido abandonado por Estados Unidos y que Vladimir Putin se siente más fuerte que nunca. Un presidente ruso crecido, tras la humillación a la que Donald Trump sometió el pasado 28 de febrero a Volodimir Zelenski.

Trump de momento no es Adolf Hitler, pero como Hitler no sabe empatizar con el dolor de los demás ni le importan las consecuencias que pueden tener sus políticas en el resto del mundo. Y aunque Trump no sea Hitler, éste ganó democráticamente las elecciones en 1932 y 1933 haciéndose legítimamente con la Cancillería del Reich, nueve años después de fracasar su intento de golpe de estado, el Putsch de Munich, por el que estuvo unos años encarcelado. Y una vez en el poder impuso una dictadura que ya sabemos cómo acabó. Trump en el país que se consideraba la democracia más antigua y consolidada del mundo, donde había presidentes como Nixon que tuvieron que dimitir sencillamente por haber mentido, tras negar la legitimidad a la victoria de Joe Biden en noviembre de 2020 e incitar en enero de 2021 al asalto del Capitolio en el que hubo policías muertos y se quería linchar al propio vicepresidente Mike Pence, no fue condenado ni inhabilitado y el pasado mes de noviembre ganó las elecciones.

Europa piensa que si Putin se siente fuerte militarmente podría ir más allá de Ucrania en las regiones que ya controla, no para intentar de nuevo ocupar Kíiv, sino para ampliarlas y a la vez anexionarse la Transnítria moldava, y quizás abrirse camino desde Bielorrusia por el llamado corredor de Suwalki por territorio de Polonia o Lituania hasta el enclave portuario ruso de Kaliningrado, fronterizo con la ciudad polaca de Gdansk. Como Trump quiere volver a hacer Rusia Grande a costa de Ucrania. Nombre, Ucrania, que en ruso significa tierra de la frontera, tierra de los confines. Unos confines que quiere recuperar.

Resulta paradójico que uno de los estados que debería dar protección nuclear a la Unión Europea es el Reino Unido de Keir Stramer, que intenta poner orden en el caótico Brexit provocado por un populismo lleno de mentiras similar al que propaga Trump. Como vimos de nuevo el viernes pasado con la reunión de jefes de estado o de gobierno de la Unión Europea, está haciendo piña con países de la OTAN que no pertenecen a la Unión como el Reino Unido, Islandia, Noruega y Turquía que fueron invitados telemáticamente para, juntos, afrontar el doble desafío de Putin y Trump. Y se propone un fuerte incremento del gasto militar y un ir juntos en política exterior. Pero más allá de las discrepancias que pueda haber con Turquía que, a pesar de ser miembro de la OTAN juega también con otras cartas y en otros escenarios, se pide un incremento del gasto militar, producción de armas y mejora de la capacidad tecnológica propia, no sólo para seguir ayudando a Ucrania, sino para poder defenderse de las amenazas de Putin que no quiere una Ucrania integrada en la Unión Europea, ni asociada o defendida por la OTAN, ni tampoco con tropas europeas desplegadas en una línea de armisticio si se llega a un acuerdo de fin de las hostilidades.

Con Giorgia Meloni descolocada por el giro de los acontecimientos, ya que ella siempre ha apoyado a Ucrania, nos encontramos con que los tres pilares de la defensa de Europa son Francia con un Macron que hace tres meses se le consideraba un líder acorralado por Marine Le Pen y la Francia Insubmisa, Alemania con el gobierno aún no formado de conservadores y socialdemócratas de Friedrich Merz, y el Reino Unido de Starmer, que no pertenece a la Unión. Una Unión donde la ultraderecha tiene más fuerza que nunca con 188 eurodiputados en el Parlamento Europeo divididos en tres grupos y alguno no adscrito. Una ultraderecha que no es homogénea, y mientras parece evidente que Alternativa por Alemania tomará partido por Putin y Trump, no sabemos todavía cómo se posicionará Marine Le Pen.

Churchill y De Gaulle resistieron a Hitler con la ayuda de los Estados Unidos de Roosevelt y aliándose con Stalin. Pero ahora Rusia y los Estados Unidos no están con nosotros. La cuestión no es sólo sostener o dejar caer a Ucrania, aunque Europa no tiene suficientes armas para evitar que desde hace unos meses Putin gane más territorio. Forzar a Zelenski a firmar un armisticio deshonroso podría animar a Putin a repetir la jugada en Moldavia y el corredor de Suwalki ocupando territorio de un estado de la Unión. Y dejando de lado qué hará Le Pen, en España no sabemos cómo gestionará el PP de Núñez Feijóo sus relaciones con Vox que juega descaradamente a favor de Putin y Trump. Y es que mientras en Austria, Alemania o Francia los conservadores tienen claro que no se debe gobernar con la ultraderecha, el PP sigue necesitando y dejándose querer por Vox. Pero claro, el PP español todavía no ha dejado atrás su actitud indulgente hacia el franquismo, porque Franco a diferencia de Hitler y Mussolini, no era tan malo y quizá hizo cosas buenas.

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