Periodista, doctora en Antropología por la UB y articulista en distintos medios. Forma parte del consejo editorial de Zona de Estrategia. Ha participado en numerosas obras colectivas sobre feminismos y clase, y el tratamiento de las cuestiones de género en las nuevas extremas derechas. Ahora publica Las fronteras de la salud. La tuberculosis, la desigualdad y las metáforas (Tigre de Paper, catalán / Editorial Bellaterra, castellano).
¿Dónde están las fronteras de la salud? ¿Tuberculosis, desigualdad, metáforas…?
La tuberculosis es una enfermedad curable, pero mueren un millón de personas al año en el mundo. La pregunta que nos plantea esto es: «¿En qué mundo vivimos para que algo así pase? Tiene que ver, claro está, con las fronteras físicas: migraciones y condiciones de vida que implican explotación laboral, empobrecimiento de países por la división internacional del trabajo, pobreza, desigualdad… Es decir, con las condiciones de vida, que son las que hacen que se desarrolle la enfermedad.
¿La tuberculosis, pues, como baremo significativo de las situaciones en las que viven muchas personas?
La tuberculosis es la segunda enfermedad que causa más muertes, después del sida. Pone de manifiesto cómo los poderes administran la vida hoy. En las monarquías absolutas el soberano podía decidir sobre la vida de las personas. Ahora se deja caer a las personas que no cuentan, no interesan, sobran… Este poder de gestionar la vida se llama necropolítica. Algo que tiene que ver con los poderes políticos, y también con lo económico. Con cómo está configurada nuestra sociedad, en términos de reparto. Las consideradas poblaciones excedentarias también son potencialmente explotables. Por ejemplo, se puede necesitar su trabajo en el campo, quizás coyunturalmente… Viven de cualquier manera; sin agua, higiene…, no tienen acceso a la salud. El covid hizo salir a la luz algunas de estas situaciones, que se mantienen ocultas.
¿Qué hacen las grandes instituciones mundiales, como la OMS, ante este problema?
Hay programas de la OMS directamente enfocados a la erradicación de la tuberculosis que solo desarrollan el 10% de las personas portadoras. Esto pasa porque tienen las defensas comprometidas. Es decir, porque tienen otra enfermedad o condiciones de vida muy duras. Para hacerle frente, desde luego, hay que pensar en un cambio de sistema, de la manera en la que funciona el mundo, porque es aquí donde se encuentra la raíz del problema, Se debería, en fin, acabar con el capitalismo para eliminar la tuberculosis. Y eso no está en manos de la Organización Mundial de la Salud.
¿Interviene de alguna manera en la cuestión el ámbito privado, el filántrocapìtalismo, estilo Bill Gates?
El problema de la filantropía es que muchas veces está acompañada de una serie de contrapartidas, que deben aportarse desde los países del que la recibe. Contrapartidas que, como sabemos muy bien por las políticas del Banco Mundial, consisten en liberalizaciones, que en muchos casos acaban generando mucho más sufrimiento. Expropiación de recursos, apoderarse de tierras… Un extractivismo de los recursos naturales a cambio de unas migajas.
¿Por qué después de la guerra del 36 hubo tanta tuberculosis en España?
Por las mismas razones que ahora hay tanta en Haití. La enfermedad tiene que ver con la mala alimentación, con el cansancio por trabajos extenuantes, hacinamiento y condiciones de las viviendas, falta de atención sanitaria… Incluso la depresión, según explica un médico de Barcelona, que habla del «síndrome de Ulises», que afecta a muchos emigrantes cuando salen de sus países y llegan a otros con condiciones muy duras. En España la tuberculosis nunca ha sido erradicada. Se fue atenuando al compás del desarrollo y la mejora de las condiciones de vida, especialmente de la alimentación. Algo que también tiene que ver con los medicamentos que se desarrollan a partir de los años 50. También se avanzó en el seguimiento de los tratamientos, el aislamiento de los afectados…
De tanto en tanto, aparecen noticias informando de rebrotes de la tuberculosis. ¿Vuelve, claro, porque las condiciones, el caldo de cultivo, vuelven a ser propicias?
El problema está ahora en la tentación de asociar la tuberculosis a los inmigrantes, como si fueran ellos los que la traen. La tuberculosis, como otras enfermedades, tampoco entiende mecánicamente de clases sociales. Se desarrolla con las malas condiciones de vida, lo cual no es propio de la inmigración. Aunque sí que es verdad que los inmigrantes pueden vivir peor. En el Romanticismo, la tuberculosis fue una enfermedad muy extendida. Hubo un momento en el que se idealizó, asociándola con una vida más intensa, la creatividad, la palidez, la belleza, la espiritualidad…
¿Cómo es, a grandes rasgos, el mapa de la tuberculosis en el mundo?
La tuberculosis tiene más incidencia en África, en varios países asiáticos y en algunos lugares de Latinoamérica. Si los medicamentos contra la tuberculosis son bastante baratos de fabricar (aunque deben tomarse durante periodos relativamente largos), el hecho de que siga perviviendo en muchos países es consecuencia en muchos casos de la inexistencia de sistemas sanitarios. Cosa heredada, a su vez, del colonialismo, y que sigue reproduciéndose con el neocolonialismo. El bienestar europeo también es consecuencia de haberse beneficiado de estos países. Así es la matemática cruel del estado de las cosas en el que nos encontramos.
La tuberculosis es una enfermedad que podríamos denominar global. ¿Tu libro pone el foco en algún punto determinado?
La investigación, que forma parte de un proyecto apadrinado por el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), y la fundación del Hospital Germans Trias i Pujol, está localizada en el Raval de Barcelona. A partir del barrio se explica lo que pasa en el mundo. Han colaborado personas de Brasil, Colombia, americanas de origen etíope…
Objetivamente, más allá de cualquier instrumentalización política o ideológica, ¿las migraciones son quizás una de las vías más propicias a la incubación y la propagación de la tuberculosis?
Haciendo el trabajo, una de las opiniones que más me impactaron fue la de un médico que decía que para mucha gente curarse de una enfermedad, potencialmente mortal, no es una prioridad. Las migraciones tienen que ver mucho con eso. Si no puedes parar de trabajar, si tienes que mandar dinero porque de eso depende la supervivencia de tu familia en otro país, o si te echarán de tu casa, de tu hogar precario, porque tienes una enfermedad…, pues lo que haces es ocultarlo. Desplazarse a lo largo de meses y años, atravesando desiertos, sin comida, amontonados… Evidentemente, todo esto tiene mucho que ver con la tuberculosis y otras enfermedades infecciosas.
El género, la edad…, son factores determinantes en la tuberculosis.
Es frecuente. Si en determinados lugares la desigualdad de género propicia condiciones de vida peores, claro está, la enfermedad acaba teniendo más incidencia en las personas desfavorecidas, generalmente mujeres. Pero al ser una enfermedad infectocontagiosa, la cogen igual hombres y mujeres.
¿Cómo se trata esto de la tuberculosis en las instituciones? ¿También como una cuestión de estadísticas, controles…?
Yo lo relacionaría con las emergencias de la extrema derecha. De alguna manera, cuando hablamos de ella lo hacemos en referencia a una cuestión de gestión en las democracias liberales. Pero si se profundiza, se ve que estas democracias, que llamamos Occidente, han puesto las bases del neofascismo. Las metáforas sobre la enfermedad (son un virus, invasión enjambre…) están muy vinculadas a las extremas derechas. La asistencia sanitaria, que en España no es universal desde 2012, también es un factor que puede contribuir a la falta de seguimiento y tratamiento de la enfermedad. Además, muchas personas no van a la Seguridad Social porque creen que puede ser una vía de control de su vida.
¿España es una originalidad en el problema?
Esto ocurre no sólo en España, sino en otros países de nuestro entorno, como en el Reino Unido, donde las normas de acceso al sistema sanitario aún son más estrictas. Desde Cataluña es interesante el caso del Raval. Con el descubrimiento de la microbioología, la segunda mitad del XIX, se pensaba que eran los lugares los que hacían enfermar a la gente. Se hablaba de los miasmos. Así, con el movimiento moderno, para sanear el barrio se pretendía derribar casas. En el libro se intenta explicar que, más que de un planteamiento que llega de arriba, la mejora de las condiciones de vida ha tenido más que ver con las luchas obreras. Pero hoy en los barrios altos de Barcelona la esperanza de vida es de 12 años más que en el Raval.