Guerra a las pajitas ‘liberales’

Desde que Donald Trump recuperó las llaves de la Casa Blanca que la humanidad no gana por disgustos. Sus ideas, de bombero —por estrafolarias, no por ingeniosas—, obligan a los mortales a pellizcarse constantemente para discernir si es o no una pesadilla. Nos despertamos expectantes —allí son seis horas menos—, pensando qué habrá hecho el bueno —entiéndase la ironía— de Trump, y no falla nunca, siempre tiene una bomba a mano. Lo más curioso del caso es que no hace nada que no hubiera anunciado antes, pero nos sorprende igualmente que lo haga, que no fuera una fanfarronada; nos choca a nosotros, que vivimos en otro huso horario, pero y también a muchos de sus votantes, que en ningún caso pensaron que se atreviera a tanto. Cada vez somos más quienes pensamos que el hombre anaranjado está como un capazo de gatos.

Sus disparates arrancan justo el día en que asumió el cargo, cuando revocó 90 órdenes ejecutivas de su predecesor, Joe Biden, tratando de borrar su rastro. Y, desde entonces, ha firmado decenas de decretos que han acabado con muchas de las iniciativas llevadas a cabo por el demócrata en los últimos cuatro años; entre ellas, destacan políticas en materia de seguridad nacional, inmigración, diversidad, economía… A Trump le gusta más deshacer que hacer, y destruir el legado de Biden se ha convertido en una fijación para él.

Entre otras obsesiones, Trump, con el objetivo de detener la inmigración ilegal y llevar a cabo el programa de deportación más grande en la historia estadounidense, ha declarado la emergencia nacional en la frontera con México. Y con esta idea ha autorizado batidas, arrestos y deportaciones. Ha puesto fin al programa de refugiados y ha habilitado Guantánamo para retener hasta 30.000 inmigrantes irregulares. Entre las órdenes ejecutivas más controvertidas del mandatario, destaca también la eliminación del derecho de ciudadanía por nacimiento para los hijos de inmigrantes irregulares.

En otro orden de absurdidades, Trump indultó a los más de 1.500 encausados por el asalto al Capitolio. Por otro lado, con su amigo Elon Musk, y con la excusa de adelgazar la administración norteamericana, ha iniciado una purga del funcionariado menos trumpista. Tampoco han faltado medidas contra el colectivo LGTBI; el republicano ha firmado una orden en la que se establece que el Gobierno federal solo reconoce dos géneros: femenino y masculino. También ha firmado la retirada de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la del Acuerdo de París.

Entre las medidas más controvertidas en el ámbito internacional, están la implementación de aranceles a los productos procedentes de México, Canadá y China, y las amenazas a la Unión Europea. También se ha sacado de la manga el pomposo anuncio de lo que él mismo ha llamado como «la Riviera de Oriente Medio», que no es otra cosa que convertir la Franja de Gaza en un resorte, expulsando del lugar a su población.

Y, como no hay rival pequeño, Trump también ha anunciado una guerra contra las pajitas de papel, ingenio que él mismo tilda de «liberal». Con este objetivo, el lunes firmó una orden ejecutiva para poner fin a la compra y el uso «forzado» de las pajitas de papel en los edificios federales. La medida revierte la orden firmada en 2024 por Biden para eliminar gradualmente plásticos de un solo uso. Así, Trump anunciaba en X (antes Twitter): «¡Volvemos al plástico!», y, como en el resto de astracanadas, se quedaba tan ancho.

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