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La nueva tercera grada del Spotify nace con la polémica sobre su éxito

Joan Laporta, a les obres del nou Camp Nou - Foto: FC Barcelona

Habría que preguntarle al jefe de operaciones del Espai Barça, Joan Sentelles, si su abono en la antigua versión del Spotify correspondía a una localidad de la tercera grada o la zona de la tribuna principal. Lo más probable es que, dando por hecho que es socio del Barça desde hace muchos años y abonado de calidad, de los beneficiados por su buena relación con Joan Laporta desde los tiempos en los que ya sirvió al club en los asuntos presidenciales de Uzbekistán, nunca se le haya visto por la tercera grada que construyó Josep Lluís Núñez y que fue derribada sin honores en los preparativos de la reforma que él personalmente dirige.

Repetidamente, Laporta y su capataz para la reforma actual del Spotify habían considerado la tercera grada como un elemento infumable por su arquitectura deficiente y porque los propios socios del club nunca se sintieron cómodos en un espacio muy elevado y demasiado alejado del terreno de juego y, en consecuencia, con la visibilidad afectada por ambas circunstancias, además de que los accesos nunca fueron eficientes porque la estructura respondía al diseño original de 1957, que ya preveía un tercer anillo.

La prueba de esta poca empatía social con la tercera grada antigua es que los abonados venían renovándose cada dos o tres temporadas, pues además de los inconvenientes y las incomodidades, la plena exposición a las inclemencias meteorológicas invitaba a no seguir pagando un asiento de tercera categoría. La mayoría se lamentaba de la lejanía con el terreno de juego como principal excusa para no continuar.

La nueva tercera grada, por decisión expresa del presidente Joan Laporta, se levantará ahora por encima del doble anillo de zonas VIP sobre la segunda grada, el equivalente a más de dos pisos, empezando diez metros por encima de la anterior. Es decir que a ese alejamiento que ya suponía un elemento distorsionador y un freno para cualquier espectador hay que añadirle esos diez metros adicionales, todo un mundo a esas alturas, y debido a la inclinación, bastante más distancia visual.

Del mismo modo, quienes ahora sufrirán las consecuencias de esa visibilidad tan remota de la que se quejaban los abonados de las localidades más económicas del estadio serán los clientes que ya se han asegurado pagar fortunas por disfrutar de esas zonas VIP, que hay que agradecer exclusivamente al ingenio de Laporta. El proyecto original preveía las zonas VIP exactamente por debajo de la segunda grada en un anillo alrededor del estadio ganado a esas localidades del sótano de la primera grada, una distancia excelente y la altura ideal desde la que vivir y sentir toda la emoción del juego con la mejor perspectiva, ligeramente por debajo de la línea del palco presidencial.

A Laporta, en cambio, le pareció que en esa ubicación era limitado el número de salas VIP, que se podían construir muchas más a partir del final de la segunda grada como finalmente será cuando Limak acabe algún día las obras.

Habrá que ver si los espectadores VIP, o sea los del ático, y los de la tercera grada nueva, los del sobreático, una vez hayan tenido la oportunidad de asistir a un partido del Barça casi desde un plano cenital comparten el entusiasmo del jefe el proyecto, Joan Sentelles, sobre esa futura experiencia. «La tercera grada será la joya de la corona, el mejor espacio para ver los partidos por diferentes razones: se construye sobre un edificio nuevo, con asientos más espaciosos que en la primera y la segunda, más accesos y ascensores, pasillos más anchos y mejor repartidos y con mejor visibilidad».

Cuando se le objeta, como en la sesión informativa de esta semana con los socios, que los antecedentes y la previsión de que precisamente la visibilidad empeore apuntan a lo contrario, Sentelles afirma que «yo particularmente prefiero ver el partido desde arriba, con una perspectiva más estratégica que desde abajo, donde se escucha el sonido del balón, pero la visibilidad del juego no es tan clara».

No sería, desde luego, la opinión de los miles y miles de aficionados que tras haber pasado por la tercera grada anterior que, aun siendo más próxima que la futura, bastante más, ya declinaban mayoritariamente mantener el abono.

Sí es cierto, como relata Joan Sentelles, que habrá ascensores supersónicos, restauración de lujo, personal simpatiquísimo, acabados magníficos y que tanto las bocas como los pasillos serán reglamentariamente anchos, como esos asientos que también podrán acoger espectadores sin las apreturas de antes, por la sencilla razón de que las sucesivas directivas fueron estrechando el ancho de las sillas hasta la indecencia.

Y desde luego que la nueva cubierta procurará protección contra la lluvia y la insolación a quienes estrenen esas flamantes localidades, eso sí, a cambio de un incremento sustancial e histórico de los abonos que por ahora la directiva no se atreve ni a admitir, refiriéndose a una regularización con la boca pequeña que, se calcula, acabará triplicando los precios.

La clave será comprobar si a cambio de las nuevas tarifas, que a los socios de toda la vida les parecerán escandalosas de momento, comprarán el relato de Sentelles en el sentido de que la nueva tercera grada será de verdad la joya de la corona con la mejor visibilidad del mundo mundial. O si, por el contrario, las alturas producen vértigo, la directiva ha de regalarle prismáticos a los nuevos clientes y los bolsillos no están para pagar mucho más que antes por observar con más claridad el juego táctico a costa de no ver el balón. La polémica la ha desatado el propio Joan Sentelles siendo demasiado osado a la hora de calificar la tercera grada como la joya de la corona.

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