Hace días que algunos medios han informado de un cambio constructivo en la fase final del Spotify que afecta a la compleja maniobra de colocación de la cubierta, inicialmente programada para este verano con la finalidad de que en el momento de la reapertura, en algún momento de este año, ya pudiera proporcionar la protección contra la lluvia y el sol a los aficionados. Al tratarse de una cubierta sostenida por cables, que a su vez sostendrá una membrana -y no, como recogía el proyecto original, sobre la propia estructura del nuevo estadio-, la ejecución requiere suspender las obras exteriores durante unos meses. La consecuencia será que el aforo y el uso completos de las instalaciones se retrasará hasta otoño de 2026 si es que no se producen nuevas incidencias.
La directiva de Joan Laporta, como siempre, ha reaccionado a esta serie de noticias no negando esta circunstancia, aunque reafirmándose en que se cumplirá la entrega de la obra terminada en verano del año que viene. O sea, la misma estrategia de confusión y embustes que desde el mismo momento de la adjudicación de las obras a Limak, «porque era la única que se comprometía a cumplir los plazos de ejecución y a un menor coste que las demás», ha marcado el relato comunicativo del club.
De nuevo, la vicepresidenta Elena Fort, especializada en construir una mentira detrás de otra sobre la evolución de las obras y sobre las continuas incidencias que las complican, volvió a reunir a un grupo de socios esta semana en una de esas sesiones informativas para justificar, en el colmo del cinismo y de la desvergüenza por su parte, «que hemos sido demasiados transparentes en todo este tema», con relación a los continuos incumplimientos y retrasos sobre las fechas anunciadas por la junta.
Fort añadió a su histórico de falsedades y absurdos desafíos una frase que, por sí misma, la descalifica como directiva y representante electa de los socios, y que en circunstancias normales debería hacerla meditar sobre su continuidad en la junta: «Jugaremos en el Camp Nou esta temporada, otra cosa es que esto convenga al Barça».
En los diferentes medios que recogieron esta absurda e incongruente afirmación no llega a esclarecerse su verdadera intención, ni tampoco si al final será posible, como filtra la directiva sin dar la cara de verdad, disputar los dos (o tres) partidos de mayo que siguen en el aire a la espera de que el Ayuntamiento de Barcelona responda a la petición del Barça de extender un mes más el alquiler sobre el Lluís Companys.
La falta de seriedad alcanza proporciones inenarrables a estas alturas de un interminable y patético juego de fechas, anuncios, promesas y compromisos del cual la única responsable es la propia directiva con tejemanejes que, si se analizan bien, no son del todo tan ingenuos ni culpa de imponderables tan imprevistos.
No hace falta retrotraerse mucho en el tiempo para denunciar la última tontería de Elena Fort en diciembre pasado, asegurando que aún se podría reabrir el estadio antes de fin de año. Tenía una explicación: seguir embaucando a LaLiga con un plan de ingresos que, a partir de enero, contemplaba el retorno al Spotify y suprimir el coste del elevado alquiler de Montjuic.
Como no ha sido así, la directiva ha intentado compensarlo con una variedad de trucos para que los pocos abonados leales a Montjuic estén pagando este nuevo retraso con extensiones precipitadas y confusas de los pases de temporada, comparativamente más caras que los del curso pasado a causa de ir a salto de mata y sin cerrar del todo la vuelta esa hipotética y tan lejana, por no decir imposible, vuelta a Les Corts. Fue el falso cebo utilizado desde el primer día para incrementar los abonados de la actual temporada con la promesa de que ellos serían los primeros en conseguir un abono para el estreno provisional del Spotify aún en obras. Sorprendentemente, a esta reunión última promovida desde la junta respondieron unos 400 socios mayoritariamente ingenuos que por alguna extraña razón se siguen creyendo las patrañas de Elena Fort y digiriendo sin acabar en urgencias ese tipo de reflexión desconcertante sobre si vale la pena volver ahora al estadio, aunque se abran las puertas de par en par. Alucinante.
También están en juego los plazos de retorno del crédito, que contemplan penalizaciones financieras contra el FC Barcelona si la explotación del estadio al cien por cien no arranca en la fecha prevista de mediados de 2026, y no, contra lo que Laporta había manifestado públicamente, en perjuicio de Limak, que no pagará las consecuencias de ese retraso, que ya se da por seguro según fuentes fiables de la propia dirección de obra por más que lo niegue Elena Fort.
Se requieren, según esas mismas fuentes, cuatro meses de paralización casi completa de las obras para la instalación de esa cubierta de segunda división que, desde luego, no convertirá el Spotify en el mejor estadio del mundo, ni mucho menos. Un delicado proceso para el que está previsto -porque debe instalarse en verano sí o sí- solicitar a LaLiga y la RFEF que el Barça dispute los primeros partidos de la temporada fuera de casa antes de poder terminarla sin riesgo. Los mejores cálculos pronostican, por tanto, un regreso al cien por cien de la capacidad del aforo en otoño de 2026.
Naturalmente, la directiva desmintió ese retraso asegurando que el estadio estará del todo operativo en verano de 2026. Lo proclama la misma directiva que es plenamente consciente de que con el préstamo concedido no alcanza para el nuevo Palau y que, no hace ni dos meses, también aseguro, por boca de Josep Cubells, responsable de la sección de baloncesto, que la primera piedra del nuevo Palau se colocaría este mes de febrero. Es verdad que no precisó en qué planeta.
Los chistes de la junta de Laporta sobre el Espai Barça hace tiempo que han dejado de tener gracia.