El modelo Laporta de gestión y dirección del FC Barcelona evoluciona tristemente hacia un presidencialismo despojado de cualquier atractivo y funcionalidad que no sea el de un agudo y demostrado totalitarismo, una organización en la que Joan Laporta se ha convertido en el único referente y autoridad de gobierno. El resto de la estructura ejecutiva y directiva lo integran piezas menores, sumisas y de un perfil que no solo es cada vez más bajo, sino que en determinados ámbitos ni siquiera existen. Básicamente, porque no han podido sobrevivir al canibalismo y sentido dictatorial de Laporta, incompatible con las decisiones colegiadas y aún menos con una apropiada delegación de funciones en las diferentes áreas. Laporta es hoy el centro de todo y al mismo tiempo la referencia de nada en el día a día de un club en el que la única prioridad son los intereses personales, cada vez más en un sentido más privado y menos corporativo, del presidente.
El resultado es un organigrama en el que han desaparecido los responsables de las dos áreas más sensibles y necesitadas del Barça, la económico-financiera y la del Espai Barça, proyecto que por su dimensión y trascendencia supera en volumen de negocio y deuda la propia gestión ordinaria del FC Barcelona.
Son 3.000 millones lo que está en juego en la reforma del estadio y su entorno, el triple del presupuesto anual del club, bajo la responsabilidad y criterio de un ejecutivo que, según consta en su currículo, solo era el jefe de compras cuando se inició la segunda presidencia de Laporta y que, de hecho, lo sigue siendo según el organigrama por más que se le haya añadido en su tarjeta comercial «… y Espai Barça» como una actividad supletoria de sus funciones.
Dentro de ese organigrama oficial que contempla más de una veintena de funciones específicas, la gigantesca obra del Espai Barça, el mayor desafío patrimonial, económico y financiero de la historia del FC Barcelona, queda reducido a una adenda de las atribuciones del jefe de compras, que igualmente ya es más de lo que le preocupa a Laporta la dinámica interna en materia de gestión económica, de la que no existe ninguna referencia precisa.
Hubo un tiempo, aunque breve, en el que figuró en ese mismo organigrama un CEO, Ferran Reverter, dos cargos ejecutivos dependientes, una vicepresidencia económica, un directivo al mando del Espai Barça, incluso una comisión directiva externa a modo de asesoría y apoyo, y un alto ejecutivo responsable directo de un departamento exclusivo para el Espai Barça.
Hoy ya no queda ni rastro de esa organización, todo pasa por la mesa de un presidente al que, como es lógico, se le pasan las fechas de los cobros del Espai Barça, que nunca sabe el fair play financiero del que dispone el club, que ya no es capaz de aventurar cuándo se podrá reabrir el estadio, que se le olvidó inscribir a tiempo a Dani Olmo y que, por supuesto, tampoco está por la transparencia ni el cumplimiento de los derechos democráticos y estatutarios de los socios.
La gobernanza azulgrana se ha convertido en un circo de tres pistas donde puede darse el caso, como hace solamente dos semanas, que el presidente estuviera medrando para jugar el próximo clásico de Liga en Arabia Saudí porque también se le había pasado ampliar el contrato de alquiler del Lluís Companys hasta final de temporada.
La improvisación, la desidia y el despiporre están garantizados en una entidad privada en la actualidad de los más elementales cargos y funciones ejecutivas, empresariales y absolutamente imprescindibles, que tampoco han sido suplidos por la directiva. Más bien al contrario: las sonadas dimisiones de los vicepresidentes de economía y de marketing y del vocal del Espai Barça, Eduard Romeu, Juli Guiu y Jordi Llauradó, no solo no han sido reemplazadas, sino declaradas desiertas, tanto como lo están en la práctica las vicepresidencias deportiva (Rafael Yuste), social (Antonio Escudero) e institucional (Elena Fort), relegadas a un papel decorativo.
La soledad de Laporta en el timón no se debe a una vocación heroica ni es por falta de candidatos, de aspirantes ni de profesionales solventes. Es la consecuencia de dimisiones y abandonos de quienes han sido testigos y cómplices -hasta que han dicho basta- de tantas actuaciones y decisiones inconfesables. Solo se han quedado en cubierta los mediocres que a cambio de mirar hacia otro lado y hacer de palmeros incondicionales de la presidencia han convertido esa subordinación en su modus vivendi dentro del barcelonismo.
En otras directivas anteriores, incluso con Laporta en la presidencia, el organigrama contemplaba las figuras de un CEO o director general y las de responsables de gerencia, operaciones y finanzas, además de la custodia de altos cargos directivos especializados y de prestigio por la exigencia asociada a la categoría de un club como el Barça.
La desatención del negocio alcanza proporciones inadmisibles como en el caso del fallido y tramposo desarrollo de Barça Vision, sustentado en su momento en la venta accionarial del 49% de Barça Studios. En esa área concreta figura como vacante la dirección de Barça Studios, confirmando la propia actitud de resignación de Laporta ante la imposibilidad de darle una utilidad productiva. En cuanto a Barça Vision, la marca que debía convertirse en «la madre de todas las palancas» según Xavier Sala-i-Martín, fue transferida a Bryan Bachner, quien a su vez ya era el responsable bicéfalo y a la vez ausente de las oficinas comerciales del FC Barcelona en Nueva York y Hong Kong, de las que no consta el menor hálito de vida, actividad, productividad o beneficio desde que Laporta es, de nuevo, presidente.
En el currículo de Bryan Bachner figura, como el principal mérito por el cual fue reclutado por Laporta para el staff ejecutivo azulgrana, la dirección del BIT Football Club, el equipo de la segunda división de China propiedad de CSSB Limited, la sociedad directamente vinculada a la desaparición del Reus y origen de las multi demandas por estafa que persiguen a Joan Oliver, Joan Laporta y otros del mismo clan relacionado con el escándalo que condujo a la liquidación y muerte social y deportiva del histórico club catalán.
Contra la sensación generalizada de que el Barça es un club descontrolado, hay cabos de la organización interna del laportismo, de ese lado oscuro y tan inaccesible, que parecen, en cambio, atados y bien atados, como el bienestar de Bryan Bachner, remunerado por tres conceptos como empleado de alta dirección del Barça. Otros profesionales como Jordi Roura o Aureli Altimira, que no enterraron a ningún equipo, sino que descubrieron y formaron a la nueva generación de oro del Barça liderada por Lamine Yamal, fueron despedidos nada más llegar Laporta a la presidencia hace cuatro años.