Cataluña necesita energía

El futuro será eléctrico o no será. Las grandes tendencias industriales mundiales -sustitución de los vehículos de combustión fósil por eléctricos y la necesidad de grandes centros de datos para procesar la ingente demanda de la inteligencia artificial, entre otras- así lo determinan.

Si queremos que Cataluña continúe creciendo y prosperando, es imprescindible que el incremento de la generación de electricidad sea una prioridad absoluta del Gobierno de Salvador Illa. No podemos estar esperando que la energía de fusión nuclear -la solución científica más plausible y definitiva para obtener electricidad abundante, limpia y barata- se haga realidad algún día indeterminado y, en todo caso, todavía lejano.

En la localidad de Caradache, en la Provenza, se está construyendo, desde el año 2006, la central de fusión nuclear más potente del mundo: el proyecto ITER, en el cual participan la Unión Europea y seis de las principales economías mundiales. Una parte de este colosal reto científico se desarrolla también en Barcelona, donde está la sede administrativa del ITER.

¿Y mientras tanto? Mientras tanto, hay que activar y aprovechar sin más dilación los grandes recursos que Cataluña tiene al alcance para la producción de energía eléctrica y que despreciamos de manera absolutamente incomprensible: el Sol, el viento, la conversión de las centrales hidroeléctricas en reversibles, la geotermia, la valorización energética de los residuos agrícolas, ganaderos, industriales y urbanos… Sabiendo, además, que los tres reactores nucleares de fisión que tenemos en Ascó y Vandellòs, y que nos proporcionan el 60% de la electricidad que consumimos, tendrán que parar su actividad, más temprano que tarde.

Yo comprendo que la falta de vivienda accesible es la primera preocupación del Gobierno de la Generalitat, de acuerdo con la gran alarma social existente. Pero, en paralelo, también lo tiene que ser el enorme retraso que acumulamos en el desarrollo de un parque eléctrico de energías renovables que no solo nos garantice el autoabastecimiento, sino que pueda dar respuesta a la enorme demanda que requiere la nueva economía industrial.

Tenemos grandes cerebros en las universidades catalanas, tenemos excelentes ingenierías, tenemos una empresa pública -L’Energètica- con un competente equipo directivo y tenemos, sobre todo, la extraordinaria capacidad de inventar y de innovar que hemos demostrado secularmente los catalanes. Naturgy, la gran empresa energética española -hasta ahora, especializada en gas- está participada por Criteria, entidad de ADN catalán, y podría aportar su músculo financiero y tecnológico.

¿Por qué no movilizamos y alineamos todo este gran talento acumulado, pero disperso, en el objetivo común de generar kilovatios para devenir un referente europeo de electrificación intensiva? El presidente Salvador Illa ha demostrado una contrastada capacidad de liderazgo estratégico y puede ser el catalizador de este esfuerzo colectivo para convertir Cataluña en un gran polo energético con capacidad de atracción industrial.

Desde los tiempos de la Canadiense, en Cataluña arrastramos una cruz con la electricidad. La planificación y las inversiones siempre nos han venido de fuera, en función de unos intereses que nos han sido siempre ajenos, como en el caso de las centrales nucleares. Las alianzas y las operaciones corporativas de las últimas décadas han hecho que, en la actualidad, Endesa -heredera de las antiguas FECSA, HECSA y Enher- sea quien corta el bacalao aquí, tanto en la producción como en la distribución de energía eléctrica.

Pero Endesa tiene un problema de raíz: después del boicot activo del PP a su compra por parte de Gas Natural (Naturgy) –“antes alemana que catalana”, llegó a decir Esperanza Aguirre– acabó en manos de Enel, que es una empresa italiana participada y controlada por el Gobierno de Giorgia Meloni, uno de los máximos exponentes de la extrema-derecha europea. ¿Cómo puede ser que un sector vital como es el de la electricidad esté en Cataluña teledirigido desde Roma y con la ultra Giorgia Meloni condicionando sus decisiones?

Desde una visión geopolítica, Cataluña se ha convertido en el bastión y la referencia de la socialdemocracia europea y mundial. No solo porque Salvador Illa gobierna la Generalitat en representación del PSC. Otras relevantes instituciones del país (Ayuntamiento de Barcelona, Área Metropolitana de Barcelona, Diputación de Barcelona…), además de los principales ayuntamientos, con la excepción de Badalona, también tienen gobiernos socialistas.

Somos el baluarte de las ideas y las políticas progresistas en una Europa dominada por la derecha y con la amenaza de la ultraderecha y del trumpismo a las puertas. No hay ningún otro lugar en la geografía continental como Cataluña donde la izquierda democrática sea ampliamente hegemónica y, si no lo estropeamos, todo indica que continuará siéndolo en los próximos años.

La isla catalana progresista es, a la vez, el principal núcleo de resistencia de las viejas y bellas utopías que nunca mueren y el faro que puede y tiene que iluminar a una Europa perdida en las tinieblas. Por eso, es muy importante que, además de hacerlo bien, nuestros gobernantes desplieguen con ambición nuevas maneras de hacer en sectores estratégicos, como por ejemplo, el energético.

Hay un factor nada despreciable que tenemos que tener en cuenta. La política autoritaria, xenófoba y represiva del presidente Donald Trump provocará, entre otras consecuencias, una fuga de “cerebros” de Estados Unidos que rechazan esta manera de hacer y que se encuentran incómodos en su país. ¿Por qué no les ofrecemos Cataluña como tierra de acogida, donde puedan desarrollar en libertad todas sus capacidades intelectuales y científicas?

Para eso, hace falta que encuentren aquí un clima académico y empresarial que les ayude en el aterrizaje y en la progresión de sus carreras. Cataluña, si lo sabemos hacer bien, se puede convertir en el refugio de mentes brillantes de Estados Unidos que, sin duda, contribuirían a nuestra prosperidad colectiva.

No olvidemos que fue un ingeniero norteamericano, Frederick Stark Pearson, connotado masón, el artífice de la electrificación de Cataluña, con la construcción de los embalses de los Pirineos, a comienzos del siglo XX, a través de la empresa la Canadiense. Hoy, estos embalses, en manos de Endesa, pueden ser la gran solución para la reelectrificación que necesita el país.

Se trata de convertirlos en centrales hidroeléctricas reversibles. Es decir, que el agua que cae para turbinar y producir electricidad vuelva a ser bombeada al embalse, creando un ciclo cerrado. Pero Endesa, que está en falso con las concesiones hidroeléctricas, nunca acometerá esta inversión.

Y es aquí donde el presidente Salvador Illa tiene que hacer valer su poder ante Madrid: consiguiendo el rescate de las concesiones caducadas e impulsando las nuevas centrales reversibles. Con este sistema de ciclo cerrado de agua, según un estudio del Colegio de Ingenieros, Cataluña garantizaría con creces su soberanía energética, sin necesidad de las nucleares.

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