Marc Ciria sigue queriendo ser más laportista que su alternativa electoral

En el paroxismo de su confusa línea crítica, ahora afirma que la reformulación de las cuentas de 2010 con Rosell fue "dudosa, para inculpar a la junta saliente" -obviando que una sentencia firme respaldó los resultados del auditor- para compensar y disimular las atrocidades financieras de Laporta

Marc Ciria

Cuesta identificar el tipo de precandidato a la presidencia del FC Barcelona en el que quiere convertirse Marc Ciria, quien indudablemente intenta obtener el mejor partido posible de su limitada dimensión mediática dentro del barcelonismo en beneficio de su rol y carrera profesional como financiero.

El suyo, sin embargo, es un fuego apagándose poco a poco en esa tierra de nadie a donde ha ido a parar tras ese vago intento de desviarse de su lealtad al laportismo, pues su instinto le sigue arrastrando a un cierto estado catatónico próximo a la adoración de Joan Laporta, del mismo modo que le provoca terrores nocturnos y un miedo infantil la ira del presidente que, de momento, ya ha borrado su nombre como tertuliano y consultor habitual de los medios del aparato laportista. Parece evidente que ya no es útil a la causa.

Quizá por eso, porque en el fondo sigue esperando que Laporta le compre el discurso y lo acoja en su seno, no acaba de cortar ese cordón umbilical ideológico y por eso mismo le sigue tendiendo la mano a un presidente que pasa de él olímpicamente.

En esta línea del equilibrismo imposible, Ciria, hay que reconocerlo, ha encontrado un hilo conductor para sus ensayos en YouTube sobre las finanzas del Barça hasta convertirse en una figura de perfil aún más soso que Víctor Font a la hora del análisis y de la lectura crítica de la gestión de la junta actual.

El problema es que, arrastrado por ese fanatismo laportista, por no echar sal en las heridas por donde hoy se desangra el Barça sin remedio, y por no salir abiertamente a denunciar las atrocidades de su presidente favorito -esas que sabe, conoce y pretende disimular-, ahora enfoca su nuevo relato desde una perspectiva absurda y, de nuevo, infantil y cobarde.

Por ejemplo, para poder denunciar con la boca pequeña el caso ISL del pago de terceros del mantenimiento del aval, que el préstamo del Espai Barça es la losa que acabará con el Barça de los socios o que no está bien venderle asientos VIP a los árabes sin identificar al comprador, lo que se ha inventado en su última ponencia ha sido meter en ese mismo paquete de escándalos históricos la demanda de acción de responsabilidad impulsada por la asamblea -o sea, por los socios- a la presidencia de Sandro Rosell hace ya más de diez años.

Lo ha hecho en su última ponencia sobre «Soluciones legales para el Barça», como si aquel episodio hubiera sido un gesto de rencor y venganza de Rosell contra Laporta basada en una perversa reformulación de las cuentas de 2010, el último ejercicio de la primera etapa de Laporta. La tontería del montaje radica en que precisamente, en esa nueva ponencia de Marc Ciria, lo que reivindica es la gestión eficiente, rigurosa, profesional y transparente, obviando que si aquella acción de responsabilidad prosperó fue, primero, porque la votaron los socios en una asamblea presencial y democrática -algo que hoy es imposible y tolerable para él- y, segundo, porque previamente la junta de Laporta impugnó los acuerdos económicos de la asamblea de octubre de 2016, llevando ante la justicia todas y cada una de las salvedades de la auditoría. Un tribunal de primera instancia desestimó la demanda de Laporta y de su directiva y, posteriormente, la Audiencia Provincial elevó a firme la validez de eso que Ciria llama con feas intenciones «reformulación dudosa de las cuentas para inculpar a la junta saliente».

Parece claro que puede emplear cualquier calificación menos el de «dudosa» referida a la reformulación de aquellas cuentas de Laporta que, por cierto, Ciria nunca ha criminalizado por dejar pérdidas de 47,6 millones y una deuda del doble de la facturación mientras que sí lo hacía cuando el Barça lideró, con Josep Maria Bartomeu, el ranking Forbes de clubs de fútbol más ricos del mundo.

En todo caso, lo que debería indignarle como financiero es que Laporta cerrase aquel ejercicio 2009-10 obviando las irregularidades observadas por el auditor o, si fuera realmente responsable, haber censurado que entre las salvedades ignoradas por Laporta figuraba la compra indecente de los terrenos de Viladecans. ¿Tampoco para Marc Ciria tienen valor las auditorías, como le ocurre a Xavier Sala-i-Martín?

Hace unos días, Ciria declaraba a propósito de las últimas cuentas del Barça, las auditadas por Grant Thornton con una grave excepción por el impacto negativo de Barça Studios, que «aprobarlas con salvedades no ayuda a terceros ni a los inversores. El auditor nos dice que las pérdidas son superiores. Lo más apropiado y saludable era reformularlas».

O sea que, por analogía y con más motivo con una sentencia judicial firme respaldando el criterio del auditor de las cuentas de 2010, estas deberían ser objeto de su aprobación y no un argumento falso y manipulado para compensar y camuflar la barbarie que sí deja tras de sí Laporta a cada paso que da.

La guerra de Marc Ciria dentro del barcelonismo se está volviendo tan triste como confusa por la sencilla razón de que él mismo se ve atrapado en su propia dialéctica y a decir hoy, igual que le sucede a Víctor Font, lo contrario de lo que decía ayer. Lo mismo que Laporta, con la diferencia de que Laporta solo hay uno.

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