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El sorprendente transfuguismo de Freixa también encierra misterios por resolver

Intervenció de Toni Freixa a TV3 - Foto: TV3

Del drama en varios actos vividos la pasada Navidad en torno a Dani Olmo, un episodio inconcluso y solo provisionalmente cerrado con una cautelarísima de fondo más político que jurídico, el papel jugado por el socio Toni Freixa ha dejado un rastro indeleble de soldado leal e incondicional del laportismo. Habrá que ver cómo acaba y a dónde conduce en el escenario de unas próximas elecciones si es que, en todo caso, lo que ha buscado el excandidato, que por dos veces ha disputado la ronda final tras conseguir las firmas, es reposicionarse para reeditar su condición de aspirante.

Lo que hizo Toni Freixa fue actuar radicalmente en contra de la oposición en el conflicto que provocó la unánime reacción de plataformas y grupos exigiendo la dimisión en un primer momento, después la tibia amenaza de un voto de censura y, al final de todo, un repliegue cobarde y el absurdo minimalismo de que la junta se someta a una cuestión de confianza que ni existe ni nunca se ha planteado nadie. El patético final de esta mediocre conspiración acabó con una agitada entrevista de Víctor Font antes de volver a sus cuarteles de invierno para siempre y el silencio de ese bloque cada vez más desorientado, desconcertante y descabezado de Som un Clam.

Toni Freixa, en cambio, se instaló desde el primer momento en la defensa institucional del caso por encima de cualquier otra consideración y, además, como abogado experto en derecho deportivo, completamente a favor de la delirante e improvisada chapuza del presidente, además de concederle hasta la aprobación y el consentimiento por su conducta inaceptable en el palco durante la semifinal de la Supercopa.

A lo largo de la quincena de la crisis, Toni Freixa actuó, de facto, como portavoz oficioso de la junta y como su legalista al servicio de los medios catalanes, pero sobre todo de pimpampum de la caverna española, expuesto abiertamente a las fortísimas andanadas del concreto espectro del nacionalismo futbolero español al margen de la sospechosa y no menos llamativa neutralidad o inhibición del Real Madrid.

En su discurso completamente a favor de las tesis de Laporta y de su gestión, Toni Freixa se las vio con los más descarnadamente contrarios a la inscripción rectificada del CSD y a la fuerza hubo de toparse con Javier Tebas en un cruce de mensajes en X donde el presidente de LaLiga puso en duda los conocimientos de Freixa, o más bien el haberse quedado muy atrás en la materia del convenio con la RFEF, que también recibió del excandidato azulgrana.

Freixa, además, se rebeló contra lo que le pareció un feroz e injusto ataque de ambos organismos al FC Barcelona, motivo por el cual se decidió a blandir la espada del barcelonismo, igual que Laporta, por encima de si el presidente, con su evidente torpeza para la gestión, no había llegado tarde, mal y con trampas a asegurarse la continuidad de Dani Olmo.

¿Con algún fin oculto o paralelo? Esa es la pregunta que no pocos aficionados azulgrana se hicieron por su tono tan agresivo y comprometido con la junta de Laporta.

Sobre si hay algo más detrás su teatral posicionamiento, son ciertas y obligadas dos reflexiones. Por un lado, que Freixa siempre ha sido respetuoso con el presidente de turno y, por otra, que también se mostró, como candidato antes de las elecciones de 2021, contrario al voto de censura contra Josep Maria Bartomeu, igual que hace unos días afirmó no comulgar con quienes sostienen que esa es la solución contra el azote del laportismo ni a corto ni a medio plazo.

En conjunto, un discurso oficialista que ya le ha abierto varias puertas mediáticas antes cerradas, además de la aceptación y el encaje y en la órbita del aparato laportista.

Ahora bien, está claro que su postura respecto de Laporta ha evolucionado extrañamente desde las elecciones hacia una admiración y una empatía muy por encima, incluso, de la que los propios socios que lo votaron hace cuatro años han experimentado y que si hoy guarda la apariencia de otro socio enganchado y fanatizado al presunto carisma del presidente es porque en el camino se ha deshecho de esa visión crítica y pesimista de la batalla electoral.

Sorprende, en definitiva, que quien como socio y teólogo de los estatutos del FC Barcelona antes hubiera reivindicado la democracia y los derechos de los socios, y hubiera dado la vida por defenderlos, ahora se contente con la comedia fascistoide de las asambleas telemáticas, y se apunte al totalitarismo y al nepotismo laportistas.

En estos días de furia blandiendo la espada del fuego presidencial contra esas hordas de energúmenos antibarcelonistas bajo el escudo de LaLiga, ha sido el propio Toni Freixa quien ha desplazado lejos de sí cualquier debate sobre la gestión interna y las barbaridades de un presidente al que llegó a bautizar como «presidente emérito» por analogía con el regente que, amparado en la impunidad y la inviolabilidad real, cogió el dinero y se fue corriendo a Abu Dabi.

Por las redes, quien quiera buscar encontrará conexiones conspiranoicas que, con tejemanejes económicos de fondo, sostienen diferentes teorías sobre ese transfuguismo de Freixa hasta al lado oscuro del laportismo, un viaje que parece no llevarlo a ninguna otra parte que no sea el del ser investido, al margen de la junta, como ese otro directivo de apoyo que al presidente le ha ayudado, y mucho, en los peores días de la crisis por el caso Olmo.

Nadie hubiera imaginado un escenario en el que Laporta, que un día llegó a pegarle una patada a Freixa en plena calle, por aquello de la acción de responsabilidad, compartieran un momento de tanta sintonía, menos aún bajo la cercana presencia de Alejandro Echevarría, ahora sentado a la derecha del padre en la cúpula azulgrana, el mismo que años atrás se las tuvo ante los tribunales con Freixa también por asuntos financieros delicados. El Barça hace extrañas amistades.

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