Este 2025 puede ser el año de Bauman, ya que todo indica que será un año líquido. Para quién no lo conozca aún, Zygmunt Bauman fue un pensador reconocido por sus profundas reflexiones sobre los sociales, culturales y políticos del siglo XX y principios del XXI y está muy relacionado en el mundo de la sociología, filosofía, psicología y pedagogía en el que uno de los conceptos más influyentes era la idea de la «sociedad líquida». En un mundo donde todas las estructuras sociales y relaciones humanas han cambiado drásticamente y se espera que siga cambiando hasta ser prácticamente todo directamente Inteligencia Artificial, Bauman diferenció en sus obras y textos las diferencias de las sociedades, hablando del cambio de sociedad sólida que era donde las normas, instituciones y valores eran relativamente fijos y serios a la sociedad líquida, que se caracteriza por la falta de compromiso y la inseguridad general.
No me extraña que Bauman se convirtiera en un “influencer” de su época, ya que su legado e ideas siguen siendo claves para entender el mundo actual en el que vivimos.
El impacto de la sociedad líquida ya ha llegado en el ámbito político. Los políticos en esta sociedad líquida ya no representan una figura de liderazgo sólida que moviliza a las masas hacia un propósito común. Actualmente los políticos han caído en la trampa del individualismo y el poder les corrompe y les aleja de la realidad en la que vivimos todos. La política se ha convertido en una competencia de imagen, donde las decisiones y los discursos se ajustan a la necesidad de ganar para tener el poder y de atender a los intereses particulares y no los generales.
En su momento Bauman ya criticaba la forma en que los políticos, en lugar de actuar como representantes de los intereses colectivos, se transformaban en estrategas cuyo único objetivo era asegurar su supervivencia en el poder. Me pregunto qué diría Bauman este 2025. En un mundo globalizado donde las decisiones se toman lejos de las preocupaciones cotidianas de las personas, y los líderes políticos a menudo parecen más preocupados por satisfacer las demandas de las grandes élites que las necesidades de sus propios ciudadanos que les votamos.
No hay una pedagogía política, los partidos políticos ya no son organizaciones sólidas que representan una ideología coherente. Más bien, se han convertido en comunidades donde la discrepancia no cabe en el mapa conceptual de la mayoría de partidos, ya que la mayoría de ellos cambian de postura u opinión según las circunstancias y las presiones del momento. Lo que antes era mentir ahora es cambiar de opinión, lo que antes era un programa electoral ahora es un panfleto propagandístico… ¿Alguien se imagina que se multaran los grupos parlamentarios que no cumplieran lo prometido en su programa electoral antes de las elecciones? Seguramente entrarían muchos en banca rota. La falta de coherencia ideológica son características predominantes en los partidos políticos actuales sean de la ideología que sean. Y es este comportamiento el que ha llevado a una crisis muy grave de confianza en los líderes políticos, quienes son percibidos por la ciudadanía como figuras desconocidas y manipuladoras, incapaces de llevar a cabo transformaciones e innovaciones para mejorar nuestras vida.
Sin embargo, la sociedad líquida descrita por Bauman no es necesariamente irreversible, pese que los expertos y la cultura pedagógica que tenemos indican que lejos de mejorar, vamos directamente hacia una sociedad gaseosa. Que como uno ya se puede imaginar, la metáfora de la sociedad gaseosa es mucho peor, ya que se refiere a un estado totalmente inestable y cruel, en el que no hay palabra. Mientras que la sociedad líquida implica una transformación de las estructuras en algo menos sólido y más inseguro, pero aún con una esperanza de cambio como ahora, la gaseosa se caracteriza por la desaparición. Al igual que el gas, que no tiene una forma fija y se dispersa rápidamente, las relaciones humanas, las instituciones y los compromisos en la sociedad gaseosa se volverían indeterminados, infames o directamente dictatoriales.
El pensador o para mi profeta Bauman, siempre invitaba a pensar en las posibilidades de cambio. La solidaridad, la cooperación, el respeto y el compromiso pueden y deben ser recuperados como valores fundamentales de nuevo, tanto en nuestros políticos como entre nosotros mismos. El reto colectivo de enfrentar problemas globales como el cambio climático, la desigualdad, la violencia escolar, los abusos de poder e incluso los conflictos bélicos solo pueden ser superados a través de un esfuerzo conjunto que será mediante el activismo social o no será. Si algo ha quedado claro es que, si en la sociedad sólida podíamos contar con los políticos, en esta sociedad líquida en la que ya estamos ahogándonos lentamente, vamos a aprovechar los activistas sociales para intentar cambiar y mejorar las cosas para no llegar a la sociedad gaseosa y poner fin a nuestras posibilidades de reivindicación y cambio con personajes políticos enfrente como pueden llegar a ser dictadores como Putin, Maduro, Netanyahu o Kim Jong-un. O elegidos democráticamente como Trump, Milei, Wilders o Bolsonaro pero que siguen siendo gas puro, y del tóxico.
Si bien las fuerzas que sustentan la sociedad líquida son poderosas, como por ejemplo la iglesia o el Foro de Davos, Bauman nos recuerda que las sociedades pueden crear nuevas formas de solidaridad y compromiso. La sociedad líquida no es un estado permanente, es posible crear una sociedad más solidaria, comprometida y cohesionada, capaz de enfrentar los desafíos del año 2025 con esperanza y determinación en este siglo XXI que cada día nos recuerda que mañana podemos sufrir una tercera guerra mundial y terminar todos siendo gas para siempre. Depende de nosotros, no solo en lo que votamos, sino más bien en cómo actuamos.