La directiva de Joan Laporta ya ha decidido bajar de segunda a tercera división para que un nuevo auditor se crea las cuentas de la actual temporada porque, como no podía ser de otro modo, hacen aguas por todas partes. El nombre de Crowe Global, fundada en 1915 con sede central en Nueva York y delegación en Barcelona, es el que los medios bien informados han apuntado como sustituto de Grant Thornton, que a su vez ya entró por Ernst & Young deprisa y corriendo para adaptarse a las necesidades del cierre del ejercicio 2021-22, famoso por contener ya las primeras palancas, siendo especialmente problemática la generada por la venta de Barça Studios a favor de Bridgeburg Invest bajo la marca Barça Vision, el que iba a ser el negocio del siglo.
También se quitó de en medio Deloitte, dejando vía libre a Grant Thornton, incapaz de rechazar un plato tan apetitoso e internacional como el FC Barcelona, si no fuera porque aceptar como cliente a un gestor de la incapacidad de Laporta supone riesgos y disgustos que, inevitablemente, se acaban pagando. Grant Thornton se abrió a la voluntad y los escandalosos deseos de Laporta, pura lujuria y despropósito en materia financiera, entre ellos dar por bueno que se había completado con plenas garantías de cobro esa venta del 49% de Barça Studios por 200 millones. El auditor se tragó el cuento entero y al año siguiente una secuela peor, aceptando un plazo para que Laporta repusiera los primeros impagos y el valor de equivalencia de 208 millones por la mayoría de las acciones como ingreso contable en el ejercicio 2022-23. La obra maestra de Laporta, un pufo de 408 millones sobre una sociedad empresarialmente inactiva, nacida muerta porque era una operación fantasma en su totalidad, solo formalizada para ganar tiempo ante LaLiga, que también se creyó la farsa.
Si Grant Thornton ha sido despedida es porque el año pasado, puesta en ridículo ante el sector y la opinión pública, obligó a Laporta a declarar el valor cero de Barça Visión y aprovisionar como pérdidas esos 408 millones. A regañadientes y falseando la interpretación de las cuentas reales, Laporta anunció beneficios en la actividad ordinaria -otro invento de los suyos para ofrecer un relato fantasioso a los socios- asumiendo 141 millones de pérdidas, con 91 de déficit, y proponiendo a la asamblea dar por buenas unas cuentas reformuladas con una salvedad del auditor. Es decir, amañadas.
El final infelizmente tan previsible no podía ser otro que una ruptura traumática y, por parte de Laporta, la búsqueda de un auditor con suficientes tragaderas y predisposición a creerse otra fábula sobre Bridgeburg Invest. Con prioridad para que se deje convencer por alguno de estos planes de negocio, actualizado, revisado y, si puede ser, solvente de una vez por todas, a los que repetidamente ha aludido el presidente para argumentar que Barça Vision tiene un potencial margen de ingresos de hasta 300 millones en la década de los 30, cuando el público y el mercado aprecie que esta iniciativa azulgrana ha nacido anticipada a su tiempo.
Más allá de que se puedan tomar a broma algunos de los pronósticos que la propia junta ha ido aportando para justificar ridículamente el interés comercial de Barça Vision, como lo fue aventurar que el Nasdaq de Nueva York impulsaría la compañía con un valor de 1.000 millones de dólares, lo cierto es que si el recién llegado Crowe Global no aplica un criterio profesional radicalmente opuesto al de Grant Thornton, la economía azulgrana puede sufrir un cataclismo casi irremediable.
Grant Thornton se ha ido para siempre ratificando que Barça Visión debe actualizarse contablemente a cero si el FC Barcelona quiere ver representados de forma fehaciente y correcta en su memoria económica sus estados financieros reales.
Lo que le va a pedir a Crowe Global es que reconsidere esta apreciación de forma que, por lo menos, evite asumir como pérdidas otros 208 millones, o algo más, que añadir a los 145 del ejercicio pasado.
A tal efecto, desde la propia junta ya se ha filtrado a la prensa que el panorama de Barça Vision ha cambiado. La Vanguardia, por ejemplo, publicaba recientemente que «según las fuentes consultadas, los cambios en el contenido de Barça Studios implicarán que se le aportarán todos los activos digitales y de nuevos negocios, y ello tendrá como consecuencia que emergerá una nueva sociedad, que necesitará una valoración diferente de la que tiene la actual. Una complicación más para los auditores, con los que la entidad mantiene un contencioso, pues considera que la participación que tiene en Barça Vision, el 54%, y que este cuantifica en 208 millones, está fuertemente sobrevalorada».
El propio medio atribuye esta reconversión al «reconocimiento tácito» de la directiva de que no llegarán nuevos inversores a cubrir el valor accionarial pendiente ni tampoco para promover los planes de actividad industrial previstos desde 2022.
La información sugiere que otras actividades con alguna relación con los negocios en el entorno digital sean desviadas a Barça Vision, más alguna de otro sector, con el fin de aparentar que Bridgeburg Invest acredita una facturación y dimensión comercial que al menos pueda justificar ante los ojos del nuevo auditor la conveniencia de mantener cuando menos ese valor de 208 millones otorgados contablemente en su día por el 54% de las acciones.
Para Crowe Global la clasificación financiera de Bridgeburg Invest será su carta de presentación el próximo 30 de junio, cuando se cierren las cuentas y se determine si ese valor se mantiene. Puede darse por hecho, pues de otro modo Laporta no habría consentido el relevo de un auditor ya maldito como Grant Thornton por otro más amable y colaboracionista.
Con todo, en la línea misteriosa y opaca que ahora mismo envuelve la gestión de Laporta, fuentes del mundo financiero no descartan que Laporta contrate a un auditor menor que complemente el trabajo del principal, lo que invita a sospechar que, en el paroxismo de esta nueva era de imaginación y fantasía contables, Laporta prepara otro número de ilusionismo como el año pasado, cuando presentó dos resultados: el ordinario, con beneficios escuálidos, y el otro, el de verdad, bajo la apariencia de un desfase anacrónico, obsesivo y provisional -que ya debería estar resuelto, por cierto- del auditor que ya ha pasado a mejor vida.
¿Puede ser que también hay dos auditorías para acabar de confundir a la opinión pública? Con Laporta atosigado por una economía angustiosamente precaria, todo es posible a la hora del relato, el humo y la puesta en escena, si bien el resultado del ejercicio pasado, reflejado en la única memoria oficial, publicada y entregada a los socios, fue de 91 millones de pérdidas y el aumento de los fondos propios negativos a 94 millones. Y esto es lo que hay: deuda, pérdidas y fragilidad financiera.