‘Charnegos’

Cuando era pequeño pasaba muchas vacaciones en la casa que mis abuelos maternos tenían en Montmeló. Era una casa de campo grande modesta que tenía un piso en la parte de arriba donde vivía una familia que había venido de Andalucía. Si no recuerdo mal a parte de los padres había tres niños y una niña, alguno de ellos de mi edad aproximada. Al otro lado de la calle había una familia catalana de toda la vida que podríamos considerar acomodada. Yo jugaba con los hijos de esta familia, no con los del piso de arriba de casa. No sé porqué.

Mis amigos vecinos catalanes de toda la vida utilizaban la palabra «charnegos» para referirse a los chicos de orígen andaluz. Han pasado muchos años pero estoy convencido de que lo hacían pronunciando la ‘ch’ española y no recurriendo a la ‘x’ catalana que correspondería. También les llamaban los «juanillos«, porque el chiquillo mayor se llamaba Juan. Quizá el padre también se llamaba así. La expresión «charnegos» en boca de mis compañeros de juego catalanes de siempre sonaba y era despectiva.

Hace unos días fui a ver a una tía mía que vive en una residencia. Tiene 95 años y le pregunté si sabía si la familia que vivía encima de la casa de sus padres en Montmeló lo hacía de alquiler y a quien lo pagaba. No lo sabía. Pero cuando se refirió a ella recurrió a la misma expresión. Eran los ‘charnegos‘. En su caso no intuí ninguna connotación de desprecio. Eran los ‘charnegos‘ porque era normal tratarlos así.

Eduard Sola, al recoger el Gaudí al mejor guión original por «Casa en flames», dijo en su discurso de agradecimiento que «en casa somos orgullosamente charnegos». Recordó que todos sus abuelos vinieron de Andalucía y que uno de ellos, Eduardo, no sabía ni leer ni escribir y que escondió toda su vida que era analfabeto. Afirmó que podía entender el Gaudí como una venganza, «una venganza contra todos los que engañaron a mi abuelo aprovechándose de sus carencias culturales, una venganza contra todos los que, de una manera u otra, han hecho sentir inferiores a mis abuelos, mis padres y mis tío, una venganza contra todas esas miradas de superioridad que en tres generaciones nos hemos tenido que tragar los que venimos de abajo del todo». Pero afirmó que no quiso entenderlo como esa venganza de la que habló.

Han pasado sesenta años, espero que los «juanillos» hayan tenido una vida digna en Cataluña. Me gustaría pensar que mis amigos de infancia catalanes de raíz se hayan arrepentido de la forma como los trataban. Veo un sector de la sociedad catalana que utiliza la expresión «quillos» de la misma manera que se usaba la de «charnegos» de forma despectiva e insultante. Es el mismo que disfruta cuando grita ‘puta España’ en un concierto o en un programa de TV3, RAC1 o Catalunya Ràdio o etiqueta de «ñordos» a los que no se apuntan a la causa de la independencia.

El tiempo pasa, las palabras cambian, pero algunos tics supremacistas se mantienen.

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