¿Son los de Junts unos criminales?

La pregunta me la hacía un vecino con el que habíamos roto la relación hacía años, por culpa del malparido procés, perdonen ustedes la expresión. Eloi (nombre inventado porque no quiero tener problemas), era un verdadero amigo. Nos llevamos más de veinte años de diferencia, pero siempre habíamos mantenido un vínculo muy cordial, no únicamente el típico de quienes se encuentran en el rellano de la escalera o en el ascensor. Incluso habíamos visto partidos del Barça juntos en su casa. Se había comprado una televisión de cincuenta pulgadas y estaba feliz. ¡Quería impresionarme y bien que lo consiguió!

Llamó a la puerta y, al abrirla, lo encontré más envejecido, más triste. No quiero decir que su aspecto era la antesala de la muerte, pero carecía de expresividad. Mi sorpresa fue mayúscula, ya que hacía tiempo, mucho tiempo, que ni nos saludábamos cuando nos encontrábamos. ¿Son los de Junts unos criminales?, me dijo al verme. Dudé entre cerrar la puerta de golpe o esperar a ver si seguía diciéndome algo más. De hecho, en ese momento me vinieron a la mente las dos palabras que me espetó por aquello del 155, fascista y falangista. Es cierto que habíamos tenido alguna conversación en la que yo le había confesado que no era independentista, algo que él ya podía imaginar a partir de otras charlas anteriores. Pero aquello me hizo daño. Plantado frente a mí, sentí una especie de pena, de angustia, incluso, apercibiéndome de su decrepitud. Lo hice pasar, indicándole que se sentara en la butaca que tenía delante de mi televisión que, está claro, era más pequeña que la suya.

Mira, Josep, en primer lugar, quiero pedirte perdón por esas dos palabras que te dije hace no sé cuántos años. Me arrepentí al momento, pero no fui capaz de decirte nada. He estado votando a Convergència i Unió toda mi vida, salí a la calle en defensa de Jordi Pujol cuando el tema de Banca Catalana, he ido poniendo la bandera cada once de septiembre en mi balcón. He sido fiel a una idea, la de Cataluña. La he defendido allá donde he ido, he hablado catalán a castellanohablantes, ya no sé si por orgullo, por convicción o por rabia. ¡Tanto se me da! Me creí lo de un país mejor, que la independencia llevaba añadida una libertad y una mejora de las condiciones de los catalanes, que marcharíamos de una España que nos robaba, que nos despreciaba, que nos humillaba. He sido un soldado de la causa y he enaltecido a Puigdemont como no he hecho ni con mis padres.

Eloi hizo una pausa. Intuí unas lágrimas que salían de sus ojos enrojecidos por la edad y quién sabe si también por los sufrimientos, aquellos que todos y todas arrastramos durante la vida. Le ofrecí un vaso de agua o un café. Aceptó un té con limón. Mientras lo preparaba, permaneció quieto mirando de vez en cuando por la ventana en la que unos niños jugaban en el patio de la escuela.

Perdona, Josep si te he molestado. Es que me paso demasiado tiempo frente a la tele. Me trago todas las noticias y, cómo no, he visto la votación del Congreso de los Diputados. ¿Son los de Junts unos criminales? No puedo creerlo, Josep. Cobro una pensión de mierda, vivo como puedo esperando que algún día ese alquiler que pago desde hace cuarenta años se convierta en un desahucio como los que veo a menudo en la tele. Pienso que a mí no me puede tocar nunca, que los míos me ayudarán, que mirarán por los catalanes como yo. Lo prometían que así sería cuando fuéramos un país libre. E imaginaba, Josep, que nunca serían capaces de votar con partidos que quieren nuestra destrucción como país, el aniquilamiento de nuestra lengua y de nuestra cultura; incluso la ilegalización de los partidos independentistas. ¡PP, Vox y Junts más unidos que nunca, Josep! ¡Y en contra de la gente, en contra de los catalanes! En contra de la revalorización de las pensiones y del salario mínimo, en contra de las ayudas a los valencianos afectados por la DANA y de la prohibición del corte de suministros básicos y de los desahucios a personas vulnerables, a personas como yo, Josep. ¿Puedes entenderlo?

Veía a ese hombre pidiéndome explicaciones y me lo imaginaba cara a cara con Puigdemont o con Míriam Nogueras, esperando una respuesta de las personas en las que había confiado tantos años. Pero esta no llegaba o lo hacía en forma de desprecio absoluto, en forma de sonrisa hipócrita, en forma de lavado de manos y de satisfacción por haber puesto a Pedro Sánchez contra las cuerdas.

¿Son los de Junts unos criminales?

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