No es lo mismo la política que la politiquería. La política es una tarea noble que nace de la vocación de servicio a los demás y de la voluntad de aportar capacidad de análisis, de diálogo y de acuerdo para conseguir una sociedad mejor. La politiquería es la lucha descarnada para lograr el poder, conspirando, mintiendo y traicionando para destrozar a los adversarios políticos, convirtiéndolos en enemigos irreconciliables.
En España, la política ha sido secuestrada por la politiquería. La elección democrática de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, en coalición con Sumar y con el apoyo de un amplio abanico de partidos, desde Bildu hasta Junts x Catalunya (JxCat), ha provocado una reacción virulenta del PP, azuzada por el populismo ultraconservador de Vox. El ambiente que se ha creado a Madrid es tóxico, irrespirable y guerracivilista.
Los problemas judiciales de Begoña Gómez, la esposa del presidente, y de su hermano David han creado una imagen de debilidad de Pedro Sánchez que el PP, a través de sus terminales judiciales y mediáticas, está explotando a fondo, con el objetivo de erosionarlo y de hacerlo caer. Las corruptelas del exministro José Luis Ábalos y de su asistente Koldo García con el intermediario Víctor de Aldama, a pesar de que el PSOE las ha extirpado de raíz, han alargado la sombra de la sospecha hasta la Moncloa. La legislatura, apenas empezada, está en el aire.
Para enrarecer aún más el panorama, los grupos que avalaron la investidura del líder del PSOE parece que también huelen sangre y hay algunos que tampoco ayudan, como es el caso de Podemos, escindido de Sumar, de JxCat y de ERC -para que no sea dicho-, que hacen imposible la aprobación de los nuevos y necesarios presupuestos.
Pedro Sánchez afronta, así, un triple frente, marcado por el odio y el cainismo: la ofensiva internacional, que le llega de la mano de Donald Trump y del poder sionista, que no perdona el apoyo del presidente español a la causa palestina; el ataque despiadado de PP y Vox, que están dispuestos a liquidarlo por la vía rápida, como sea; y los enemigos internos del pacto de gobernabilidad, que sabotean, de manera provocativa, sus iniciativas parlamentarias.
¿Será capaz Pedro Sánchez de salir vivo de este campo de minas? Podemos, JxCat y ERC tienen que asumir que, por la vía posibilista y negociada, también se pueden conseguir avances graduales, paso a paso. Estamos en el primer año de una legislatura de cuatro. Solo hay dos opciones: reventar la mayoría de la investidura y provocar la convocatoria de elecciones anticipadas o dar continuidad al Gobierno de coalición de PSOE y Sumar.
Más allá de las bravatas y amenazas existe la certeza absoluta que todas las fuerzas parlamentarias que apoyaron a Pedro Sánchez están convencidas que la mejor decisión es mantener la legislatura en pie. Entonces, hay que actuar con todas las consecuencias y la más obvia es allanar el camino para la aprobación de los presupuestos generales del Estado de este año.
No hacerlo crea una situación de inestabilidad y de precariedad que perjudica, fundamentalmente, a las empresas, a los trabajadores, a los pensionistas y a todas las personas que dependen de las ayudas estatales. Por efecto dominó, también todas las administraciones subsidiarias (comunidades autónomas y ayuntamientos) se resienten, puesto que les falta el marco de referencia para poder implementar, a la vez, sus presupuestos.
Si no hay elecciones en el horizonte inmediato ¿qué sentido tiene dejar perder este año sin presupuestos, aduciendo unas tensiones que, ahora mismo, no llevan a ninguna parte y que se pueden reconducir rápidamente a través de negociaciones? El castigo que se inflige a Pedro Sánchez desde las filas de la mayoría que garantiza la gobernabilidad es excesivo e injustificado. Aprobar los presupuestos tiene un efecto balsámico sobre el conjunto de la sociedad y da una imprescindible estabilidad para poder aprovechar estos meses preciosos.
Dejando al PSOE en la estacada, los otros partidos del bloque mayoritario también salen perdiendo. Sus electores no entienden que se deje al país al pairo, en medio de una tormenta permanente que solo favorece a PP y a Vox, que no paran de subir en las encuestas y que, a estas alturas, sumarían mayoría absoluta. ¿Es esto lo que quieren Podemos, JxCat y ERC? ¿Su apuesta es el suicida «cuanto peor, mejor»?
El retorno de Donald Trump a la Casa Blanca nos augura un incremento de la conflictividad geopolítica mundial. Su descarado apoyo a las formaciones europeas de ultraderecha nos tendría que poner en alerta máxima. Es obvio que el presidente de los Estados Unidos ha declarado la «guerra» a los valores que dan sentido y solidez a la Unión Europea y que está decidido a destruirlos.
España es, ahora mismo, el baluarte de la socialdemocracia europea frente a los avances electorales de la extrema derecha en Italia, Austria, Hungría… Podemos ser críticos y nihilistas, pero es innegable que el Estado del bienestar es un modelo superior al capitalismo salvaje y xenófobo que propugna el trumpismo. En capítulos determinantes como la educación, la universidad, la sanidad, el paro, las pensiones, la asistencia a la gente mayor, el respeto al medio ambiente… las diferencias son abismales, en favor de los adelantos logrados en la Unión Europea.
Desestabilizando al Gobierno de Pedro Sánchez y bloqueando la aprobación de los presupuestos, los partidos de la mayoría de la investidura están abriendo las puertas al PP y a Vox. Creen que debilitando al PSOE pueden mejorar sus resultados de cara al 2027, pero se equivocan radicalmente. Están todos en el mismo barco y se salvan todos o se hunden todos.
¿Alguien se imagina a Carles Puigdemont pactando con Santiago Abascal? Tal vez Pilar Rahola, sí. Yo, no.
Lo mismo hay que decir de los presupuestos de la Generalitat y del Ayuntamiento de Barcelona. Unos, los bloquea ERC. Los otros, los Comunes. Esto es politiquería. La gente ya es bastante madura para saber, cuando hay que ir a votar, a qué partido dar confianza. Aprobar los presupuestos no es ningún signo de debilidad ni de concesión de ventaja a los socialistas: es un gesto de responsabilidad hacia el conjunto de la sociedad, que lo agradece.
¿Qué sentido tiene dejar sin presupuestos a la Generalitat y al Ayuntamiento de Barcelona? ¿De qué sirve castigar a Salvador Illa y a Jaume Collboni, que acaban de llegar y no tienen alternativa? La frase de quien fue presidente de la I República española, Estanislau Figueras, vuelve a resonar con fuerza: «Señores, estoy hasta los cojones de todos nosotros».
¿No hemos aprendido nada de la historia? ¿No tenemos ojos para ver qué pasa en el mundo? ¿No entendemos todavía qué significa el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca? ¿No sabemos leer la importancia que tiene para las fuerzas progresistas, más allá de las siglas, tener en sus manos la gobernabilidad de España, Cataluña y Barcelona? Contra la amenaza trumpista, estabilidad y presupuestos.