Remachó el clavo el periodista que, durante la tediosa rueda de prensa del martes del presidente del FC Barcelona Joan Laporta —para defenderse de las críticas por el caso Dani Olmo—, recordó que el expresidente Josep Lluís Núñez lo acusó en su día, cuando el Elefant Blau, de lo mismo que ahora Laporta acusa a sus críticos, de desestabilizar el club. Como Núñez, Laporta se envuelve con la bandera del Barça y, deliberadamente, confunde los ataques a la gestión con ataques al club. En ningún caso, atacar a Laporta es atacar al Barça, como tampoco atacar a Núñez era atacar al club.
No deja de ser curioso que el hombre que, otrora, se convirtió en el flagelo de Núñez, Laporta, cada día se parezca más a él. Con el paso de los años, costará distinguir entre las frases que dijo uno y las que dijo el otro. Como Núñez, Laporta abusa del llanto, como si fuera el más sensible de los barcelonistas; unas lágrimas que muchos ya identifican como de cocodrilo. Como Núñez, Laporta confunde la parte por el todo y mezcla las críticas a su gestión con ataques al FC Barcelona. Como Núñez, Laporta se muestra arrogante, como si fuera el único capacitado para llevar de manera adecuada al club. Como Núñez, Laporta se rodea de los más fieles, cualidad que no deberíamos confundir con la validez.
Otra de las contradicciones en la rueda de prensa de Laporta, también muy nuñista, fue cuando le preguntaron qué había cambiado para que antes criticara los acuerdos del expresidente Sandro Rosell con Qatar —le reprochó que se había vendido la camiseta «por un plato de lentejas»—, y ahora elogiara los suyos con empresas del mismo país en el tema de los palcos vip. Respondió, sin enrojecerse nada ni poco, que los países del Golfo «se están abriendo», convirtiéndose «en un lugar de oportunidades».
Al paso que vamos, cualquiera día de estos llamarán de una radio al teléfono de Laporta y este, como hizo Núñez en su día, se negará a sí mismo y dirá que Laporta no está, que en su lugar hablan con el portero de la finca… Tiempo al tiempo.
