Un estudio del CREAF (Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales) plantea recuperar los «cinturones agrícolas» de la región metropolitana de Barcelona para proteger la región ante incendios. Así lo apunta un estudio del CREAF que calcula que habría que recuperar 17.000 ha de cultivos y pastos de los años 50 y que se han abandonado en los últimos años.
Esto, junto con la transformación de las zonas forestales propensas a los grandes episodios de sequía, permitiría disminuir un 30% de media la conectividad del fuego en caso de incendios, según datos preliminares del estudio. «Los cultivos y pastos son zonas de baja combustión y, por tanto, reintroducirlos entre las masas forestales en las zonas periurbanas es clave», afirma Rodrigo Balaguer Romano, investigador del CREAF y principal autor de este estudio.
La investigación ofrece datos preliminares obtenidos en el marco del proyecto Horizon Europe WildE y trabaja con datos provistos por el programa BCN agraria de la Oficina Técnica de Prevención Municipal y Desarrollo Agrario de la Diputación de Barcelona, que ha identificado las zonas agrícolas potencialmente recuperables.
Según Balaguer, recuperar los «cinturones agrícolas» serviría tanto para alejar el fuego de las personas como para ayudar en las tareas de extinción si llega un incendio. La razón es que para evitar que el fuego llegue a las zonas urbanas de la región metropolitana de Barcelona el punto más importante es mantener espacios abiertos a su alrededor, como si fueran cinturones de protección.
La propuesta implica recuperar las hectáreas de cultivos y pastos de los años 50, que se fueron abandonando, y aprovechar los espacios que están apareciendo en los bosques que han sufrido una grave sequía o la sufrirán en un futuro próximo, considerando los modelos de cambio climático hasta 2050. «Así ya nos adelantamos a las previsiones de los escenarios de cambio climático y reducimos el riesgo en zonas que tendrán mucho combustible acumulado para los incendios», dice este ecólogo en relación con el hecho de que la vegetación seca quema más.
Obstaculizar que el fuego avance
El factor clave que analiza este estudio es la llamada «conectividad» del fuego. Un incendio arrasa más hectáreas si el paisaje tiene más conectividad, es decir, si las masas forestales están más conectadas entre ellas y facilitan que el fuego salte de lugar a lugar. Por este motivo, romper la conectividad del bosque añadiendo espacios abiertos como los cultivos es «muy necesario».
En este sentido, los expertos del CREAF han estudiado los usos que se da en los suelos del territorio (si es un suelo urbano, bosque o cultivos) y la conectividad del fuego en caso de incendio ahora y hasta el año 2050 teniendo en cuenta el aumento previsto de episodios de sequía. «Las zonas de cultivo cerca de los núcleos son las que mejor rompen la conectividad del fuego y actúan como un cinturón que protege mejor la zona urbana. Así, si llega un incendio, quemará más poco a poco», indica Balaguer.
En el caso de la región metropolitana de Barcelona, los datos apuntan a que la recuperación de 17.000 ha de cultivos y pastos abandonados en los últimos años junto con la transformación de las zonas forestales propensas a los grandes episodios de sequía permitiría disminuir un 30% de media la conectividad del fuego en caso de incendios.
Por otro lado, esta estrategia de recuperar cultivos en una zona donde ya los habían antiguamente y de aprovechar los efectos de perturbaciones como las sequías, que se convertirán en más frecuentes, no sólo es beneficioso para la prevención de incendios sino que también contribuye al mantenimiento de la rica biodiversidad asociada a los espacios abiertos en las zonas mediterráneas, según los investigadores. Por ejemplo, una gran variedad de mamíferos como el tojón, aves de ambientes agrícolas como la tórtola eurasiática y polen como las mariposas y las abejas son animales favorecidos por la presencia de cultivos y otros espacios abiertos.