Joan Laporta, el gran farsante

A raíz del conflicto suscitado por la baja federativa de los jugadores Dani Olmo y Pau Víctor, por el incumplimiento de los compromisos financieros del Barça antes del 1 de enero, desde las filas nacionalistas/independentistas se intenta presentar a Joan Laporta como un “héroe” y como un “mártir”, azote y víctima de la “mafia centralista y franquista madrileña” que, a pesar de todo, ha conseguido vencer a dos estamentos tan “anticatalanes” y tan “podridos” como son LaLiga, presidida por Javier Tebas, y la RFEF. Error.

Joan Laporta es un oportunista, un mentiroso y un pésimo gestor que ha secuestrado la democracia en el Barça y está llevando el club a la ruina final. Se equivocan, una vez más, los nacionalistas/independentistas a la hora de elegir a los referentes que, supuestamente, representan la esencia y marcan el destino de Cataluña. No lo era Jordi Pujol, no lo es Carles Puigdemont y tampoco lo es Joan Laporta.

Que quede claro: yo no tengo ningún apriorismo contra ninguno de ellos. Yo creí y confié en el impulso constructor de Jordi Pujol, hasta que descubrí, en mi trabajo como periodista, que la Generalitat, una vez en manos de CiU, se convirtió enseguida en un pozo de corrupción, tráfico de influencias y desviación de poder.

Jordi Pujol tuvo, en 1980, la oportunidad histórica de crear una nueva administración. Pocos políticos pueden tener el privilegio de construir un nuevo país y él lo tuvo. Desgraciadamente, su primera decisión ya fue equivocada: nombrar a Lluís Prenafeta como secretario general de Presidencia. Después, dejó que el cáncer de la corrupción se infiltrara y se extendiera por la Generalitat, favoreciendo y protegiendo, entre muchos otros aprovechados a los cuales dio confianza y poder, los negocios de su esposa, Marta Ferrusola, y de su hijo primogénito, Jordi Pujol Jr.

A mí no me alegra el mal final de Jordi Pujol, pero también me dolió que hiciera añicos y traicionara el proyecto de una Cataluña democrática ejemplar que todos queríamos cuando salimos en masa a las calles de Barcelona para celebrar el retorno del presidente Josep Tarradellas, en 1977. Los 23 años de pujolismo, con sus luces y sombras, degeneraron en el intento, afortunadamente fallido, de implantar un régimen dinástico en la Generalitat, a través de su hijo Oriol Pujol.

Con Carles Puigdemont, como es obvio, difiero ideológicamente sobre el futuro de Cataluña. Yo no soy independentista, pero tampoco soy un antiindependentista recalcitrante. Ahora bien, el flirteo de Carles Puigdemont y de sus hombres de confianza con personas del entorno de Vladímir Putin lo considero una herejía frívola e inaceptable, incompatible con las raíces y la trayectoria histórica de Cataluña, indisolublemente unida a la civilización y al proyecto europeo.

Leer entrevistas concedidas por Carles Puigdemont en medios de desinformación del Kremlin como Russia Today, Sputnik TV o Komsomolkaia Pravda me produjo una gran pena, al constatar lo tonto que llega a ser este ex-presidente de la Generalitat. Del mismo modo que aluciné al leer en el diario El Punt Avui, entonces dirigido por su gran amigo y biógrafo Xevi Xirgo, los artículos del periodista ruso Edvard Txesnokov, un ferviente admirador de Vladímir Putin. Esto, por no hablar de las delirantes incursiones de Víctor Terradellas y Josep Lluís Alay, el jefe de la oficina de Puigdemont, en Moscú en busca de aliados para la causa independentista, o la presencia de emisarios rusos en las puertas del Palau de la Generalitat, durante el otoño crítico del 2017. Patético y demencial.

Intentar convertir a Joan Laporta en un ejemplo de coraje catalanista por su enfrentamiento con la RFEF y LaLiga y por la “botifarra” que les dedicó ya es el desiderátum. Lo conozco muy bien. Yo ayudé desde EL TRIANGLE a Joan Laporta y a la candidatura del power point a ganar las elecciones de 2003. Me parecían una necesaria entrada de aire fresco para limpiar y revitalizar a la entidad azulgrana.

Antes de las elecciones, a Joan Laporta solo le pedí una cosa: que si ganaba, el Barça retirara las dos medallas de oro concedidas al dictador Francisco Franco por anteriores juntas directivas del club. Lo reivindiqué como un acto de desagravio en memoria del presidente azulgrana Josep Sunyol, que murió fusilado por las tropas franquistas al inicio de la Guerra Civil.

Joan Laporta me prometió que así lo haría y, con esta voluntad, desde EL TRIANGLE promovimos una exitosa campaña de recogida de firmas entre los lectores en favor de esta iniciativa. Yo me desplacé personalmente a las oficinas del Camp Nou para librar estas miles de firmas, ordenadas en cajas, pero Joan Laporta, que había ganado las elecciones, se desdijo y se inventó una fantasmagórica comisión para avalar que no hacía falta que el Barça retirara oficialmente las medallas de oro otorgadas al dictador. El año 2003, al inicio de su primer mandato, ya descubrí que era un gran farsante y, desde entonces, siempre he considerado que era una mala persona y un peor presidente del Barça.

Pero la vida da muchas vueltas. Finalmente, durante la presidencia de Josep Maria Bartomeu, la asamblea de compromisarios del FC Barcelona aprobó en 2019 la retirada formal de las condecoraciones otorgadas por el club al general Francisco Franco.

El Barça no es Joan Laporta ni es de Joan Laporta. El Barça es más que un club, sí, pero ha tenido la enorme desgracia de caer bajo las garras de este abogado sin oficio ni beneficio, que pudo prosperar en la vida gracias a la sombra protectora de su suegro, el empresario Juan Echevarría, un connotado falangista y franquista durante la dictadura.

A causa de sus infidelidades, Constanza Echevarría se acabó separando de Joan Laporta. De esto ya hace años. Pero esto no obsta para que Alejandro Echevarría, su ex-cuñado y ex-miembro de la Fundación Francisco Franco, sea hoy una persona de su máxima confianza en el reducido núcleo de poder que dirige los destinos del Barça hacia el precipicio y el descrédito total.

Dicho esto, me alegro profundamente de los éxitos deportivos del Barça, como la reciente consecución de la Supercopa, y comparto la felicidad que respiran sus socios y seguidores con el 2-5 conseguido contra el Real Madrid.

Pero no nos equivoquemos. Joan Laporta es, objetivamente, el gran aliado de Florentino Pérez y del Real Madrid en los juegos de poder que se dan en LaLiga y ambos son los promotores de esta Superliga europea elitista que rechazan tanto el resto de clubes españoles como la UEFA. Bajo su supuesto nacionalismo/independentismo, el presidente del Barça es, en realidad, un infiltrado de los servicios más oscuros del Estado español y, por eso, disfruta de protección y blindaje. Sandro Rosell lo pudo constatar, purgando dos años de cárcel.

(Visited 327 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

HOY DESTACAMOS

1 comentario en «Joan Laporta, el gran farsante»

  1. toda la saga institucional del barca en los ultimos 20 años da para una serie de tv, y muy buena por cierto. Traiciones, puñaladas por la espalda, alianzas, politica, poder y muchas mas miserias aunadas a innegables glorias deportivas.
    No se que esta esperando Netflix, seria un exitazo. Yo por lo pronto me ofrezco para empezar a trabajar en el guion…

    Responder

Deja un comentario