La antesala de la catarata mediática de embustes, trilerismo y manipulación que Joan Laporta verterá la semana próxima sobre la actualidad barcelonista a propósito del caso Olmo la protagonizó el miércoles pasado la vicepresidenta institucional Elena Fort, ahora también del área deportiva por lo que se ve, en una entrevista a los micrófonos de Jordi Basté, en RAC1. Fue un disparate comunicativo de principio a fin organizado precipitadamente con la vana intención, desde la junta, de intentar frenar la primera onda expansiva antilaportista registrada en el entorno mediático y digital azulgrana desde 2021. También se pretendía poner fin a la no menos numerosa y ácida lluvia de artículos que venían poniendo el acento en la negligencia, la soberbia, la improvisación y el despiporre presidencial en la gestión del mayúsculo escándalo futbolístico que ha sido el tema estrella de la Nochevieja de 2024 y de la entrada del nuevo año 2025.
Elena Fort tenía ese día, antes de la cautelar, la misión de evitar otra tertulia de tono contrario a Laporta, arrebatarle esos minutos de oro de la primera hora política del programa más escuchado de la radio en Cataluña, entre las 9 y las 10 horas del día de la vuelta a la normalidad tras las fiestas navideñas. Un papel de simple telonera enviada estratégicamente a dar la cara por Laporta esta vez también como vicepresidenta deportiva en funciones (¿dónde está Rafa Yuste?) ante la ausencia cobarde del propio presidente y la inexistencia de los directivos responsables del Espai Barça y del Área Económica. Ahora se sabe que también cubría otra baja ilustre y tremendamente significativa, la del vicepresidente de marketing, Juli Guiu, incapaz de entender ni de asumir ese nuevo y desconcertante acuerdo con los asientos VIP de fondo que Laporta se ha sacado de la manga sin que su participación fuera necesaria, entre otras cosas porque ya llevaba semanas marginado y repudiado por la presidencia.
Se trataba, en definitiva, de ganar tiempo hasta que el Consejo Superior de Deportes (CSD), por orden directa de la Moncloa, anunciase esperpénticamente la anulación de la denegación de las licencias de Dani Olmo y de Pau Víctor en una decisión unilateral contra LaLiga y la Real Federación Española de Fútbol que son quienes, paradójicamente, regulan la competición con una normativa avalada por el CSD.
En esa entrevista, Elena Fort contó sobre todo con la complicidad clave del director del espacio, Jordi Basté, que le perdonó la vida, se abstuvo de repreguntar para evitarle el mayor ridículo mediático de su vida, le pasó por alto lagunas intolerables y, además, complaciente y generoso, no quiso subrayar la triste evidencia de ser un cero a la izquierda en una directiva en la que no pinta absolutamente nada. Ni siquiera para ponerla al día de los acontecimientos antes de dejarla sola ante los micrófonos de RAC1 por más que pudiera actuar con una excelente red de protección.
A ese entorno favorable se sumó la legión de tertulianos del programa convenientemente adoctrinados y cada uno con su discurso preparado para seguir ocupando los primeros puestos en el ranking de la nómina ideológica del laportismo.
Jordi Basté, aunque laportista confeso y entregado en su primera etapa, lleva tiempo distante y más bien frío en relación con este nuevo Laporta que cabalga imparable sobre sus atrocidades, una detrás de otra, con más motivo desde que Jaume Roures, personaje clave de esa cofradía que llegaron a formar en sus mejores días de amistad, ha perdido interés en el Barça.
Aun así, en un escenario de crisis aguda y tras pasar revista a la oposición, que ni le gusta ni le interesa, no dudó en ponerse a disposición a la causa y escenificar una teatral difusión y defensa de los argumentos laportistas que llevaba apuntados en un papel Elena Fort, alguno especialmente curioso, como atribuirle a la prensa en general un pecado de desinformación absoluta sobre la sucesión de los hechos del caso Olmo, acusándola de haber hecho un ruido innecesario y también de «matar al presidente» con fines e intereses perversos.
En la defensa de la junta de Laporta, Elena Fort aseguró sin pestañear que «no ha habido ninguna negligencia por parte del club. Hemos tenido plan A y plan B y C. Si hoy en día no están inscritos no es por una mala gestión, todo lo contrario».
Los medios y los opinadores, vino a decir, deberían haber aplaudido por cómo ha trabajado la junta y realizado la operación de venta la explotación de asientos VIP gracias a la cual y por 100 millones de ingresos adelantados al futuro el Barça ha vuelto a la regla del 1:1.
Su relato, en cambio, encerró en sí mismo la justificación de tanta crítica, pues no desmintió que cuando Laporta ficha a Dani Olmo en verano pasado el club no dispone de fair play y que esa necesidad ha requerido de sucesivos planes y, finalmente, de la comercialización de activos del Spotify del futuro: «El alquiler se ha ido comercializando con gran éxito, así como los palcos. Son 470 de esos asientos y se ha hecho un acuerdo por el cual este inversor compra la licencia de uso de una comercialización futura. El coste de este alquiler, de 21 a 80 mil euros, está garantizado. Esta empresa pagará el importe máximo que iba a recibir. Le da derecho a que la empresa lo pueda explotar, que lo venda por su cuenta y riesgo. Da una estabilidad absoluta, es un gran éxito ese acuerdo».
Al margen de que realmente es una explicación ininteligible por su parte, desde luego no puede ser más contradictoria esa supuesta aportación a la estabilidad financiera si se trata de 100 millones que solo se cobran por una vez, esta temporada, y que ya no se cobraran durante el periodo de cesión de esos derechos ¡a 30 años! Y no por 1o o por 20, como se comentaba. O sea, hasta más allá del año 2050. «No se hipoteca al club», afirmó para rematar cómicamente ese intento por justificar una operación desde luego apremiante y que seguirá dando mucho que hablar en el futuro.
El sorprendente y urgente interés de Laporta por cerrar ese acuerdo, si de verdad es tan potente para el Barça y tan malo para los fondos de inversión que lo han firmado, es, precisamente, lo que lo hace igual de sospechoso que la venta de Barça Studios a partir de que en su día se perdió la vista de la segunda fila de inversores una vez que los primeros fueron desapareciendo porque solo eran figurantes en una venta fantasma.
La vicepresidenta Elena Fort, tratando de despistar al barcelonismo, se refirió a inversores del Golfo Pérsico cuando todo el mundo sabe que dos financieras, una de Catar, conocida, y otra de Dubai, esta misteriosa, son las implicadas.
A propósito de esta segunda y generosa sociedad es donde surgen las dudas que desde el principio planteaba el propio Javier Tebas cuando recibió la documentación al límite del 31 de diciembre. Para LaLiga es reconocible el pagador y la transferencia de la firma catarí, que cubrió con el requisito de avanzar el 40% de su parte del acuerdo. No del otro 40% de la dubaití, irreconocible para el radar de LaLiga.
El día 2 de enero es cuando se registró finalmente ese ingreso cuyo origen sigue siendo ignoto con el interés creciente por parte de la directiva de que cuando menos se sepa de él, mejor. Y si fuera posible, mejor que no se llegue a saber quién o qué intereses están detrás de ese segundo pagador.
El rastro se pierde como en su día se perdió el origen de la compañía de origen chipriota que decidió invertir en Barça Studios bajo el impulso de Nipa Capital, como si fuera parte del acuerdo mantener en secreto la identidad de la compañía y, lo que aún resulta más extraño, no tuviera el menor deseo de beneficiarse precisamente de participar en un proyecto del FC Barcelona y de las ventajas mediáticas y de marketing asociadas. Lo mismo puede suceder con la identidad de este otro fondo de inversión, o lo que sea, que puso el dinero fuera de plazo según LaLiga y la Federación Española. A lo mejor la semana que viene se puede saber.