El día que fusilaron a Francesc Macià

¿No os pasa a veces que cuando hablan de algún actor, músico o político no estáis seguros de si está vivo o muerto? A mí me pasa a menudo. No me queda más remedio que googlear un rato para salir de la duda.

Al redactor del canal 324 que escribió la noticia de la ofrenda floral a la tumba de Francesc Macià en el cementerio de Montjuïc supongo que le debería pasar algo similar. Y acabó escribiendo que Macià murió fusilado. Y era una hipótesis factible, no tanto porque cuando murió todavía no había estallado la guerra civil en España como porque parece absurdo que se haga una ofrenda floral a un presidente de la Generalitat muerto hace 91 años por culpa de una apendicitis.

Las ofrendas florales se suelen hacer a personas que han muerto en circunstancias especiales, que han dado su vida en lucha por la causa en la que creían y que comparten los que mantienen la tradición de recordarlo. A Lluís Companys, por ejemplo, que sí que fue fusilado por militares franquistas en el recinto de Montjuïc. A Salvador Allende, a quien también recuerdan cada 11 de septiembre en Barcelona los que quieren mantener viva la llama y la filosofía del presidente chileno que se suicidó antes de entregarse a las fuerzas golpistas que se cargaron la democracia en su país. Muchos países tienen tumbas que recuerdan a los soldados muertos en combate o a las víctimas de atentados terroristas y depositan flores y hacen memoriales anuales en ellas.

¿Por qué se considera que depositar flores en la tumba de Macià es un acto institucional necesario cada año y que muchos partidos y entidades deben hacerlo ante las cámaras atentas de la televisión pública catalana? Pues porque Macià era independentista. Según los independentistas llevamos un montón de presidentes de la Generalitat. Dicen que Salvador Illa, el actual, es el que hace número 133. Pero de ofrendas florales sólo hacemos a dos: Macià y Companys. Hay presidentes de la Generalitat posteriores a ellos que, por lo que se ve, no se merecen este despliegue de flores, políticos y medios de comunicación. Josep Tarradellas murió el 10 de junio de 1988 tras mantener el prestigio de la institución durante 23 años en el exilio. Eso sí que tiene mérito. Pero sólo recuerdan su muerte algunos amigos y simpatizantes cuando el calendario nos lleva a ese día. Otro presidente catalán, José Montilla, lo hizo el 10 de junio de 2008, veinte años después de que nos dejara.

Tarradellas era de ERC como Macià y Companys pero los aniversarios de su muerte no son motivo de actos especialmente sentidos por parte de su partido y mucho menos institucionales. Así las cosas, es comprensible que los jóvenes de ahora, cuando ven el espectáculo político y mediático a que da lugar el aniversario de la muerte de Macià y la exhibición de banderas esteladas que se hace interpreten que murió fusilado.

Después de Tarradellas no ha muerto ningún otro presidente de la Generalitat. Habrá que ver si los que nos dejen en el futuro tienen derecho o no a ofrenda floral multitudinaria y a la presencia en directo de TV3. Seguro que no morirán fusilados y que los jóvenes redactores y locutores de TV3 no meterán la pata otra vez.

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