«Sigue siendo tabú hablar de racismo»

Entrevista a Safia El Aaddam

Safia El Aaddam

Filóloga, escritora y activista, con especialización en estudios árabes y hebreos. Posgraduada en salud mental, trabaja en cuestiones de género, procesos culturales y psicología dirigidos a migrantes, minorías y personas en situación de exclusión social. Es autora de Hija de emigrantes y ahora publica España ¿Racista? (Ediciones B).

España ¿Racista? ¿Toda? ¿De la misma manera…?

Podemos decir que España es racista porque nos referimos a un sistema y a una estructura que es racista por sí misma. Si creces en una sociedad que es sistemática y estructuralmente racista, evidentemente, se acaba siendo racista, quieras o no. Pasa como con el machismo. Vivimos en un orden patriarcal y, al final, la sociedad también lo es. Lo que pasa es que este ejercicio de reflexión se ha hecho con el machismo, pero con el racismo no. Por eso sigue siendo tabú hablar de ello. Porque no se ha reconocido.

¿El racismo, el machismo que mencionas, el propio nacionalismo (como derivada) y cuestiones similares no tienen algo de atávico? ¿Una herencia que arrastramos de un pasado oscuro, universal y difícil de combatir?

Detrás siempre hay una historia que no se ha explicado o que se ha explicado mal. A raíz de esto, la gente desconoce qué es lo que pasó, y las instituciones son las que reproducen esta ignorancia, tanto en ámbitos educativos como en general, de manera consciente. Porque sí que conocen la historia, pero tienden a malinterpretarla, a difundir una narrativa desde una perspectiva colonial.

¿Cómo se explica, como subrayas en tu libro, que se hayan borrado de la historia de España ocho siglos de historia de Al-Ándalus, además culta y avanzada? ¿Los historiadores españoles siguen dando la espalda a esta gran cuestión?

He estudiado la historia de Al-Ándalus, algo que está olvidado porque se ha escrito con la narrativa de los vencedores, y desde una perspectiva colonial, no real, claro. Es verdad que hay historiadores que ponen en duda el concepto de Reconquista y denuncian que eso se tiene que cambiar, porque no es verdad. Pero todavía es complicado. En los libros se sigue explicando una historia ficticia. Casi nadie sabe, por ejemplo, qué es y qué representó el pueblo amazige en Al-Ándalus.

¿La cuestión amaziga inspira tu reflexión en torno al racismo?

Para mí es importante hablar del pueblo amazige porque ha sido sistemáticamente borrado. Nunca ha tenido la oportunidad de poder decir quién es y qué ha hecho, porque se lo ha silenciado.

En tu libro también asimilas el racismo a un prototipo blanco, occidental… ¿No crees que el racismo va más allá, por instituirse en un canon universal?

El racismo es un sistema de opresión en el que las personas blancas, poderosas, oprimen a las personas racializadas, por su condición. Como tal sistema y estructura, ocurre que no sólo las personas blancas pueden ser racistas, sino que éste es imitado y ejercido por otros. Hay etnoracismo, racismo interiorizado, llevado a cabo por personas evidentemente con poder. Existe el colorismo, que discrimina según el color de la piel. Si eres, por ejemplo, una persona marrón, puedes discriminar a alguien que es más oscuro que tú.

¿No crees que la religión tiene mucho que ver con el racismo y, específicamente, con el relato de la Reconquista?

Planteo en el libro cómo la islamofobia es otro tipo de racismo. Se ha racializado la religión, y se ha dado a entender que el Islam es norteafricano. La islamofobia se ejerce también con personas que son blancas, pero musulmanas, a las que se las extranjeriza. Pierden su identidad e incluso su nacionalidad. Se consideran, simplemente, musulmanas, más allá de cualquier otra consideración.

¿Qué se puede decir de la pobreza y el racismo? ¿No es este determinante de aquella, hasta el punto de asimilarse?

Racismo y pobreza se interseccionan. Una persona rica siempre tendrá un trato más favorable. Sin embargo, no significa que esté exenta de sufrir racismo en algún momento de su vida. Por ejemplo, esto es algo que ahora se ve bastante claro en el caso de los futbolistas. Tienen una situación bastante privilegiada, también a nivel institucional, por ejemplo cuando se les otorgan nacionalidades de manera automática. Viven muy bien, no sufren, claro, racismo inmobiliario… Pero sí que es verdad que siguen recibiendo insultos racistas, porque no hacen lo que se espera de ellos o cualquier otra cosa. La gente lo tiene guardado, porque le interesa, y lo deja caer a la mínima.

¿Son quizás lo que denominas microrracismos la parte más cotidiana, visible y quizás hermosa del racismo?

Tenemos una idea equivocada del racismo, atribuyéndolo, por ejemplo, a los norteamericanos, donde la policía mata negros, o cuando es noticia una paliza a un emigrante. Nos olvidamos del racismo que hay en casa, y de las situaciones que viven día a día las personas racializadas, los migrantes. Miradas, gestos, palabras…, para poner de manifiesto las diferencias, la superioridad… Algo muy difícil de combatir, de superar. Mientras no se explique todo esto y se le haga frente, la gente seguirá haciéndolo. Es necesaria la conciencia de que el racismo es eso, que se reproduce de esta manera, aunque sea de manera inconsciente. Estos microrracismos afectan mucho, y muy mal, a las personas racializadas.

¿Qué es lo que llamas racismo institucional? ¿Una maquinaria burocrática que pasa por las leyes, las reglamentaciones, los partidos…?

No lo hacen porque les caigan mal personas de una procedencia o de otra, por el color de piel… Hay un racismo institucional porque las leyes por sí mismas son racistas y están hechas para discriminar a los migrantes por intereses. Por ejemplo, mantener a las personas en situación precaria para que hagan los trabajos que no quieren hacer los demás. Muchas veces, desde las instituciones, desde los gobiernos, se habla de racismo como si fuera una cuestión únicamente social, que es cosa de cuatro personas ignorantes. Y no es así. Es precisamente el racismo estructural, institucional, el que lo alimenta. Si dejas en la calle a menores sin papeles contribuyes a que personas de extrema derecha fomenten un discurso de odio. No vemos un antirracismo político realmente comprometido. Aunque la sociedad tampoco es inocente, sino todo lo contrario.

En cualquier caso, ¿no crees que el racismo habría que combatirlo disparando, sobre todo, contra su fundamento, el núcleo duro de la cosa, el gen cultural, ideológico…, que sigue actuando en la condición humana?

Sí, pero la cuestión es detectarlo, porque, generalmente se diversifica, multiplica, bifurca… Hay muchas formas de racismo. Se expresa, por ejemplo, en los libros. Después se traduce en comportamientos infantiles en la escuela, en las peleas de los barrios, agresiones, malas caras, insultos… No sólo de las personas, sino también desde las instituciones, que, teóricamente, están para velar por los derechos de las personas. ¿Cómo se puede permitir que mueran personas en las fronteras?

También eres muy crítica con el feminismo, digamos propio, en relación con el racismo. ¿Crees que, defendiendo una cierta idea de liberación de la mujer, por ejemplo, en relación con el velo islámico, se puede caer en el racismo?

Creo que el feminismo es también una lucha por la justicia y la igualdad de las mujeres respecto a los hombres. Partiendo de aquí, las feministas queremos igualdad y justicia social para todas las mujeres del planeta. ¿Qué pasa con el feminismo blanco, hegemónico? Pues que sólo tiene en cuenta a las mujeres blancas y lo que quiere es que las mujeres de otros lugares del mundo sean, se comporten, como las mujeres blancas occidentales. No tiene en cuenta la diversidad, ni entiende las necesidades que tienen las mujeres según su contexto. Aquí, por ejemplo, se puede estar luchando contra la brecha salarial, sin tener en cuenta que hay mujeres, muchas veces en situación irregular, que ni saben de qué va esto. Hay mujeres que pertenecen a otras culturas, a otras religiones, que son racialmente diversas, y son feministas. En Afganistán o en Irán, por ejemplo, hay mujeres feministas que luchan por sus derechos.

Volviendo a las religiones, ¿no crees que, no sólo en términos históricos, sino muy presentes, siguen siendo muy protagonistas de cosas como las que estamos hablando, a veces con su peor rostro, como pone de manifiesto el sionismo israelí?

Sí, la religión sirve de justificación de muchas cosas. Por ejemplo, en el caso de Israel, para justificar su sistema sionista y colonial. Pero los judíos que se manifiestan a favor de los palestinos son represaliados… Se interpretan los textos sagrados con fines políticos.

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