Una asamblea muda, sorda y ciega para Laporta

De nuevo, para aprobar el contrato de Nike, recurre al formato telemático

L’assemblea de dissabte aprovarà el pitjor contracte de patrocini amb Nike amb els registres d’assistència virtual més baixos de la història

Definitivamente, hoy sábado Joan Laporta presidirá la asamblea de la vergüenza, la sublimación de estos nuevos tiempos del neofranquismo barcelonista en el que los compromisarios, a pesar de la vigencia y reconocimiento estatutario de sus derechos de opinión, participación, interpelación y decisión, son sistemáticamente atropellados e ignorados por un presidente que ya no soporta a sus propios socios que lo eligieron mayoritariamente el 7 de marzo de 2021 para dirigir el FC Barcelona.

Laporta, con el visto bueno de una oposición con evidentes síntomas de depresión galopante y prematura, someterá el nuevo contrato de Nike a la aprobación de una asamblea que, ya se puede adelantar, dejará para la historia los peores registros de asistencia, tanto virtual como presencial, de todos los tiempos. Desde el punto de vista de las garantías democráticas, la convocatoria de esta asamblea extraordinaria supone la consolidación de una nueva dimensión del modelo social azulgrana, desde hace tres años sometido al poder plenipotenciario de Laporta. Y ello no porque los propietarios del club lo hayan delegado especialmente en su presidente, sino porque solo desde el secuestro de sus legítimos derechos estatutarios y desde la supresión de todos los mecanismos de control y de intervención asamblearia Laporta puede y necesita ejercer sus caprichosas y calamitosas decisiones.

Si se ha llegado a este extremo, a disponer una asamblea ciega, sorda y muda para aprobar el peor acuerdo de patrocinio con Nike desde 1997, ni más ni menos que por un periodo de 14 años y sin que los propios socios conozcan las cifras, las ventajas, los límites y el impacto real proyectado en las cuentas del Barça a lo largo de una década y media desde ahora, es porque Laporta ha utilizado el impresentable recurso de un decreto excepcional de los tiempos de la covid para imponer sus reglas y protegerse de la libertad de opinión mediante la solución telemática. También, hay que subrayar, con el silencio cómplice de la prensa, la no menos vergonzosa inhibición del poder político, que también podría retirar de una vez para siempre este vergonzoso decreto que a Laporta le da alas, la resignación de los propios socios y el patético y frustrante devenir de la oposición en todas sus formas y expresiones.

Será una obra maestra del arte de la manipulación de masas al más puro estilo dictatorial de una república bananera incrustada en el epicentro mismo de un club y de un país que se ha autoproclamado referente del progreso social y del respeto ciudadano por los derechos democráticos más elementales.

Precisamente, porque el Barça fue durante tantos años el refugio de este simbolismo, de la catalanidad y de la reivindicación de estas libertades a lo largo de los 40 años de dictadura, la dantesca realidad de un pequeño dictador presumiendo de su autoritarismo con absoluta descaro, exhibicionismo y total impunidad en unos tiempos como los actuales –al menos presuntamente– de garantías constitucionales en la materia debería haber hecho saltar todas las alarmas hace ya bastantes meses.

Con más razón y motivo porque fue el laportismo –eso sí, amparado y protegido por los poderes políticos, económicos, mediáticos, judiciales y soberanistas del nacional-pujolismo– quien denunció de manera feroz e imparable durante sus años de oposición cualquier indicio de desviación de los estatutos y de la gestión de Josep Lluís Núñez, Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu, es decir, de todos los presidentes desde su mayoría de edad menos Joan Gaspart, ahora convertido en otro palmero y servil compromisario a favor de la causa laportista.

Por los indicios evidentes del pánico que Laporta provoca con sus políticas de castigo y represión en todos los estamentos, incluido el nuevo Govern de la Generalitat, que bien podría intervenir en el asunto con más o menos sutileza, esta es una batalla que la sociedad barcelonista en conjunto ha perdido estrepitosamente, no se sabe si por culpa del efecto exilio en Montjuïc, que ha descolocado a los socios dejándolos sin hogar ni punto de reunión, o porque cuando el monstruo se ha dejado ver en toda su dimensión ya ha sido demasiado tarde.

Incluso todavía no hace ni un mes que le han permitido, sin críticas ni reacciones visibles y esperanzadoras, que presidiera y capitalizara el 125º aniversario de la fundación del Barça reescribiendo la historia como si entre Gamper y Laporta hubieran pasado cien años de oscuridad. Y hay muchos culés que se lo han creído.

*Puedes leer el artículo entero en el número 1602 de la edición en papel de EL TRIANGLE.

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