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Un país normal… ¿Realmente lo es?

Podemos perdonar errores humanos, pero los que se han producido de manera consciente desde que una DANA dejó caer lluvias de elevadísima intensidad en la provincia de Valencia para mí no lo son. Ignorar avisos de la Agencia Estatal de Meteorología alertando de lluvias de máxima intensidad, hacer anuncios públicos a través de la televisión a primera hora de la tarde (las 13 h) tranquilizando a la ciudadanía y afirmando cinco horas después (18 h) que la situación ya estaría normalizada y habría pasado lo peor, son sólo las primicias cronológicas del espantoso y fatídico desastre que se produjo después y cogió a la gente desprotegida, pasando a ser los protagonistas de la cuadrilla de desgarros posteriores que han conducido a la muerte y la desaparición de demasiadas personas.

La llegada casi a cuentagotas de la ayuda oficial quedó extremadamente compensada por la iniciativa de la ciudadanía, que sin más fue desde el primer momento solidaria, poniéndose manos a la obra para socorrer a aquellos que lo han necesitado de buen comienzo.

El desfile inicial de políticos lo aprovechó la oposición para iniciar ante las cámaras y los micrófonos, con toda premeditación y tranquilidad, una serie de reproches para continuar la práctica de lo que en castellano dice «quien siembra, recogerá», tal y como vienen haciendo desde hace años. Sólo había que añadir una visita real para orquestar actuaciones reprobables, con ataques verbales y físicos. Esta visita se puede leer de muchas maneras, de entrada cabe mencionar que el presidente valenciano no recibió ningún reproche ni empuje o golpe, como tampoco le cayó barro u objetos.

Dicho esto, las imágenes que se han visto por televisión horrorizan, pero no por la lluvia de barro particular hacia el séquito oficial sino porque transmitieron lo que se está obviando, la auténtica necesidad de la población, que no es otra que recibir toda ayuda para sobrevivir, para recuperar a sus muertos, para saber qué ha sido de sus desaparecidos, de cómo harán frente a las demandas de los bancos para pagar las hipotecas, de cómo resolverán dónde vivir, de cómo podrán volver a trabajar o estudiar, y de cómo tendrán sanidad, desde asistencia médica hasta disponer de productos farmacéuticos.

En fin, de cómo harán frente al día de mañana. Por si todo esto no fuera suficiente, hay otro aspecto igual o más importante que no es cuantificable. Hablo de los daños emocionales, los más lentos y posiblemente más difíciles de resolver. No pueden ser tratados poniéndote una tirita o limpiándolos con agua oxigenada. Muchísimas personas necesitan ayuda psicológica para aprender a digerir lo que han vivido y para saber cómo vivir a partir de ahora y encararlo.

Otra consecuencia importante, sobre todo para el resto de mortales que formamos parte de este país, es la manipulación extrema con la que políticamente se están conduciendo aquellos que han sido votados y aquellos que igual ni ha salido su nombre en ninguna lista electoral. Siempre hablan a la ciudadanía de que se debe mantener la unidad, pero ¿cuál? ¿La que reclama la derecha? ¿La de la izquierda del bienestar? Una vez más nos han demostrado que viven encerrados en sus torres herméticas, aunque cuando deciden salir lo estropeen y aún hoy no hayan entendido que muchos ciudadanos son capaces de pensar con entendimiento para decidir y actuar.

Las espantosas consecuencias de la DANA no podían ser evitadas pero sí minimizadas. No se podían evitar porque la cantidad de agua que cayó en poco tiempo en terrenos arcillosos y poco drenados tenía que hacer daño por fuerza. Pero sí es cierto que podían haber sido minimizadas si se hubiera mentalizado a la población preparándola con avisos de todo tipo, parando sobre todo las actividades académicas y laborales, restringiendo la movilidad con desviaciones el tráfico por carreteras y autopistas y parando el transporte terrestre y ferroviario. De haber funcionado correctamente lo que conocemos como Protección Civil y el servicio de emergencias que depende autónomamente de ellas, se hubieran visto muy reducidas las cifras de personas afectadas, las de desaparecidos y las de los que han muerto.

Me he enterado de que se quieren iniciar demandas penales. Y me pregunto si llegarán a iniciar demandas por el casi infinito gasto que supondrá para el erario público no solo limpiar, sacar escombros, retirar vehículos y todo tipo de objetos que las aguas han arrastrado, junto con los gastos de los cuerpos de seguridad que están desplazados para trabajar o mantener el orden público. Añadamos que las aseguradoras no pagarán por sí mismas sino que irá al cajón del Consorcio del que el Estado se hace cargo en un 51%.

Mi indignación es equiparable a la afectación que me producen el dolor y las carencias elementales de los valencianos. ¿Realmente es este un país normal?

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