Laporta se comió media hora de la gala del Liceu que no le correspondía

La desafortunada sed de protagonismo del presidente arruinó el rigor y el sentido institucional de una fiesta marcada por las ausencias de peso de Messi, Guardiola, Iniesta y Pujol, que directamente se negaron a participar en otro aquelarre presidencialista

La gala del 125è aniversari del Barça - Foto: FC Barcelona

Se veía venir desde muy lejos. Joan Laporta fue el único barcelonista que no lamentó, más bien al contrario, que ni Leo Messi ni Pep Guardiola ni Iniesta, Puyol o Ronaldinho asistieran a la gala del 125º aniversario del FC Barcelona. En ese enorme vacío provocado por ausencias que descalifican por sí mismas la celebración de una fiesta tan poco identificable con el último cuarto de siglo barcelonista, el periodo de mayor gloria internacional del club, dominando el planeta fútbol con jugadores de casa y un estilo identitario, único e imbatible que no habría imaginado ni Joan Gamper en el mejor de sus sueños, Laporta vio la oportunidad de convertirse en el gran protagonista de la noche.

Y lo fue, sin duda, porque lejos de entender que las inexcusables bajas son, lamentablemente, el reflejo de la repulsión y el rechazo que su figura empieza a provocar sobre todo en quienes, desde la distancia, son capaces de distinguir sus tics totalitarios, egoístas y manipuladores, su reacción fue creerse muy por encima de quienes no quisieron formar parte de otra de sus megalómanas exhibiciones y convertirse en la estrella de la fiesta.

Para desesperación de TV3, que realizó el esfuerzo de programarla en directo porque les prometieron la asistencia de Messi y del resto, Laporta se comió media hora de la gala sin encomendarse a nadie. Le pautaron un discurso de siete minutos y casi llegó a los cuarenta, excediéndose en más de media hora, habló más que los dos presentadores juntos -finalmente, tan insípidos como innecesarios- y consiguió, desde luego, mucha más cuota de pantalla que nadie, arruinando el presunto y exigible esplendor institucional del 125º aniversario, relegado después de todo a un corto documental comprado a una productora y poca cosa más.

Con su discurso exagerado y acaparador, excesivo, no consiguió otra cosa que subrayar la magnitud de ese enorme vacío provocado por la espantada de tantos pesos pesados. Cada uno por diferentes motivos, aunque también cogidos de la mano por un cierto sentido solidario y la percepción común de que Laporta no es de fiar, Messi y su generación de oro, incluido Pep Guardiola, evitaron la foto con él y, de paso, impidieron que se aprovechara del sentido de la responsabilidad y el compromiso con el club de estar en un día tan señalado por encima de las relaciones personales.

Muchos de los que respondieron lealmente a la llamada del Barça desde ese sentimiento y vínculo emocional con el barcelonismo se arrepintieron el mismo viernes por la noche de haber asistido y sufrir en sus propias carnes que el primero en no asumir el rol institucional que le tocaba fuera el presidente. Vergonzoso e inaceptable el trato de perdonavidas que dispensó a los expresidentes y exdirectivos, e impresentable, por su parte, no haber invitado a Evarist Murtra, el que fuera su mentor y mejor asesor de su primer mandato en venganza por sus críticas de los últimos meses sobre la pésima gestión del club y por recomendar a los socios no aprobar las cuentas en la última asamblea.

La misma forma de proceder, dictatorial y franquista, con los socios en general desde su regreso a la presidencia, con la represión y el exterminio llevado a cabo con las peñas y, en la misma semana, con la grada de animación, también por proferir gritos contra la directiva.

Laporta, ahora ya convertido en el reyezuelo del 125º aniversario, autocoronado de forma un poco caricaturesca y sórdida ante el silencio de la marginada estructura social y el entusiasmo servil y no menos lamentable de la prensa mayoritaria, presidió un acto más musical que otra cosa porque no podía ser de otro modo después de haberlo dejado en manos de David Carabén, antes músico que barcelonista por mucho que diga.

Igualmente, pasado ese 29 de noviembre que había de ser el día uno del nuevo estadio -otra promesa embustera- la inscripción de Dani Olmo sigue en el aire y el pufo de Barça Studios le sigue dando la razón al auditor.

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