El historiador Enric Ucelay-Da Cal considera que el proceso independentista catalán «está mucho más vinculado a los discursos del pasado, en los años treinta, que a la realidad del presente». Lo afirma en una entrevista en Catalunyaplural.cat en la que habla de la revisión de su libro «La Cataluña populista», que ha publicado la editorial Taurus (Penguin Random House). En la entrevista, señala que «ahora hay una sociedad que no tiene absolutamente nada que ver con la Cataluña de los años treinta, que no llegaba a los dos millones de habitantes. Ahora estamos en una sociedad que en 2017 tenía siete millones, se está multiplicando rápidamente y ahora tiene ocho. El procesismo está basado en mantener discursos que vienen del siglo XX. Para mí lo que es impactante ahora es ver cómo los discursos que dominan en los años treinta, que son recuperados durante la transición, son sostenidos por el procesismo. Pero la sociedad catalana actual tiene poquísimo que ver con la sociedad catalana de hace noventa años. Y lo mismo se puede decir de España. Es otro país».
Ucelay-Da Cal diferencia entre los independentistas tradicionales, cuya herencia entiende que asume la CUP, y lo que llama «los indepes», que serían «una radicalización dentro del pujolismo». «Son a los que en los años noventa les llamaban talibanes, que tienen la idea de que los catalanes deberían ser monolingües. Si vas por el mundo con solo un idioma y tus élites solo hablan un idioma, vas mal», dice recordando que buena parte de su obra la ha escrito en catalán. En relación al aumento del apoyo al independentismo en los años del ‘procés’ afirma que «tiene éxito porque es un fenómeno, en buena medida, negacionista. Se quiere que la Cataluña del XVI y el XVII sea la del presente; la de los dos millones, no la de los siete u ocho actuales. Existe la obsesión por la migración andaluza de los años 50-60, pero no se mira ni la enorme inmigración de principios del siglo XXI ni la continuidad de esta migración. Cataluña era una sociedad que en los años 20-30 del siglo XX, tenía unas características de etnicidad relativamente claras, e incluso visualmente claras, la gente se parecía físicamente. Ahora es una sociedad mixta racialmente, culturalmente. No es extraño oir todo tipo de idiomas por las calles de Barcelona, y no es particularmente con mayoría del catalán, lamentablemente».
«La realidad catalana social actual, lo que vemos si cogemos hoy el metro y vamos a L’Hospitalet es otra cosa, muy diferente a como era la Cataluña de 1924. La relación de Barcelona con Madrid ha cambiado radicalmente. La Barcelona de 1924 a 1934 o 1936 o 1937 es una ciudad que está muy por delante o está en camino de estar muy por delante de Madrid. Llegó a tener más población pero ahora tiene la mitad, como capital y como área metropolitana. Madrid era una ciudad cortesana, funcionaria. Esa idea de los gandules en Madrid, los trabajadores en Barcelona, que en Barcelona se trabajaba y en Madrid no, ya no es verdad», asegura.
Considera que no se puede comparar las proclamaciones republicanas hechas por Lluís Companys y Francesc Macià el 14 de abril de 1931 y por Companys el 6 de octubre de 1934 con la declaración unilateral de independencia liderada por Carles Puigdemont el 27 de octubre de 1937. De Puigdemont cree que no tiene a Companys como referente. «Quien tiene en la cabeza y tiene una auténtica obsesión con él, creo yo, es a Macià. Puigdemont quiere ser Macià, pero no el Macià presidente de una Cataluña autónoma o en proceso de conseguir una autonomía dentro de España sino el Macià separatista radical de los años de la dictadura de Primo de Rivera», dice Ucelay-Da Cal.
En cuanto al futuro de Cataluña opina que vivimos un «momento muy extraño. ¿Qué hace un país pequeño? ¿Qué propósito económico, social, efectivo tiene este país pequeño? ¿Convertirse en un súper Las Vegas? No es un planteamiento negativo aunque puede parecerlo por mi parte. Yo no tengo problemas para vivir en una Cataluña independiente, mientras me pague la pensión. Si empieza a haber tiros en cada esquina, también tengo problemas. Es muy fácil hablar de un cambio de soberanía cuando el cambio de soberanía no asume el tomar control de la sociedad. Porque las instituciones están arriba pero la calle está ahí abajo» dice y añade que «hoy tenemos un sistema de comunidades autónomas, donde el Estado cede a una región toda una serie de poderes que en principio son estatales, y los administran las comunidades autonómicas. Esto es, estructuralmente analizado en términos de derecho, lo que es España hoy. Una solución podría ser un sistema federal. Ha habido sectores socialistas que han insistido en esta opción. Podría ser una manera de acabar de reglamentarlo todo y de resolver problemas pendientes, concierto económico por aquí, concierto económico por allí».