¿Dónde están las lecciones a aprender del «Gloria», las lecciones del «Filomena», del «Daniel», del «Denise», «Gerard» y así podríamos seguir indefinidamente con nombres que ahora ya no recordaremos, pero que han hecho o hicieron no pocos estragos, destrucción, muertes y grandes pérdidas en la orilla mediterránea, en España, Cataluña, Baleares, País Valenciano, sur de Francia, norte de África, Soria, Sicilia, etc.?
Más allá de las políticas de mitigación y la transición energética, donde ya vamos tarde, ¿cómo están las políticas de adaptación y prevención de riesgos?

Cada vez que se producen estos fenómenos, sobre todo si hay daños cuantiosos y víctimas, parecería que se quieran sacar lecciones, se replantean actuaciones hechas o débiles para que en un futuro no vuelvan a pasar, pero pasados los meses, poco a poco se va olvidando lo que sucedió y volvemos a la (falsa) normalidad en la que estamos. Y vamos tirando con declaraciones de zona catastrófica, que de hecho son paliativos más costosos, como hace tiempo se está advirtiendo, que si hiciéramos prevención.
No se reconoce la tropicalización del Mediterráneo y todo lo que significa. ¡Como si no estuvieran escritos, publicados y documentados, desde hace muchos años, los efectos e impactos del cambio climático en el Mediterráneo occidental (si me permitís, yo mismo con un informe a la responsable por Europa del IPCC, en 1999)! ¿Que no se ha repetido y advertido últimamente del calentamiento por encima de la media del mar balear, muy cerca de los lugares afectados, en un Mediterráneo que se calienta más rápido que otros mares y océanos y en un marco de nuevos fenómenos extremos, que ya hemos bautizado «tiempo violento», con DANAs, tornados, tormentas,…? (¿Ya hemos olvidado La Bisbal d’Empordà y Sant Pere de Torelló?).
Resulta sorprendente que una vez más se vuelva a la narrativa de la orografía (del País Valencià, en este caso, ya lo sabemos), del urbanismo y creciente asfaltado por todo lo alto que impide absorber el agua (ya lo sabemos), de la construcción todavía y edificación en zonas inundables, que viene de hace años (lo sabemos y no hacemos nada). Todo esto no es nuevo, ni en el País Valencià, ni en la Costa Brava, ni en la bahía de Roses, ni otros lugares de nuestra geografía.
Hace poco se volvía a recordar por diferentes medios la cantidad de ayuntamientos catalanes que todavía no tienen hoy el plan de emergencia o lo tienen caducado. ¿Cuántas veces a lo largo de los años que hace colaboro en este semanario habré insistido en esta anomalía o irregularidad, que recuerda la eliminación por parte del actual gobierno valenciano, de la Unidad Valenciana de Emergencias? ¿O que los dispositivos de alerta anticipada no funcionaron?
En septiembre de 2023 escribía en el Diari de Girona «De Libia a Cataluña: lecciones», pues bien, el caso de la tormenta «Daniel», que provocó miles de muertos, es similar a lo que ha sucedido ahora. Allí también se focalizó la crítica en dos embalses que colapsaron. Si hubieran estado en buen estado no hubiera habido tanta mortalidad. Muy bien, correcto. Pero ni allí con 800 litros por metro cuadrado, ni aquí con 500 (630, en la localidad de Toris -Terra Alta-), poco se hubiera podido hacer, para evitar el grueso de daños, pérdidas y destrucción. Salvo que una buena alerta anticipada, con carácter vinculante y normativo, como la alerta de evacuación en Florida que hace poco ordenaron las autoridades de EEUU, con Biden al frente, ante el huracán Milton, hubieran permitido la salida de la población de la ratonera en que se convirtieron estas comarcas valencianas.
Pregunta: si en Cataluña no tenemos todavía, para más inri, ni planes de emergencia en un 50% de los ayuntamientos de la costa, ¿alguien cree que las autoridades, sea a nivel de estado, de Cataluña o locales, aprobarían un aviso en el móvil, de alerta máxima y orden de evacuación de, por ejemplo, las localidades de la bahía de Roses? Y digo bahía de Roses, porque después de la orografía de Valencia, una de las más susceptibles de facilitar con un levante huracanado o una DANA, estragos como el que hemos visto en Valencia es el Alt Empordà, por más fama que tenga el Maresme.
Retengamos un último dato, en Cataluña, los temporales de más de 200 litros en 24 horas, en un marco de sequía, ganan frecuencia cada año. ¿Para cuándo planes de emergencia y actuaciones con más rigor con la declaración de emergencia climática de la Generalitat?