«Nos insultan muchas veces en los partidos, llamándonos moros»

Entrevista a Paco Martín

Paco Martín

Procede del periodismo y la docencia. Trabajó a lo largo de dos décadas en TVE. Dio clases en la UAB, donde fue vicedecano. Ahora, lo hace en la Universidad de Girona. Participa en el proyecto «Goals for change», orientado a crear una nueva narrativa sobre emigración, a través del audiovisual y del fútbol. Exposición en la Nave Bostik, en Barcelona, a partir del 30 de octubre (C/ Ferran Turné, 1-11).

¿De qué va «Goals for change»?

A raíz del último Mundial de fútbol, Ofelia de Pablo, Javier Zurita y Pablo Tosco lanzaron el proyecto, que ha sido apoyado por la beca Art for Change, la Fundación LaCaixa y Canon Europa, en el que se utiliza el fútbol como herramienta de integración. Establecimos contacto con ellos y acordamos hacer algo conjuntamente, partiendo de la convicción de que uno de los problemas más graves que hay en el tratamiento de la emigración en los medios de comunicación es la falta de la primera persona. Normalmente, la gente migrada sólo habla en situación de conflicto, y no siempre. Y no queremos hacerlo nosotros, sino ellos mismos, los emigrantes. La exposición no es más que la visión de estos chicos de su entorno.

Cuando hablas de «nosotros», ¿a quién te refieres?

Nacimos, con el nombre de Darna (Tu Casa), como asociación en el Raval, apoyando a emigrantes jóvenes, sobre todo con clases de catalán, castellano e inglés, y también de árabe. Con el tiempo, los chicos empiezan a ver el local como un lugar de referencia, y hablan de hacer más actividades. Ellos fueron los que nos propusieron empezar a jugar al fútbol. No estábamos muy familiarizados con el tema, pero hicimos una apuesta y entramos en una liga de fútbol sala. La experiencia fue buena, y de ahí pasamos al fútbol competitivo. Inicialmente, nos asociamos a un club y, finalmente, decidimos tirar hacia adelante por nuestra cuenta. Nos metimos en un lio impresionante, lo superamos y llevamos cuatro años compitiendo.

¿Por qué el fútbol, precisamente?

Concibo el fútbol como una herramienta de integración. Como casi todos los deportes mayoritarios, de repente se convierte en una escuela de vida. A través de él, los chicos pueden aprender e interiorizar valores que en otros lugares se imponen de manera casi obligada. Entienden que estos valores son fundamentales para circular por la vida. Aprenden a valorar también el trabajo en equipo, a entender que la responsabilidad es un tema fundamental. Empiezan a entender que las cosas hay que saberlas pedir. Se tenga o no razón, hay que ser una persona educada… Entendemos que todas estas cuestiones son principios de vida. Somos un equipo de 22 jugadores y entrenamos en el campo de la Barceloneta.

Como otras grandes cuestiones, se tiende a hablar de emigración en abstracto. Sobre el terreno, ¿qué cariz adquiere la conversación? ¿Deriva fatalmente hacia el racismo? ¿En torno a qué? ¿Procedencia, sexo, color de la piel, nivel de renta?

Fundamentalmente económico. Y relacionado con los prejuicios a no sé qué personas. En Marbella, respecto a la población marroquí, no estaríamos hablando de racismo. Lo haríamos de turistas ricos. Aquí sí, porque nos referimos a personas pobres. La Federación de Fútbol se llena de mensajes (y está muy bien), de «luchamos contra el racismo». Vinícius pone a España en solfa porque dice que es un país racista. En nuestro día a día, el de los partidos, sí que hay racismo, sinceramente… Y sí que creo que estamos en un país racista. Por descontado, no a los niveles de algunos otros. Pero sufrimos una de sus peores expresiones, que es el racismo latente. No es explícito, como otros, pero se manifiesta, por ejemplo, en quien dice, «estos son moros…». Nos insultan muchas veces en los partidos llamándonos «moros«. Esto nos obliga a un esfuerzo de contención. No nos podemos permitir que, a un insulto racista, uno de nosotros responda con un puñetazo.

Todo ello, a pesar de ser de un país muy de emigración…

Sí, por descontado, somos un país básicamente emigrante. Hemos exportado personas durante buena parte de nuestra historia. ¿Qué fueron a hacer a Alemania gente de la generación de nuestros padres? Yo soy hijo de la emigración andaluza. Mis padres son de Granada. De repente, parece que nos hemos olvidado de eso, y tenemos mentalidad de novedosos. Además, lo dicen los expertos, los números, nuestras cuentas de la Seguridad Social no saldrán, porque nos hacemos viejos y no hay suficiente gente joven trabajando. Las fobias contra la emigración están amparadas en los prejuicios. El racismo latente se vive en la calle. Los chicos me explican que lo viven, que, si se acercan a unas chicas, lo primero que hacen es esconder el móvil… Haciendo una práctica con una cámara de televisión por el Raval, un chaval se retrasó 20 metros. Cuando me giré estaba con dos policías, que lo habían parado. Se relajaron sólo por mi acento. «Entienda –me dicen– que donde estamos…, un chico así… (moro), con una cámara buena…».

¿Qué se puede decir de las instituciones y los mismos partidos que, de manera reduccionista, sitúan la emigración en un espacio acotado, cuando, por su naturaleza, es una cuestión transversal, compleja, de carácter social, económico, cultural, histórico…?

Creo que falta espíritu crítico. El racismo se acaba con el conocimiento. Cuando, de repente, tu vecino de arriba deja de ser el dominicano que hace ruido, para ser Jonatan. Cuando a una persona le pones nombre y cara, la gente mayoritariamente deja de ser racista. Existen lugares donde hay mucha conflictividad y no hay tanta población extranjera.

¿Qué parte de responsabilidad concierne a los medios en la creación de este clima de recelo?

El discurso que fomentan los medios de comunicación es mayoritariamente negativo y lleno de prejuicios. Los expertos dicen que esta narrativa se ampara en el prejuicio y el tópico y, además, acaban generando actitudes racistas. Con impulsos maniqueos, se va construyendo un imaginario del mundo de buenos y malos. Y una mentira, repetida sistemáticamente, se acaba convirtiendo en una verdad. Un discurso negativo sobre la población emigrada acaba repercutiendo en la imagen que nos hacemos. Se le atribuyen delitos que no cometen. Pero, claro, como no tener papeles se considera un delito… Y, encima, las estadísticas confirman que emigración y delincuencia es una falsa ecuación. La mayoría de la población carcelaria en España es de españoles.

¿Por qué se obliga a los emigrantes a aprender catalán y, por ejemplo, a mí, que soy vasco, no, más allá de mi condición de ciudadano español?

Hay un momento en Cataluña que se apuesta por emigración no castellano-hablante. Desde el poder entienden que si vienen personas latinoamericanas, que ya saben español, no aprenderán catalán. Si llevas a gente que no tienen el castellano como primera lengua es más fácil que aprendan catalán. Esto resulta preocupante, en primer lugar, porque estamos atribuyendo a las lenguas características que no les corresponden. Una lengua debe ser una herramienta de comunicación. Y si esto se sustituye por cuestiones políticas o de otra índole, el primero que lo pagará será el mismo idioma.

Hablando de fútbol y racismo, ¿el fenómeno Yamal, los hermanos Williams… vale, como la fotografía, más que mil palabras?

Sí, contra los Williams, muy poca gente será racista, pero contra un Williams desconocido que juega en la cuarta catalana es muy fácil ser racista. Si alguien le llama a Vinícius «negro de mierda», mañana es portada, y seguramente será citado a declarar. A nosotros cada dos por tres alguien nos insulta, y no pasa nada. Estamos en una sociedad racista, algo que quizás empieza en la misma escuela. Al final, faltan elementos de normalización. ¿Cuántos presentadores de telenovelas gitanos hemos conocido? Llevan aquí más años que muchos de nosotros, y todavía los consideramos de fuera. El otro día me decía Jordi, de 18 años, con padres senegaleses, que le preguntaban «y tú de dónde eres». Catalán. «No, no, de dónde eres, de verdad…». Algo que si fuera rubio nadie le preguntaría.

Si hubiéramos mantenido esta conversación hace 2.000 años, en un contexto más primario, aislado…, podría tener sentido. Pero hoy en día, con un mundo que se nos ha hecho pequeño, es todo lo contrario. Parece absurdo hablar de racismo, xenofobia… En cualquier caso, ¿alguien o algo puede parar la aspiración de las personas de vivir donde quieran y como quieran?

Siempre hemos emigrado. Todos, en todas partes. Hoy estás aquí, y mañana vete a saber dónde. La gente emigra y aquí no llegan los más pobres, que ni siquiera piensan en abandonar su condición. En muchos casos viene gente formada. Somos tontos, si no sabemos aprovecharla. El racismo, al final, es pura ideología.

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