Carles Puigdemont ya tiene su maquinaria trabajando a todo trapo. En el congreso que Junts per Catalunya (JxCat) celebró los días 25 en 27 de octubre, el líder posconvergente tuvo la habilidad de distribuir en el tablero político del soberanismo sus peones políticos para que nada se le escape y para asegurarse que sus manos están libres para poder tomar las decisiones que más le convengan personalmente en el futuro.
En el congreso, unos subieron al cielo y otros bajaron al infierno. Los partidarios de Laura Borràs, por ejemplo, fueron barridos del mapa. La también expresidenta del Parlament no tuvo ninguna más opción que retirarse de la presidencia ante la llegada imparable de Puigdemont. Desde un primer momento vio que sus fuerzas eran infinitamente más pequeñas que las del expresidente. Perdió la batalla sin que su contrincante estuviera personalmente al frente de las fuerzas rivales. Y enseguida vio que Puigdemont le podía ganar también la batalla de la militancia, la que la había encumbrado a ella hacía solo un par de años. Laura Borràs pasó de ser la preferida de la militancia, la que embelesaba el público con sus arengas, a irse con la cabeza baja por la puerta trasera de Junts sin chistar.
El 28 de julio del 2022 comparecía públicamente y decía: “No renuncio. No me doblo. Y no me han vencido: porque continúo afirmando que no hay objetivo más bello que la libertad llena de mi país. No me rindo!”. Este 27 de octubre del 2024, lanzaba la toalla sin luchar, consciente que ya había sido vencida. Fue una despedida caballerosa, sin malos gestos ni palabras malsonantes, pero también fue el pistoletazo de salida para una nueva etapa de Junts, un partido nuevo hecho de caras viejas.
Puigdemont se deshizo de la vieja guardia, excepto de la que le interesaba: su alianza con Jordi Turull le dará paz interna en Junts durante años. Entre otras cosas, porque a la formación se es consciente que el mismo Puigdemont es el mejor activo que tienen y saben que no pueden prescindir de él. Y una vez apartada Laura Borràs y aislado Turull a la secretaría general, Puigdemont supo colocar en las vicepresidencias personas leales a su figura.
La jugada maestra es la potenciación de Mònica Sales, la portavoz parlamentaria, situada ahora a la cúpula de Junts. El presidente del grupo parlamentario, Albert Batet, con quién Turull se ha entendido muy bien, con quien teje alianzas y con quienes ha conspirado en más de una ocasión para limitar los movimientos de Laura Borràs, ha quedado fuera del poder. Será más una figura emblemática u honorífica en su función que otra cosa. Quién mandará en el grupo y dirá lo que tienen que hacer los diputados será la portavoz, Mònica Sales, ahora sentada “a la derecha del padre”, en las alturas. Este gesto con Sales significa restar margen de maniobra a Turull, que se tendrá que conformar con su ascendencia sobre Míriam Nogueras, también nombrada vicepresidenta. Es el único peón con quien cuenta Turull en la cúpula. Los otros dos vicepresidentes, Josep Rius y Antoni Castellà, son de la confianza total de Puigdemont, y por eso el secretario general se ve constreñido a un cargo que se verá eclipsado en ocasiones por la presidencia o por alguna vicepresidencia.
Sin embargo, Turull podrá contar con el apoyo de la secretaria de Organización, Judith Toronjo, líder de las juventudes del partido, y con la responsable de Finanzas, Teresa Pallarès, que, a pesar de que fue fichada por Puigdemont (proveniente del PSC), mantiene una buena sintonía con el secretario general. En cambio, cayó en picado la estrella de Anna Navarro, la número 2 de Puigdemont en la lista de las autonómicas, un fichaje estrella que ha acabado estrellado, con una trayectoria que fue hinchada para venderla como una estrella de Silicon Valley cuando por tierras americanas no pasa de ser una ejecutiva de tercera o cuarta fila.
Reparto engañoso
En la Ejecutiva, Puigdemont ha hecho un reparto de poderes beneficioso para sus intereses. Los tradicionales cuadros de Convergència tienen su parcela, igual que los más radicales e incluso los moderados, el principal exponente de los cuales es Jaume Giró. Este reparto aparentemente (solo aparentemente) salomónico evita fricciones internas y que ninguna de las corrientes internas pueda sentirse excluido. Puigdemont hizo los mínimos nombramientos para justificar su hipotética decisión de incorporar todos los sectores, aunque algunos quedarán más reforzados que otros.
El poder dado a Antoni Castellà, que una semana antes había formalizado la integración de su partido, Demòcrates de Catalunya, en Junts, es una de las piezas clave del rompecabezas posconvergente de los próximos años. Castellà es un conspirador nato y lo sabe hacer. Conspiró contra Josep Antoni Duren Lleida y ahora ha prometido lealtad a Puigdemont. Por algo fue nombrado portavoz del Consell de la República. Esta dualidad de cargos escenifica el verdadero interés del líder supremo de JxCat: establecer un paralelismo entre el Consell y el partido, incorporando en la cúpula de este sus principales activos del primero. Por algo forman parte del ejecutiva nombres como Teresa Vallverdú o Aleix Sarri, dos de los principales apoyos exclusivos de Puigdemont en el partido y en el Consell.
Castellà ya ha dado muestras de cuál será su lugar dentro de la ejecutiva. No será un simple florero o la cuota de un partido amigo integrado en Junts, sino que será algo más: una prolongación del líder ausente. De momento, ha sido el que ha empezado a marcar el tablero de juego con el Gobierno central, lejos de dejar esta cuestión en manos de Nogueras, que es la jefa de lista de la formación en el Congreso de los Diputados. “El gran debate que tenemos ahora son los presupuestos. Ellos saben perfectamente que contar con presupuestos es tan fácil como si se respeta el nivel de techo de gasto que estamos planteando, repartiéndolo a tercios entre ámbito municipal, Estado y comunidades autónomas. Y hay un gesto contundente a hacer antes de este debate respecto a la falta de ejecución real de los presupuestos. Lo que estamos diciendo es que incrementar el techo de gasto son 2.000 millones más para el Govern del señor Illa. Si usted ni siquiera me ejecuta el 100%, pues, mire, condóneme el FLA. Como mínimo”, dijo el nuevo miembro de la cúpula de Junts en el programa El Matí de Catalunya Ràdio.
Un dirigente de Junts explica a EL TRIANGLE que, con Toni Castellà marcando el paso, el partido ganará en estabilidad, concreción y contundencia. “En realidad, aunque pueda parecer un extremista, Castellà es muy pragmático. Su labor será fundamental, y por eso fue elegido vicepresidente por Puigdemont. Sabe modular muy bien el mensaje y poner al partido en el centro, que es lo que se pretende. En los últimos meses, ERC se había adueñado de este centro político y es hora de apartarlo de esta posición. En esta nueva etapa, Junts no renuncia a nada, y esto quiere decir que sigue vigente el resultado del referéndum, pero también el diálogo con Madrid y con el PSOE. Castellà es uno de los que puede pilotar estos dos extremos, que parecen contradictorios, y que se pretende que formen parte del nuevo ADN de Junts”.
Anular ERC
La orden de Puigdemont es marcar perfil para anular ERC, afirman en Junts. Y Castellà esto lo sabe hacer muy bien. De hecho, es una de sus especialidades. Con una Esquerra en horas bajas y con una cruenta guerra interna, Junts lo tiene muy bien para adueñarse del tablero independentista. “En Junts se cree que, en cuatro o cinco meses, ERC volverá a sus orígenes, es decir, a ser un partido más pequeño que puede ejercer de partido bisagra y que tendrá como principal misión apoyar el gran partido soberanista en el cual aspira convertirse JxCat”, dicen en la formación. Una vez Puigdemont domine la situación del espectro independentista, será la hora de provocar elecciones generales para acabar de dar el golpe de gracia a ERC y sacar provecho de la situación. “Estamos convencidos que en unas elecciones generales a medio plazo, Junts quedará como segunda fuerza política después del PSC en Cataluña y, además, a distancia de ERC”, razonan.
La estrategia de Puigdemont es ser el gran líder independentista de un partido que quiere convertirse en imprescindible, tanto en Barcelona como Madrid. “Seamos rigurosos: a corto plazo, la independencia es una quimera. Nadie puede prometer la independencia de hoy por mañana. Nunca habíamos estado tan cerca como el octubre del 2017 y no se llegó, porque la independencia es algo más que frases grandilocuentes. Es un ejercicio mental colectivo y un movimiento que tiene que ser mayoritario, o no será posible. Partiendo de esta base, la hoja de ruta es trazar planes para poder llegar a la meta sin quemarse por el camino. Y esto solo se puede materializar haciendo que el partido sea imprescindible para la estabilidad y la gobernabilidad, y poniendo sobre la mesa una hoja de ruta creíble y posible. Puigdemont sabe que tiene que ofrecer a los catalanes recetas ganadoras, pero que no puede vender más humo. Y por eso tiene que aspirar a materializar una declaración de independencia, pero siguiendo pasos lógicos y no prometiendo imposibles. ¿Podemos llegar a la independencia? Sí. Habrá que luchar mucho y vencer muchos obstáculos, pero sí. No será en esta legislatura, posiblemente tampoco en la próxima, o incluso hay que pensar en 20 o 30 años, pero se tienen que hacer pasos para crear el momentum en qué sea posible hacer el gran paso. Y este momentum tiene que ser liderado por Junts. Hacia aquí nos dirigimos”, afirman a la formación posconvergente.
Las ponencias de Junts lo dicen claramente: “El objetivo estratégico de Junts continúa siendo lograr la independencia de Cataluña […]. Somos el centro del independentismo catalán y necesitamos a todo el mundo […]. Tiene que ser un partido útil y fiable […]. Somos la única opción independentista capaz de vertebrar una alternativa rigurosa y solvente a la actual mayoría españolista y hacerlo como un partido nacional, como un frente que, tal como ya quedó fijado en el congreso del 2022, actúe desde el pluralismo ideológico que se expresa en sus tendencias internas”. La carta a la manga de Puigdemont, ya lo avisó a sus correligionarios, es muy concreta: “Si la vía de la negociación no da frutos, o se alarga de manera estéril, no renunciamos a la plena independencia”. O sea, a la vía unilateral. Al todo se vale. O a volver a empezar el proceso. Verdaderamente, los que no han aprendido nada de sus experiencias están condenados a repetirlas, como en una rueda de hámster sin fin.
Puedes leer el artículo entero en el número 1596 de la edición en papel del EL TRIANGLE.