Jordi Pujol y Alberto González Amador, dos delincuentes y un destino

Jordi Pujol reconoció hace diez años que ocultó una fortuna en el extranjero mientras fue presidente de la Generalitat. Delinquió y lo reconoció. Es, por tanto, un delincuente. No hace falta darle demasiadas vueltas. La justicia debería determinar qué condena merece por su conducta delincuencial. No tengo nada claro que lleguemos a ver nunca el juicio en que esto se aclare.

Alberto González Amador llegó a un acuerdo con la Fiscalía y reconoció haber cometido un fraude fiscal de 350.000 euros mediante una trama de facturas falsas. El acuerdo consistía en aceptar una condena de ocho meses de cárcel que le ahorraba la pérdida de libertad. Otro delincuente, pues. A González Amador no le gusta que le recuerden que ha cometido delitos y se ha querellado contra quienes le califican de delincuente. En su caso sí veremos varios juicios. A ver a qué conclusiones llegan porque la justicia es un pozo de sorpresas.

Pujol no se ha querellado contra nadie pero sus seguidores se refieren a él como «muy honorable» y se ponen hechos unas fieras cuando se le trata de delincuente.

A los independentistas condenados por distintos delitos y amnistiados entiendo que no podemos calificarlos de delincuentes. La amnistía borra los delitos y aquí paz y después gloria. Algún terco preferiría hablar de “aquí paz y después lo volveremos a hacer”.

Pujol no volverá a hacer lo que hizo. Tiene 94 años y suficiente trabajo tiene con aclararse sobre si es independentista o no lo es. Sus hijos sí pueden volver a hacer fechorías y delitos. Veremos qué planes de futuro tienen.

González Amador va de ‘chulo’ por la vida y de la mano de la Brunete mediática madrileña y de algún juez amigo confía en salir bien librado del lío en el que se ha metido con sus delitos. De momento, su compañera, Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, va diciendo que Hacienda persigue a los buenos ciudadanos y que todo es una conjura de Pedro Sánchez para darle la puñeta y tratar de cargársela.

Robin Hood fue también un delincuente. Robaba a los ricos para dárselo a los pobres. Jordi Pujol y Alberto González Amador robaban al conjunto de los ciudadanos para quedárselo ellos y sus familiares. Han sido y son dos delincuentes. Sin embargo, esta mancha no debería impedir que, después de cumplir las condenas que les correspondan, se reformen y que, como dijo otro delincuente, el Rey Juan Carlos I, se apunten a lo de “lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir”.

Olvidaremos la hipocresía de Pujol gritando desde el balcón del Palacio de la Generalitat que “a partir de ahora de ética y moral hablaremos nosotros y no ellos”, olvidaremos las querellas del compañero de Isabel Díaz Ayuso y confiaremos en la capacidad de reinserción de nuestro sistema judicial y nuestra democracia.

Así es como lo veo yo.

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