Xavier Sala-i-Martin siempre empieza aclarando que la contabilidad no es precisamente lo suyo, que su especialidad es la economía y que no había estudiado ni analizado desde la distancia, pues reside profesionalmente en Nueva York, los números de la auditoría del Barça de Joan Laporta correspondientes al cierre del ejercicio 2023-24. Al menos eso es lo que él mismo había afirmado con un tono más bien desganado en las intervenciones mediáticas previas a la asamblea de compromisarios del día 19 pasado. Puede asegurarse, por tanto, que pese a su condición de socio compromisario -de la que tuvo conocimiento bastantes meses atrás, antes del verano, cuando se celebró el sorteo de la nueva remesa para el periodo 2024 y 2025-, los resultados económicos del FC Barcelona del ejercicio 2023-24 le interesaron poco y le importaron aún menos cuando fueron finalmente anunciados por la junta de Laporta hace tres semanas.
El día 1 de octubre, a 18 días de la asamblea, Sala-i-Martin le aseguró a Ricard Ustrell en Catalunya Ràdio que no estaba al corriente del balance del curso pasado: «No he visto los números, ni he escuchado las explicaciones de Romeu», que había complementado en esa misma emisora el avance de los resultados ofrecido por la junta en una nota abreviada y ciertamente maquillada en la que, por cierto, aún no aludía a la salvedad del auditor, Grant Thornton. Una reacción coherente con su desinterés y alineada con esa indiferencia y ese pasotismo que le había trasladado al mismo periodista en TV3 (Col·lapse) cuando estuvo de invitado y evitó opinar sobre el estado de las finanzas del club azulgrana «porque vivo en Nueva York y no estoy al día de lo que sucede en el club y, además, -precisó de mala gana- no estoy aquí para hablar del Barça, supongo…». Xavier Sala-i-Martín, pese a esa distancia, sigue ostentando la vicepresidencia de la Fundación Barça, cargo que apenas exige dedicación ni trabajo, aunque sí compromisos de representación que él desatiende sistemáticamente por dos razones poderosas: por residir en los EE. UU., lo que limita su disponibilidad, y porque tampoco le atrae el ámbito de la responsabilidad social corporativa del Barça ni destaca por su espíritu solidario.
Sorprendentemente, sin embargo, de repente se aferró y apeló a su condición de socio compromisario para intervenir en la asamblea, previa presentación de un formulario que debió enviar entre los días 15 y 16 de este mes, esta vez haciendo gala de una mecánica discursiva de un profesor de cierto éxito que enfatiza cada palabra y cada argumento con una pasión y vehemencia destacables y perfeccionados, pues dar clases y actuar en los medios catalanes es lo que le mantiene aún en órbita como economista de cierto relieve tras haber dejado de publicar ensayos o libros de utilidad y prestigio en su ámbito académico.
En realidad, según otras fuentes, fue el propio presidente quien le pidió que tuviera ese protagonismo asambleario en un momento clave de su desarrollo porque, en los días previos al 19-O, Laporta y su junta padecieron más terrores nocturnos de los que aparentaron ante la posibilidad de verse obligados a reformular las cuentas con 208 millones más de pérdidas en el caso de perder la votación del punto dos del orden del día sobre la liquidación del curso pasado. Si de verdad su número de socio, el 60.334, fue de los que salieron en el sorteo de compromisarios, nunca se podrá saber del todo a menos que una junta del futuro tenga la curiosidad de averiguarlo y comprobarlo.
El caso es que, para mayor vergüenza de ese formato telemático impuesto por Laporta para controlar y poder manipular el órgano soberano del FC Barcelona, donde reside estatutaria y legalmente el verdadero peso de la propiedad de sus socios, las intervenciones en el punto de la aprobación del ejercicio 2023-24, como se sabe con 91 millones de pérdidas y una salvedad del auditor no atendida por la junta de 208 millones, se limitaron a cinco: dos en la sala y tres mediante conexión virtual. De ese repóquer, dos fueron de un expresidente, Joan Gaspart, y un directivo elegido a dedo por Laporta como Xavier Sala-i-Martin, que anteriormente había desempeñado las funciones de presidente de la comisión económica estatutaria y luego del cargo de tesorero entre 2008 y 2010.
Precisamente, fue él como tesorero y no el vicepresidente económico de la época, Joan Boix, que al menos tuvo la decencia de no aparecer en escena como le hubiera correspondido, quien presentó a los socios el balance del ejercicio 2009-10, el último de la primera presidencia de Laporta, con un superávit de 11 millones. Allí demostró, desde luego, su poca o nula habilidad en materia contable, pues también se saltó las siete salvedades del auditor intentando hacer pasar por bueno el resultado de un beneficio de 11 millones cuando en realidad las pérdidas ascendían a 80 millones. Es decir, con un margen de apreciación erróneo por su parte de más de 90 millones.
El sábado pasado volvió a exhibir esa frivolidad y, lo que es peor dados sus antecedentes de manipulación y engaño a los socios del Barça, otro intento de burla en forma de lección de economía. El calibre de las tonterías que llegó a soltar en una participación que formalmente debía ser una pregunta y no un mitin de un laportista fanático y gamberro fue de una elevada concentración por minuto. Primero aludió a que el auditor «no ha podido cuantificar la salvedad. Por tanto, es irrelevante si la compañía (Barça Vision) vale 408 o 407 millones cuando se refiere a un posible reajuste», omitiendo que Grant Thornton justificó esa imposibilidad de evaluación porque la junta de Laporta no le había facilitado los elementos solicitados para desarrollar su trabajo. O sea, ni la facturación (irrisoria, de 70.000 euros) ni el flujo de caja o los beneficios (inexistentes), tampoco la acreditación de su actividad (imaginaria solamente), ni mucho menos un plan de negocios renovado, pues el del año anterior sobre el que se visó su valor en libros por 408 millones fue incumplido en su totalidad. No hay un solo auditor en todo el mercado que no haya interpretado la salvedad como una reversión inevitable de la totalidad de la compañía.
Cómo no, se refirió después a la carga de los contratos prolongados por Josep Maria Bartomeu por culpa la pandemia, medida que solo alivió ligeramente la situación del momento, con el estadio cerrado, pues fue la comisión gestora la que negoció el bloque fuerte de los aplazamientos, en total 30 millones por temporada hasta la 2025, una cantidad bastante digerible, según la actual junta y su presunta capacidad para la gestión.
«Cuando reabramos el Spotify ya no será necesario hablar de nada de todo esto, pues ahora solo estamos ante una caída temporal de los ingresos por el traslado a Montjuic. De otro modo, se habrían disparado los beneficios», añadió a modo de resumen optimista y con la finalidad de trivializar ese impacto negativo de 141 millones aplicado por el auditor hoy, a falta de los 208 millones menos pendientes. Todo el mundo sabe, menos Sala-i-Martin, que si la nómina ha descendido no es precisamente por la austeridad de un presidente que este verano fue a por Nico Williams, Merino y dos delanteros más, sino porque Javier Tebas, en un ultimátum amenazando al Barça de quedarse fuera la competición hace un año y medio por falta de margen salarial, le obligó a firmar y cumplir un plan de viabilidad estricto y afinado a sus posibilidades reales. Y no deja de ser curioso su matiz sobre una caída puntal de los ingresos por matchday cuando él mismo y la directiva de Laporta no han admitido nunca como un factor clave del resultado de los ejercicios 2019-20 y 2020-21 el cierre del estadio y del museo durante un año y tres meses por la pandemia. Por el contrario, ahora es muy relevante y justificación indiscutible la minoración de ingresos por jugar lejos de Les Corts a pesar de los presuntos récords de ingresos comerciales y de marketing, además de los traspasos que en teoría han compensado este déficit. La acumulación de mentiras e invenciones para no bajarse de ese pedestal de soberbia y autocomplacencia es lo que va complicando su relato triunfal sobre una gestión impecable y una recuperación económica que no se ve por ningún lado por estar basada en palancas como la de Barça Studios que, a la larga, se cobran un alto peaje.
Finalmente, vale la pena conservar íntegro su discurso sobre la baja fiabilidad de la auditoría y de la contabilidad, concluyendo que los resultados pasados por las manos de los contables ni son de fiar ni han de servir de referencia para el análisis ni mucho menos para valorar la gestión de la junta actual de Laporta. «La contabilidad no es una ciencia, es solo un conjunto de normas arbitrarias, a menudo incomprensibles que no siempre refleja la economía del club. A veces, lo que hacen los contables me parece una barbaridad. El valor contable de Coutinho, Dembélé y Griezmann era de 340 millones porque las reglas contables nos dicen que el valor es el precio que tú pagas, pero este trío jugaba con otro que era Messi, Busquets y Xavi, que los contables nos dicen que valen cero porque su valor de adquisición es cero. Por tanto, los contables nos dicen que todos estos jugadores que tenemos criados en la cantera valen exactamente cero. Esto de valorar las máquinas de una empresa en función de su coste puede ser razonable, pero en el mundo del fútbol nos da unas distorsiones brutales como la que estamos viviendo en este momento. Antes se ha mencionado que el valor del Barça si se tienen en cuenta los jugadores, la marca, el número de seguidores, etcétera, había pasado de 4.700 en 2021 a 5.600 millones en 2024. Es decir, un aumento del 20%. ¿Realmente, alguien cree que estamos en una situación catastrófica cuando la compañía Forbes dice que el Barça ha aumentado de valor en un 20%? Me da la sensación de que estamos otra vez en una época en la que tenemos un equipo que vale mucho, pero los contables nos dicen que vale cero. Lamine Yamal, Cubarsí, Bernal, Balde, Fort, Casadó, Fermín, Gavi… toda esta gente vale cero. Seguramente, solo por Lamine Yamal ya nos darían 250 millones, su valor real seguramente es de 250 millones, pero el contable es cero. ¿Cuánto valen estos jugadores, 300, 400, 500 millones? Si tienes en cuenta el valor de estos jugadores, fijaros en que hablar de Aramark y de estas cosas es una trivialidad. La contabilidad es una parte muy pequeña de la imagen económica real de una empresa», dijo leyendo el guion que le habían escrito.
Inigualable porque aplicando estos baremos de Xavier Sala-i-Martín el Barça de Bartomeu poseía una riqueza incalculable, pues además de conservar a Messi, cuyo atractivo para los patrocinadores ha aumentado tras salir del Barça por la puerta de atrás y conquistar un Mundial y otra Copa América, había identificado y criado, como dice el lenguaraz profesor laportista, a la nueva generación que está deslumbrando al mundo. Es decir, a los que ha mencionado, además de haber descubierto a Araujo, Pedri, Ansu Fati o Pablo Torres, y a los cuatro futbolistas con los que Laporta ha ganado netos 40 millones este verano con sus traspasos: Julián Araujo, Marc Guiu, Mika Faye y Chadi Riad.
Laporta, en cambio, solo puede presumir del fichaje de Vítor Roque, una reflexión excluida de la clase magistral de Sala-i-Martin, seguramente por un pequeño lapsus.
Por otro lado, si ahora es fiable la estimación de Forbes, basada por cierto en las memorias y los balances correctamente auditados por expertos profesionales, también debió valorarse en su día que bajo la presidencia de Bartomeu el FC Barcelona ocupó dos años seguidos la primera posición de ese mismo ranking al que hace referencia y en el cual ahora figura en tercera posición.
«Todo esto me recuerda otra situación, otra historia, otro momento de la historia del Barça en el que pasaba lo mismo, cuando había gente que nos decía que las cuentas estaban deterioradas, que todo era un desastre… moción de censura y en ese momento recordemos que teníamos un equipo en el que estaban Messi, que valía cero, Puyol, que valía cero, Víctor Valdés, que valía cero, Xavi, Iniesta, Pedrito… todos esos jugadores valían cero según los contables. Según el valor del club esos jugadores tenían un gran valor… ¿Por qué? Porque el valor para el club radica en que ganen títulos y toda esa gente, recordad, nos trajeron diez Ligas, cuatro Champions, etcétera. Por tanto, cuidado en fijarse demasiado en un aspecto de la economía del club como es la contabilidad, ignorando el valor real que tiene el club y que no está contabilizado, pero que, como economista, creo que se ha de contabilizar o al menos lo hemos de tener en cuenta», añadió.
Se estaba refiriendo en este caso a la herencia que se encontró Laporta en su primer mandato de la Masía, cuidada con especial esmero y dedicación por Joan Gaspart. No se puede decir lo mismo del primer mandato de Laporta, en el que cada año y de forma sistemática se gastaba en fichajes lamentables como Gallina López, Keirrison o Henrique el dinero presupuestado para las obras de la nueva Masía o la mejora de las instalaciones de la ciudad deportiva que, nuevamente, son un legado del pasado nuñista como los terrenos de Can Rigalt y el conjunto patrimonial de Les Corts.
Si, como dice Sala-i-Martín, «la contabilidad es una parte muy pequeña de la imagen económica real», ¿lo es para cualquiera que sea el presidente?