Se “vendió” como un espectáculo único que estaría a la altura de la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de 1992, en el estadio Lluís Companys, pero lo cierto es que el acto de apertura oficial de la Copa del América resultó un fiasco para el público que se acercó a la playa de Bogatell y al paseo Marítimo con la intención de disfrutar. Fue una celebración sin alma, sin ritmo y solo pensada para su retransmisión por televisión que, según testigos recogidos por EL TRIANGLE, resultó decepcionante para los asistentes “in situ”, muchos de los cuales estaban muy lejos del escenario de “Barcelona, faro al mundo” y no pudieron ver la escenografía preparada.
La producción, a cargo de una UTE formada por las empresas Focus, Lavinia, Igor Studio y Flock Dron Arte, contó con un presupuesto de 2,5 millones, que se volatilizaron en un espectáculo de menos de una hora de duración y que provocó más frío que calor. El director de la puesta en escena, Hansel Cereza, preparó un “pastiche” con la superposición y mezcla de actuaciones tan dispares como los Castellers de Vilafranca, la escolanía de Montserrat, Bad Gyal, el coro del Liceo o Sílvia Pérez Cruz, que no acabó de encajar ni de funcionar.
Tampoco salió bien el intento de emular a la histórica pareja formada por Montserrat Caballé y Freddie Mercury y su himno a Barcelona, del año 1992, con el dúo formado por la soprano Sara Blanch y el cantante de Obeses, Arnau Tordera. A pesar de su pomposa pretensión, la composición de Albert Guinovart no quedará fijada en la memoria popular.
La anunciada exhibición de mil drones también fue muy pobre, en comparación con los espectaculares montajes con estos aparatos voladores que hacen, por ejemplo, en China. En este sentido, la propuesta de “Barcelona, faro en el mundo” quedó muy por debajo de las expectativas creadas, a pesar de que en el montaje participaron más de 600 personas y se hizo extensible, para buscar más impacto, a la Torre Glorias y a la Sagrada Familia.
Durante el espectáculo, se produjo una protesta ciudadana por parte de los opositores a la Copa América y de los afectados por el desahucio de la antigua Escuela Massana, en el Raval. No se produjeron detenciones.