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La justicia rodea a Puigdemont, a Comín y al abogado Gonzalo Boye

Toni Comín, Carles Puigdemont y el abogado Gonzalo Boye (imagen de archivo)

Toni Comín, Carles Puigdemont y el abogado Gonzalo Boye (imagen de archivo)

Carles Puigdemont y su círculo de confianza no paran de recibir malas noticias que llegan desde todas partes. Además de la resistencia a aplicarlos la ley de amnistía a él y a Toni Comín, porque el perdón no ampara los delitos de malversación de que están acusados, ahora el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), en quien tenían puestas todas las esperanzas, acaba de lanzarlos un cubo de agua fría: no tenían derecho a disfrutar del acta de eurodiputados por el hecho que no habían cumplido los trámites legales para conseguirla, es decir, acatar la Constitución española. Así lo prevé la Ley electoral (LOREG) y, en caso contrario, no tenían derecho a recibir el acta de eurodiputados. Ahora, Toni Comín paga las consecuencias.

“Esquiva el fondo del problema”, “deja caminos para recorrer”, “la culpa es de la presión de Francia y España”… Todo son excusas de mal pagador. Bien es verdad que los abogados de Puigdemont ya habían vendido la piel del oso antes de cazarlo y daban el juicio por ganado. Un comunicado conjunto de Puigdemont y Comín trata de endulzar la derrota: “El tribunal, de hecho, se limita a constatar que el presidente del Parlament no es competente para dirimir si los requisitos que impone la LOREG son o no compatibles con el derecho europeo”. Por eso, destacan que la sentencia deja abiertas dos vías: pedir a las “autoridades judiciales estatales que presenten una cuestión prejudicial sobre este asunto al TJUE, vía que activaremos de manera inmediata” y “presentar un recurso de incumplimiento contra el Estado español en base al artículo 258 del TFUE, vía que también estudiaremos”.

Los dos expatriados retuercen la sentencia y añaden que el peligro es que esta sentencia les causa mucha preocupación porque “abre una puerta para que otros estados miembros de la UE puedan imitar el ejemplo de España e inventar requisitos contrarios a primeros de la democracia e incompatibles con el derecho europeo para subvertir los resultados electorales de su país. Cosa que implica un daño irreparable para la democracia europea”.

En resumen, los prófugos rechazan un requisito que entra dentro de toda lógica, como es el de comprometerse a cumplir las leyes, porque dicen que es un atentado a la democracia. En cambio, defienden enconadamente la Ley de Transitoriedad Jurídica aprobada por el Parlament el 6 de septiembre del 2017 que abolía la Constitución y que dinamitaba la separación de poderes, lo cual entra en colisión con el concepto de democracia.

La consigna es morir matando. “Las decisiones de los tribunales españoles en la causa catalana han estado y son un quebradero de cabeza para la justicia europea, y lo TJUE ha preferido jugar, en esta ocasión, con el formalismo etéreo del derecho antes de que reconocer que uno de los estados de la UE ha vulnerado uno de los pilares de la democracia, como es la representación política y el sufragio universal”, decía un editorial del Punt Avui, uno de los barcos insignia del aparato mediático y de desinformación del soberanismo.

Toni Comín, el cabeza de lista de Junts en las últimas elecciones europeas, no ha recibido todavía el acta, y había solicitado unas cautelaríssimes porque la Eurocámara le permitiera utilizar la acreditación hasta que se resolviera su situación. Pero la sentencia del TJUE le pone las cosas algo más difíciles: si ha estado cinco años utilizando irregularmente el acta de eurodiputado, no sería conveniente ni lógico otorgarle la acreditación para esta legislatura después de la sentencia del TJUE, porque las circunstancias son las mismas.

“Esta sentencia representa un golpe duro para Puigdemont y Comín, porque han quedado nudo ante Europa. No han cumplido las normas establecidas y se han aprovechado del sistema para vivir como reyes los últimos cinco años. Es una vergüenza sin paliativos”, dice un posconvergente crítico, que hace un tiempo estaba en el círculo más próximo a Puigdemont.

Este exdirigente es muy severo con el expresidente: “Carles Puigdemont hace años que va a lo suyo. La independencia es una cosa que no entra entre sus prioridades, sino solo su conveniencia personal. No tiene palabra y ha incumplido todas las promesas que ha ido haciendo estos últimos siete años. En estos momentos, tendría que estar fuera de la primera línea política, tal como había dicho en plena campaña electoral: si no era elegido presidente, se retiraba. Sin embargo, aquí lo tenemos, a la espera que lo nombren presidente de Junts para seguir cobrando del erario público”.

Tampoco la amnistía

Lo peor es que a este revés se añade el hecho que, al estar acusados de malversación, tampoco se les aplica la amnistía en este delito. De hecho, la legislación comunitaria rechaza que la malversación entre dentro de los delitos amnistiables y el juez Pablo Llarena dictó una acta el 1 de julio pasado en la cual decidía no aplicar la amnistía al delito de malversación de caudales públicos. Hace tres semanas, rechazó los recursos de reforma presentados por Puigdemont, Comín y el también expatriado Lluís Puig. El pequeño círculo del independentismo juntaire ha quedado aislado en Waterloo, con las cuentas corrientes temblando, sin inmunidad parlamentaria y sin poder pisar territorio español.

Pero si Puigdemont y Comín están con el ay en el corazón, el cerebro gris de su estrategia tampoco las tiene todas: el abogado Gonzalo Boye, que se ha querido convertir en el guía espiritual de la larga marcha hacia la independencia, está a punto de ser el protagonista de uno de los grandes escándalos de la abogacía española de los últimos tiempos. A Boye la espera la Sala de lo penal de la Audiencia Nacional para juzgarlo, a partir del mes de noviembre, por blanqueo de dinero del narcotráfico.

Según la magistrada María Tardón, el letrado defensor de Puigdemont y Comín, entre otros, participó en el blanqueo de 889.620 euros que pertenecían al narco gallego José Ramón Prado Bugallo, más conocido como Sito Miñanco. La Fiscalía Antidroga pide una pena de 9 años y 9 meses de prisión al letrado de Puigdemont, y 31 años y 6 meses de prisión al narco. A este último le reclama también una multa de más de 950 millones de euros, mientras que a Boye le exige 3,1 millones de euros.

El relato de los hechos sitúa el abogado en el centro de una red mafiosa. Cinco correos humanos que tenían que llevar el dinero en Colombia contactaron con Boye y con otro abogado, Jesús Morán Castro, porque los proporcionaran documentos que certificaran el origen lícito del dinero después de ser descubiertos con los fondos en el aeropuerto de Barajas, el 6 de febrero del 2017. Los documentos eran simulaciones de contratos de compraventa de letras de cambio para recuperar los euros y enviarlos al país sudamericano. La fiscalía subraya que Boye confeccionó los documentos “siendo conocedor de su falsedad y que las operaciones de compraventa eran ficticias, con el objeto de recuperar el dinero invertido y ocultar que procedían del narcotráfico”.

La macrocausa no hará sentar al banquillo solo Sito Miñanco y Gonzalo Boye: compartirán el banquillo de los acusados con 46 personas más, acusadas de tráfico de drogas, puesto que presuntamente facilitaron la introducción en España de 4 toneladas de cocaína y crearon un falso entramado empresarial para blanquear el dinero.

Gonzalo Boye intentó desmarcarse del caso. Apeló al hecho que su delito no tenía nada que ver con el tráfico de droga, y por eso pidió que su acusación no la llevara la Audiencia Nacional, sino un juzgado de Madrid. Esgrimía que la pieza donde se lo encausa se había tramitado como pieza separada y, por lo tanto, era inconexa con la principal de tráfico de drogas. El magistrado Manuel Marchena le respondió en una acta que “es difícil de encontrar un ejemplo más apropiado de conexión que el que vincula al delito de blanqueo de capitales con el tráfico de drogas, que constituye su precedente”. Por lo tanto, existe entre ambos delitos “una relación inescindible que convierte el enjuiciamiento conjunto en una garantía para el mismo acusado”. Le recuerda también que peticiones similares a las que hizo este año para evitar ser incluido en este juicio ya fueron rechazadas en el pasado.

No es la primera vez que Boye está encausado: entre el 1996 y el 2002 estuvo en la prisión, después de ser condenado por colaboración con ETA (en realidad fue condenado a 14 años): ayudó un pelotón en el secuestro del empresario Emiliano Revilla.

La campaña del abogado

Boye ha empezado una campaña para limpiar su imagen. Por un lado, se ha promocionado últimamente como protagonista del documental Gonzalo Boye, el enemigo público, presentado en Barcelona el 23 de septiembre pasado, con la asistencia de la condenada por corrupción Laura Borràs y su mano derecha, el diputado de Junts Francesc de Dalmases. Al acto asistieron también el presidente del Parlament, Josep Rull; el secretario general de JxCat, Jordi Turull, y la portavoz del partido en el Congreso de los Diputados, Míriam Nogueras. El documental quiere ser la segunda parte de la película Boye, del 2016, en la cual se presenta el letrado como un superhéroe que se enfrenta a las más altas instituciones judiciales del Estado. Como consecuencia de este desafío, las “alcantarillas del Estado” le organizan una campaña de desprestigio para acabar con su reputación, imputándole un delito de blanqueo de capitales.

Ambos documentales son de la compañía Indie Cine, la marca comercial de la empresa Off Cine Producciones, propiedad de Sebastián Arabia (director de los documentales) y en la cual colabora como guionista el fotógrafo argentino Gustavo Ducasse.

El circo mediático montado a su alrededor trata de blindarlo y alude al hecho que la verdadera intención de la imputación de blanqueo es “apartarlo de la defensa de Carles Puigdemont”. Esta es la línea argumental de los acríticos defensores del polémico letrado, a pesar de que no se sostiene en ninguna parte: el tiempo corre en su contra, porque el delito de blanqueo de capitales es anterior al encargo de asumir la defensa de Carles Puigdemont, puesto que la red mafiosa se desarticuló el febrero del 2017, mucho antes del 1-O y de los procesos contra independentistas.

Pero Boye pone en marcha el ventilador, ayudado por el Somatén indepe (TV3, El Nacional, Vilaweb…) y acusa el CNI de montar una campaña en su contra. En el documental, afirma que los servicios secretos españoles han hecho correr el rumor que es uno de sus agentes. Esta semana pasada aseguró en TV3 que “mi imputación se basa en las declaraciones de una persona a la cual expresamente le han perdonado un homicidio lo han puesto en libertad a cambio de declarar en mi contra. Esto está perfectamente documentado”.

Pero, en realidad, fueron dos de sus clientes, Manuel González Rubio i Manuel Puentes Saavedra, los que declararon que se reunieron con Sito Miñanco y Boye para confeccionar los contratos falsos para blanquear el dinero. El abogado acusado, no obstante, afirma que Puentes cambió su declaración para inculparlo y así quedar en libertad, además de negar que hubiera habido estas reuniones.

La estrategia del círculo de Puigdemont es cerrar filas en torno a Boye como si fuera el alter ego del expresidente. Desde el jefe de la oficina de Puigdemont, Josep Lluís Alay, hasta la plana mayor de Junts, pasando por el mismo expresidente o el influyente Toni Strubell, todos proponen los mismos argumentos, intentando ligar el caso del blanqueo de capitales con el independentismo. En el documental, Boye se refugia bajo las alas de Puigdemont: “Han venido a destruirme como persona. Soy un ciudadano sin derechos. Es el objetivo del lawfare: aniquilarme como persona, como abogado, como marido y como padre. Si no podan contra Puigdemont, lo prueban contra Boye”, a pesar de que son dos casos que no tienen nada a ver.

Puedes leer el artículo entero en el número 1591 de la edición en papel de EL TRIANGLE.

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