Los cerebros de Presidencia de la Generalitat calcularon bien el calendario. Para el día 18, miércoles, había fijada la audiencia del rey Felipe VI con el presidente Salvador Illa. Por primera vez en nueve años, se celebraba un encuentro oficial en el palacio de la Zarzuela entre el monarca y el máximo representante de la Generalitat, sabiendo que este acto institucional provocaría ampollas en los sectores nacionalistas, que acusan al rey Felipe VI de espolear la represión contra el referéndum independentista del 1-O.
Para apaciguar esta previsible crispación, se programó que, el día antes de la recepción en la Zarzuela, Salvador Illa recibiera en el Palau de la Generalitat al expresidente Jordi Pujol, que, a pesar de su imputación por corrupción, continúa siendo un tótem y un referente para la parroquia nacionalista. Y, para el día 19, se agendó una reunión entre Salvador Illa y Artur Mas, en el marco de la anunciada ronda de contactos con los antiguos presidentes de la Generalitat. De este modo, el encuentro del presidente Illa con el monarca español se emparedó entre dos reuniones con expresidentes catalanes nacionalistas. El sándwich, con esta fórmula, resultó más digerible.
