La Catalunya de la nueva Democracia Cristiana

En 1963, Italia se hallaba en una crucial encrucijada. El boom económico provocó que todos vistieran a la manera burguesa. Las indumentarias de oficios se despidieron y nació el preludio de la homologación capitalista.

El boom cambió el rostro de la Bota y la clase política dudó sobre cómo actuar. En 1960 la Democracia Cristiana se equivocó al buscar el apoyo parlamentario de los neofascistas del MSI y en Génova hubo revueltas. Tres años más tarde Aldo Moro terminó con el problema mediante un gobierno con los socialistas. Para la Historia ese momento se conoce como el giro hacia el centro izquierda.

El inamovible partido tenía muchas sensibilidades, como a priori el PSC de nuestra época. ¿Es así? Por ahora vemos a un President Illa muy amante de asistir a muchos actos donde la Iglesia es la máxima protagonista. Fue a Montserrat por el milenario, visitó la Seu d’Urgell por la ordenación del obispo Serrano y esta semana lo vimos, era de rigor, en la misa de la Mercè, por vez primera en una década junto al alcalde de Barcelona, el también socialista Jaume Collboni.

Los que lo conocen hablan de un Illa menos de derechas de lo que parece. Podria ser. Aún se encuentra en sus cien días de gracia, en absoluto divina, y tiene el viento a favor por todos los disparates de sus aliados y opositores. En Esquerra se matan entre sí, el talante de Junts en pos de mostrar su rostro de extrema derecha no puede favorecerles y los Comuns hacen como siempre: poco o nada.

Con esta coyuntura tan favorable escandaliza como, pese a cierta corriente de simpatía cogida un poco por los pelos, el actual gobierno no se atreve a tratar temas fundamentales y por ahora sólo hace gestos hacia todos esos rivales desballestados; uno hasta podría cavilar que el President quiere configurar una nueva Convergència del siglo XXI son mucho socialismo y sí con muchos guiños a una vertiente cristiana incomprensible para gran parte de la población y sus votantes, a los que debería preguntarse en torno esta afición de dar cargos a ex convergentes y a nombres vinculados con ERC, además de, no lo olvidemos, apenas tocar nada de la televisión pública.

Esta idiosincrasia católica, que con toda probabilidad entiende desde un humanismo de izquierdas, nos ha deparado una sorpresa con las declaraciones del arzobispo de Barcelona. Juan José Omella lanzó la bomba diciendo que el problema de la vivienda es la nueva esclavitud. La juventud y un gran grueso social han perdido la fe en cualquier posibilidad revolucionaria proveniente del clero. No es el caso, no nos emocionemos, pero ver a una personalidad eclesiástica pronunciar palabras con tanta fuerza es una excelente noticia. ¿Por qué? Pues porque en el actual contexto quizá los gobernantes socialistas ponen la oreja y buscar dar con una solución a un mal imparable por el constante aumento de los precios, cínico por la inacción de las autoridades y catastrófico porque condena a varias generaciones a una miseria no sólo económica.

En cada comida navideña una familiar me pregunta cuándo tendré hijos. Señora, piense un poco el panorama, analice los datos demográficos en España y pregúntese los motivos de la debacle, que quizá deberíamos relacionar con como cuesta mucho abandonar el hogar familiar con dignidad para llevar una vida normal, la misma vendida por el Capitalismo que adoran nuestros mandamases.

¿Es normal que el alquiler medio en la ciudad de Barcelona sea de más de 1.200 euros? Hombre Jordi, si vemos las estadísticas los sueldos son mucho más altos. No es así. Lo dijeron hace bien poco: el 1% de la población concentra el 95% de la riqueza. Lo que no es necesario leer en las noticias es cómo toda la capital catalana siempre va más a rebosar de fondos buitre. Ponen sus carteles arriba de todo de las fachadas porque así no podemos tirarlos a la basura, una metáfora nada sutil y muy clara sobre la dimensión de la problemática.

Mientras tanto sí, hemos escuchado sobre medidas alrededor de los pisos turísticos y también hemos visto como para Junts eso de la vivienda como derecho fundamental les da muy igual. Lo más curioso es que ahora unos y otros de la sociovergencia son muy católicos, pero quizá no tan cristianos desde el espíritu de los apóstoles. Por eso mismo las palabras del arzobispo de Barcelona son un pequeño brote de esperanza que debería incitar hacia una reacción radical.

¿Ocurrirá? Si así fuera sería un verdadero milagro hasta para mis ojos, los de un ateo que siempre ha valorado las ideas que la iglesia primitiva estableció como paradigma, más parecidas de lo que podríamos pensar a las del comunismo antes de ser una macroestructura. Ahora el balón está en el tejado de los socialistas. Respiran tranquilos porque en nuestro siglo cualquier revuelta es quimérica, pero jamás deberían olvidar que su trabajo es servir a la ciudadanía, no al capital.

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