Periodista. Director general de revistas de RBA. Siempre ha querido escribir, y es autor de varios libros. Entre ellos, El viejo periodista, que narra la historia del ABB, el diario más breve de la historia. Otro título es Suma poética. Ahora, sale en las librerías Los fantasmas de Benamira (RBA Libros), un relato sobre la España vaciada.
¿Cuáles son los fantasmas de Benamira?
Quería explicar la historia de la España vaciada, y lo he hecho desde un pueblo donde tengo una casa. Vine a esta España vaciada, la vi y me enamoré de un pueblecito de Soria que ya no existe. Ahora es una pedanía de Medinaceli. Tiene un solo habitante, que aquí solo pernocta. ¿Qué se puede explicar de la historia de un pueblo muerto? La de sus fantasmas, que son aquellos que vivieron, quisieron e hicieron su vida. Algunos de ellos dejaron por escrito sus vivencias. He buscado y encontrado mucha información que había aquí y allí. También he hablado con descendientes de estos fantasmas, que me han explicado cosas que son las que narro en el libro. De alguna manera, esta es la historia de la España vaciada. De uno de sus pueblos, que se asemeja mucho a otros, en todo el territorio.
¿No dan un poco de vértigo las diferencias comparativas abismales que hay entre territorios, localidades, hábitats…?
Puedo poner algún ejemplo muy claro de todo esto. Benamira pertenece ahora a Medinaceli, un ayuntamiento que tiene 205 kilómetros cuadrados. La ciudad de Barcelona tiene 101, la mitad, pero su población es de 1.700.000. La de Medinaceli es de 700, lo cual supone tres habitantes por kilómetro cuadrado, mientras que en Barcelona son 17.000. Esto es la España vaciada. Toda la provincia de Soria, que es 2.000 km² más grande que la provincia de Barcelona, tiene una población que no llenaría el campo de fútbol del Barça. Solo 89.000 habitantes.
Además de los fantasmas que vivieron y murieron a Benamira, ¿hay también otros, los que emigraron a otros lugares?
Sí, casi todos acabaron yéndose en algún momento. Su historia es casi la de la emigración, desde cuando, en 1842, tenía 241 habitantes hasta ahora. Todos querían aquello y todos acabaron marchando. No obstante, las casas siguen en pie. Porque descendientes de estos fantasmas las han recuperado y están aquí, vienen los fines de semana, en verano, con los nietos… Así, aunque sea un pueblo muerto, tiene vida. Entre los fantasmas hay varios narradores. El principal es Nemesio García, un campesino que tenía una maestra que lo consideraba bastante brillante y que creía que era una pena que tuviera que dedicarse a las ovejas, cuando podría ser secretario municipal o maestro. Él optó por el secretariado. Cuando estalló la guerra, fue perseguido porque había participado en un mitin a favor de un republicano. Tiene que irse. Matan a uno de sus hijos, simplemente por el hecho de serlo. Dos más mueren en la guerra. Sin embargo, vuelve al pueblo y discuten entre fantasmas sobre por qué se fueron o no. Entre ellos estám los que lo delataron, pero optan para hacer borrón y cuenta nueva. Hay otro fantasma, el Francés, que siendo un niño había emigrado con sus padres a Francia. Volvió al pueblo intentando montar una granja muy moderna, con calefacción, cuando casi no había ni electricidad. Viene con una mujer, francesa, con quien se ha casado y tiene 21 años menos que él. Su suegra también es más joven que él…
¿El término “vaciada” no tiene algo de trágico, irreversible, definitorio de lo que ya no será? ¿Podemos imaginarnos estos territorios vivos en un futuro, aunque sea de otro modo?
La España vaciada no tiene solución. Continuará siendo siempre la España vaciada. El problema es la falta de población. Una cosa que quizás empezaría a parecer que se puede arreglar si se triplicara la población de Soria, o de Teruel. Entonces, se podría pensar en tener un hospital en condiciones y otras cosas. En el libro explico que, cuando llegaba la época de la cosecha, vendían jornaleros. Muchos procedían de Totana (los totaneros). Resulta que ahora Totana es un pueblo de 30.000 habitantes. Cuando el campo se transformó con la tecnología, ya no hacían falta los jornaleros. En el pasado lejano, una familia podía vivir del campo, pero cuando esta tenía cuatro hijos y se repartía la propiedad, ninguno de ellos lo podía hacer. Se iban a Madrid, Barcelona o Zaragoza. Cuando los padres, ya viejos, dejaron de trabajar el campo, los hijos no volvieron. Vivían mejor en la ciudad.
¿Esto de “vaciada” es un fenómeno propio de España, o hay también una Francia, una Italia… “vaciadas”?
Creo que la situación del campo francés no tiene nada que ver con esto de España. Hay despoblación, pero creo que menor que la de aquí. En España el fenómeno es generalizado. No se produce en unos cuántos puntos, en los Monegros…, sino en muchos territorios. Van desapareciendo las profesiones. Por ejemplo, no hay pastores. En todo esto, hay una falta de voluntad política para arreglarlo o revertirlo. El triángulo Guadalajara-Teruel-Soria tiene el aire más puro de Europa. La gente trabaja en Madrid, donde hay el aire más contaminado. Y Benamira está a una hora y cuarto de Madrid. ¿Por qué no trabajar desde aquí, ahora que el teletrabajo lo permite? Habría que habilitar servicios. Soria tiene un hospitalillo de tercera. El problema más grave es el de la sanidad, además del hecho de que las tecnologías no lleguen.
En cualquier caso, el carácter agrícola que tuvo Benamira parece que no volvería a reeditarse. ¿Sería otra cosa?
Aquí estuvieron utilizando el arado romano hasta principios de los años 70. La tecnología llegó muy tarde. Mi obsesión a los 16 años, cuando quería ser periodista, era tener una máquina de escribir Underwood, que durante cien años fue el último grito de la tecnología. Salió el ordenador y resulta que ahora, al cabo de seis meses, están caducos. Evidentemente, la recuperación de la vida de los pueblos iría por otros caminos. Está claro que será otra cosa. Del campo ya no se puede vivir, sobre todo aquí, donde no hay las mejores tierras para el cultivo. Pero se pueden pensar alternativas: ganado, cultivos nuevos, energías alternativas… Sin embargo, también hay que tener en cuenta que a los locales de los pequeños ayuntamientos tampoco les interesa mucho revertir la situación. Porque este es su cortijo.
¿Crees que el asentamiento de emigrantes en los pueblos puede ser un factor de cambio positivo, como así se dice, a veces?
Una parte de esta emigración estaría encantada de venir a los pueblos, y repoblarlos. Para solucionar el problema sanitario, por ejemplo, tenemos que aumentar la población. Podría haber un hospital en Soria o en Almazán, que es la segunda población de la provincia, con solo 5.000 habitantes. Aquí se quejan también del transporte, pero creo que es un poco gratuito. No estamos comunicados por autopista con Valladolid o Burgos, se dice. Pero lo están con Madrid, Zaragoza y Barcelona. Entre Medinaceli y Soria casi no circulan coches por la autopista.
España vaciada de personas, pero quizás más llena de zorros, jabalíes, lobos, árboles… ¿No se puede concebir también una perspectiva con una renaturalización, digamos?
Yo saco la cabeza por la ventana y veo una manada de corzos. Como no tienen depredadores y la caza está muy controlada, los animales se reproducen. Así, también se rompe un equilibrio que había cuando esto estaba más o menos poblado. Pero si lo dejas así quizás acaba pasando como en Barcelona, donde se ven jabalíes por las calles. Los jabalíes tienen que estar en los bosques.
Respecto al desarrollismo y sus secuelas, parece que se ha producido un cambio en la percepción del mundo rural, de la naturaleza, del cual puede ser un exponente esto de la misma “España vaciada”. ¿Cómo ves, en este sentido, el panorama?
Creo, en resumidas cuentas, que si esto tiene una solución es política. Hay que fomentar, por ejemplo, la instalación de empresas, mediante incentivos económicos, fiscales… Aprovechar las nuevas tecnologías, que permiten la deslocalización. Pero todo parece indicar que falta esta voluntad política. La España vaciada da muy pocos votos. De forma que no interesa mucho a los partidos grandes. Y, a escala local, sus representantes o los que tienen el poder pueden actuar como caciques. Hay que repoblar con nuevos criterios y armónicamente, porque no se trata de meter a Barcelona en Soria.
Los veraneantes, el turismo, los descendentes de los antiguos pobladores, ¿son quizás un factor que puede o podría contribuir a mantener o mejorar los pueblos?
El turismo rural está en auge. Existe, pero es pasajero: vengo, lo utilizo y me voy… Los veraneantes son gente que quieren al pueblo. Ahora vienen los abuelos con los nietos que, a veces, pasan juntos todo el verano. Pero también hay pueblos en que todo esto lo han perdido.