Los hechos, la realidad, siempre acaban jugando en contra del relato oficialista y de la visión manipulada, fantasiosa y retorcida de Joan Laporta, que viene de protagonizar una semana sin fútbol, aunque con rueda de prensa presidencial, en principio abierta y sin limitaciones. Otra cosa es que los medios acreditados no se atrevieran a cruzar ninguna línea roja, absolutamente ninguna, y que se engordara el quorum de la sala con una legión de youtubers y twitcheros adscritos al régimen que ni preguntaron por el formato de la próxima asamblea, aunque estaba recién salida de la nevera de la oposición la demanda de la vuelta a la presencialidad, una exigencia planteada por Som un Clam bajo la amenaza de iniciar movilizaciones a primeros de octubre.
Laporta, sin nombrarlo, le dedicó varios minutos de crítica y a darle palos por antibarcelonistas y por salirse de esa disciplina clientelista y exenta de cualquier derecho democrático que él mismo ha diseñado e impuesto a los socios desde su trono presidencial. En lo tocante a la reivindicación de una asamblea presencial, la irrupción de Som un Clam sitúa a Victor Font en una curiosa y difícil tesitura, después de que también haya anunciado acciones contra el desgobierno de Laporta y le haya invitado, por el bien del Barça, a dar un paso al lado. Font viene repitiendo que no se dan las explicaciones que el socio merece y en su discurso de fondo exige de la junta un cambio de actitud en cuanto a comunicación y participación.
El problema para el excandidato que quedó segundo en las últimas elecciones radica en que él ha sido, antes incluso que Laporta, el primer instigador e impulsor del formato telemático de las asambleas, convencido de las ventajas y eficacia democrática de la denominada sala virtual, una experiencia que, como se ha demostrado, lo que ha hecho es agudizar la apatía, la desafección y el absentismo de los socios hasta prácticamente hacer desaparecer el último bastión de la democracia barcelonista.
Se sabe que Víctor Font se ha puesto a trabajar a la vuelta de las vacaciones para reactivar su papel de controller, ni que sea como hasta ahora a base de comunicados light y esa distancia y frialdad que le caracterizan. No obstante, la coyuntura actual, después de haber acertado de pleno en su diagnosis sobre cómo se desarrollaría el mercado, sin Nico Williams y bajo el denominador común de la precariedad y el ridículo, parece que le exige posicionarse sobre una asamblea que será clave para el futuro del FC Barcelona. ¿Defenderá el formato telemático o se unirá a esta reclamación de una asamblea presencial -que es, por otra parte, como lo contemplan los estatutos, para que los socios puedan ejercer sus derechos democráticos más elementales-? Lo que menos necesita ahora el barcelonismo es el silencio de Víctor Font.