750 euros de multa por unas plantas en la calle

En la Barcelona sostenible del siglo XXI, perfecta de cara a la galería, no hay sitio para poner plantAs en pasajes sin salida, los famosos cul-de-sac, un término por desgracia en vías de desaparición, como estas líneas rectas.

La historia de este artículo surge cuando una vecina del carrer Meridional habla con una librera de la Nollegiu del carrer València y pide mi contacto. Es algo típico. Habla conmigo y me cuenta como el Ayuntamiento de Barcelona los ha multado con 750 euros, pagados en plenas vacaciones para tener el preceptivo descuento, por el simple hecho de tener plantas en la calle.

Esta efeméride me recuerda a otras, como la del torrent de Lligalbé del Baix Guinardó, aprovechado como aparcamiento al aire libre cuando podría ser un espacio verde vecinal con valor pedagógico y patrimonial.

El carrer Meridional siempre ha sido un marginado. Nacido en el último tercio del siglo XIX, debía ser un enlace entre la Meridiana, cuando ni por asomo era como ahora, y el muy central carrer del Clot. Pese a ser pequeñito es una delicia y además tiene importancia porque, justo en su cortada conclusión, circulaba el Rec Comtal.

Los peatones no le prestan mucha atención porque la lógica moderna no acepta los lugares que no van a ninguna parte, salvo si sirven para mear de noche, pues como es silencioso y sus vecinos reposan muchos desgraciados lo aprovechan para hacer sus necesidades.

Su conjunto de casas, pintadas de varios colores, es de los más bonitos de toda la capital catalana. Como no son modernistas no venden y es mejor que así sea, pues sus habitantes sólo quieren paz y seguir gozando de esos metros extraños, los mismos que cuidaban con plantas por muchos motivos de vida y cotidianidad.

Mi interlocutora cree que la denuncia proviene de otro vecino. Es posible, pero esta no es la clave del asunto. El problema surge por cómo colisionan el mensaje oficial con la realidad más cruda de sus acciones, algo aún más doloroso por la actuación veraniega de la Casa Gran, muy propia del antes mítico con premeditación, alevosía y nocturnidad.

Lo verde ya no está y las arcas de Sant Jaume se han embolsado 750 euros de un solo domicilio del carrer Meridional, al menos por ahora, pues han llegado multas a otros propietarios. Si no se habla de ello es como si no existiera. Lo mismo podríamos decir de otra travesía no muy lejana, el passatge del Doctor Torres junto al metro de la Sagrera, otro cul-de-sac que cruza con el passatge de Coello, nido de barraquismo. El passatge del Doctor Torres, según me han contado algunos vecinos, se ve afectado por la plaga de Airbnb y el peligro de su desaparición.

La estación estival suele ser la platea de grandes masacres porque nadie se da cuenta de las mismas. Los Comunes aprovechaban los meses cálidos para arrasar en silencio con patrimonio que les incomodaba. Desde este punto de vista, el carrer Meridional sufre otro agravio muy relacionado con este último aspecto, pues durante los últimos años la zona del Camp de l’Arpa y el Clot activó una lucha por la defensa patrimonial y ellos quedaron excluidos de las protecciones pese al estado de conservación de los inmuebles y su evidente valor histórico.

Uno se pregunta si la situación descrita en estas páginas obedece a algo mal visto por los últimos Ayuntamientos, que aman más bien poco las iniciativas vecinales independientes del poder. En el antes mencionado torrent de Lligalbé se creó entre 2020 y 2022 un huerto comunitario, desahuciado en pos del fabuloso parquin, más absurdo si cabe al hallarse sobre aguas subterráneas que, cuando llueve, inundan todo el entorno.

En el caso que nos concierne el único líquido elemento servía para regar las macetas puestas con todo el amor del mundo para embellecer el espacio. ¿Qué error han cometido? Ninguno, esta es la más clara respuesta, quizá pensar por ellos mismos sin contemplar como un gobierno democrático se pone medallas vendiendo una moto en el Eixample mientras fastidia sin piedad a la gente de los márgenes urbanos.

¿Es normal? Por desgracia sí, sin duda. Lo demostraría la hemeroteca oculta, rescatada por servidor en más de una ocasión, de los últimos tiempos. El profesor Josep Fontana decía que el municipalismo es la mejor forma de practicar políticas de izquierda beneficiosas para la ciudadanía. Eso en Barcelona se incumple por sistema desde la voluntad de ingresar y no meditar siquiera un segundo la bella opción de trabajar para las personas desde la cercanía. 750 euros no enriquecerán a la ciudad y sí harán más pobre a una familia, pero no sólo desde una vertiente económica, sino desde la absoluta frustración de sentir que su calle no le pertenece.

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