Ahora que la Guardia Civil ha concluido el informe sobre el caso Negreira, aún sorprende más que el FC Barcelona, encadenado tres presidencias, acabara pagando 7,5 millones por asesorías arbitrales a lo largo de dos décadas a ese clan familiar de los Negreira, padre e hijo, por informes que, a la hora de la verdad, no se han encontrado en su mayoría y que han asegurado desconocer todos y cada uno de los entrenadores y staff técnico y del primer equipo y del filial.
El informe, adelantado por varios medios que han tenido acceso a su contenido, provoca, en primer lugar, dos interpretaciones completamente distintas. Una versión considera probado que José María Enríquez Negreira, en su calidad de vicepresidente del Comité Técnico Arbitral, disponía de atribuciones, manga ancha y autoridad notoria entre el estamento arbitral al estar facultado para comunicar a los árbitros sus evaluaciones, los ascensos y descensos, y especialmente porque era él quien supervisaba y daba luz verde a la aplicación de un índice corrector sobre las notas finales de cada curso que, en muchos casos, determinaba el futuro de cada colegiado, su éxito o fracaso como balance de la temporada.
Es decir, que Enríquez Negreira podía influir en el futuro de los árbitros y, a través de esa amplia potestad interna, condicionar sus actuaciones. La sutil diferencia con respecto a los especialistas que entienden lo contrario, es decir, que Negreira nunca pudo interceder directamente en un colegiado con la finalidad de cambiar o conseguir un determinado marcador, también encuentran acomodo y argumentos en el mismo informe de la policía judicial. Sostienen que si bien comunicaba a los colegiados el resultado de su examen anual, en ningún caso podía intervenir en su designación.
Los abogados de cada parte deberán convencer al juez de una cosa u otra sobre la pretensión de una querella que basa su posible acusación en el hecho de que el FC Barcelona intentara influir, con independencia de si lo conseguía o no, mediante esos pagos completamente fuera de mercado y de difícil justificación a un alto cargo del Colegio de Árbitros durante años.
En este sentido, puede ser relevante, y no precisamente beneficioso para los intereses del club, el descubrimiento de un depósito de capitales a favor de esposa del exdirigente arbitral de 3 millones como resultado de lo que ingresó en sus cuentas durante el periodo en el que su pareja ocupaba el puesto de vicepresidente del Comité Técnico Arbitral. Según la Guardia Civil, Ana Paula Rufas ha llegado a ingresar estos 3 millones en cuentas y depósitos bancarios entre 1992 y 2023 que «están en proceso de estudio en aras de determinar el origen de esos fondos, los cuales, a priori, aparentemente son injustificados por las rentas y rendimientos del trabajo y del capital mobiliario». Todo apunta a un enriquecimiento directamente vinculado a los cobros de su marido a cuenta de facturas presentadas al FC Barcelona por unos importes que desde luego no se corresponden con ninguna tarifa regulada ni racional por el tipo de servicios prestados.
También juega en contra de la defensa azulgrana que el propio Enríquez Negreira, en dos burofaxes firmados de su puño y letra al FC Barcelona, reclamara el cobro de esas contraprestaciones que, exclusivamente, tenían como objetivo equilibrar el peso del arbitraje a favor del FC Barcelona para contrarrestar la histórica tendencia madridista tantos años denunciada desde todos los frentes del barcelonismo. Además de esas cartas enviadas a la junta de Josep Maria Bartomeu, como reacción a su despido cuando desde el club se cortó finalmente esta línea de pago, casualmente o no, coincidiendo con su cese en el cargo de vicepresidente del Comité Técnico Arbitral hace ya siete años, Negreira ratificó esta misma motivación y origen de su facturación al club azulgrana ante los inspectores de Hacienda que destaparon el caso siguiendo la pista del uso discutible de esos pagos como costes deducibles ante el fisco.
El informe también analiza la influencia de Negreira en el colectivo arbitral, que consideran más que acreditada, pese a ser negada por los responsables de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) en reiteradas ocasiones. «Ejercía funciones relevantes en el seno del Comité Técnico Arbitral (CTA), como las de comunicar a los árbitros los ascensos y descensos, revisar las puntuaciones de las clasificaciones, acudía a las concentraciones periódicas, y perteneció a la Comisión de Disciplina y Méritos, así como a la de Coordinación Internacional. Negreira solía acudir a la sede del CTA varias veces al año para diferentes cometidos», además de cobrar del comité arbitral y de federaciones como la catalana mediante supuestas ventas de material de oficina o asesorías sin acreditación documental alguna, gracias a que «era una persona de relevancia en el mundo del arbitraje» y tenía la consideración de figura «influyente no sólo a nivel regional sino también a nivel nacional».
En esa misma línea, la policía concluye que “recaía en Negreira la participación directa como comunicador a los árbitros, no sólo de las clasificaciones provisionales, comunicadas en las reuniones físico-técnicas de mitad de temporada, sino la comunicación telefónica a los árbitros de los ascensos cosechados, tanto en la primera como en la segunda división. Participaba activamente en todas las reuniones del CTA, permanecía en ellas durante todas las sesiones y se integraba en el staff del Comité. Por lo tanto, su figura no pasaba desapercibida ni era un mero cargo estatutario, sino que se relacionaba con el colectivo arbitral en las numerosas convocatorias oficiales. Tal y como lo ha catalogado algún testigo, lo veían como un jefe e imponía respeto y era una persona afín al presidente del CTA, con el que mantenía una relación muy estrecha y contaba con su total confianza”.
Uno los testimonios que podría alterar o poner en duda ese papel de Negreira, o al menos de su trabajo para el FC Barcelona, es del exentrenador Ernesto Valverde, que aseguró a los investigadores tener conocimiento de que el hijo de Negreira, Javier Enríquez Romero, presentaba informes al club (a diferencia de su padre, que cobró sin soporte documental alguno), pero que no recuerda que «se le ofrecieran o los pusieran a su disposición». Asimismo, indicó que, en cualquier caso, «como profesional conoce a los árbitros y ese tipo de informes no los necesita para preparar los partidos».
Si los honorarios percibidos finalmente no se correspondían ni tenían su reflejo en el teórico propósito de utilizar los informes de Negreira para preparar mejor los partidos, los argumentos del club azulgrana podrían descarrilar ante la réplica del juez instructor y de la Fiscalía, ambos convencidos de que, si el Barça retribuía a Enríquez Negrería tan generosamente y sin necesidad de justificar la mayor parte de los 7 millones embolsados, era con la única finalidad de influir.
Por el contrario, la posibilidad de demostrar que Negreira pagó a terceros con ese dinero sigue siendo indemostrable. Para la policía, «queda acreditado que José Martínez Alfonso, amigo personal del señor Negreira, cobraba cheques de importe no superior a 3.000 euros por encargo de aquél, a quien entregaba el importe íntegro y, en alguna ocasión, se lo entregaba a Conchi, secretaria de Negreira». Ahí se pierde la pista del dinero más allá de que Negreira se gastaba importantes sumas en efectivo en divertirse a lo grande en determinados locales y ambientes que no pertenecían precisamente al ámbito de la cultura o la responsabilidad social, eso era de dominio público.
La otra pista descubierta ahora apunta a que otra parte habría ido a parar al enriquecimiento personal de la familia en la persona de Ana Paula Rufas, la esposa de Enríquez Negreira, sospechosamente capaz de ahorrar hasta 3 millones sin que la procedencia de ese capital se haya podido vincular, en ningún caso, a sus ratios de ingreso ni a actividad laboral o profesional conocida.
Ahora mismo el estricto análisis de los hechos probados establecerían que Negreira le tomó el pelo a tres presidentes del Barça consecutivamente, empezando por Joan Laporta, bajo cuyo mandato se iniciaron y mejoraron los pagos consolidando una retribución anual de medio millón sin que se haya encontrado tampoco ningún contrato vinculante ni nada que los motivase, y que se fueron prolongando en el tiempo antes de que el FC Barcelona dispusiera de un departamento de compliance que los pudiera avalar.
Otra cosa distinta es lo que un juez pueda acabar resolviendo y desentrañando sobre si la verdadera intención era satisfacer económicamente a un alto cargo del staff arbitral para intentar mejorar la relación, el trato y el tono general de las actuaciones arbitrales, hecho que ha sido, hasta ahora, la explicación oficial del propio Enríquez Negreira. En conjunto, un caso de chapuzas colectivas y encadenadas en el tiempo que no pinta bien.