Desde que no fue el escogido de Junts a la presidencia del Parlament, Josep Costa ha asumido el papel de mosca cojonera del independentismo. Para él, ERC y Junts se han vendido, y se presenta como poco menos que el guardián de las esencias del independentismo de piedra picada y el único dispuesto a llegar hasta el final. Así, y de manera constante, ataca actitudes de sus excompañeros desde sus redes sociales, él fue vicepresidente del Parlament de Catalunya en nombre de Junts no hace demasiado.
Costa hace tiempo que brega con la ley de amnistía. La norma podría favorecerlo, pero ha decidido rechazarla con la idea de no doblarse ante el Estado. Así lo explicaba el jueves en X: «Como persona perseguida por razones políticas, tengo derecho a rechazar la amnistía y obtener la anulación completa de la causa penal, derecho a obtener una reparación y perseguir los culpables, y derecho a exigir garantías de no repetición. Así lo establece la ONU y así lo he pedido al TS».
Las redes se han encargado de interpretar el gesto de Costa como un palmetazo al expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, afirmando que Costa le daba una lección de coherencia. De entre muchos comentarios, llama la atención uno que lo critica por presentar la solicitud al Tribunal Supremo en castellano, estimación que demuestra que por muy al extremo que uno se ponga uno, siempre habrá alguien en una posición todavía más escorada.
