La educación emocional en la escuela

La Educación Emocional es un discurso que surge a finales del siglo XX, y con mayor fuerza a principios de este siglo. Sus antecedentes pueden rastrearse en la teoría de las inteligencias múltiples y la psicología positiva; y también en la teoría psicofisiológica de las emociones. Daniel Goleman escribió el libro: “La inteligencia emocional” en 1995, explicando que el éxito en la vida no depende del Q.I. de la persona, ni de su nivel de estudios, sino que hay una inteligencia que nos hace más sabios para saber vivir y afrontar los problemas y preocupaciones del día a día: la Inteligencia emocional.

Susana Alonso

Hoy, esta educación emocional está presente en todos los currículums educativos. Y es que, de un tiempo a esta parte, el Departamento, la OCDE, las multinacionales, la Fundación Bofill, la Fundación Botín, el BBVA, La Caixa…, están terriblemente “preocupados” por el “bienestar emocional” del alumnado y promocionan actividades y formación sobre lo que se llama «Educación Emocional».

Pero la Educación Emocional que se está extendiendo por los centros educativos no es exactamente lo que podemos imaginar. De hecho, se trata de un conjunto de postulados teóricos y propuestas prácticas que apuntan a una educación centrada en el autoconocimiento, “la autorregulación”, la “gestión de emociones y la “madurez emocional”, como garantía de “bienestar” y de éxito en la vida académica y laboral, en un contexto marcado por la incertidumbre y la flexibilización.

Los defensores de esta educación parten de la base de que hasta ahora se han privilegiado los aspectos cognitivos, racionales e intelectuales y se han minimizado los aspectos emocionales.

Por eso, se postula la necesidad de revertir este sesgo, y se defiende que las emociones deben entrar en los espacios educativos, y ser uno de los “fines de la educación, posiblemente la finalidad más importante”.

Al mismo tiempo, nos advierten que en las selecciones de personal ya no se valora tanto si las personas están bien preparadas académicamente, con un currículum brillante, como si tienen buenas “habilidades sociales”. Esto nos da a entender que, al igual que las Competencias Básicas o la Educación financiera, no se trata de una propuesta del mundo pedagógico sino una imposición del mundo empresarial, que explicaría esta repentina preocupación de bancos y multinacionales por el “bienestar emocional” del nuestro alumnado.

A partir de aquí, no sólo se ha incluido la educación y la «competencia» emocional en los nuevos currículos, tanto los del Estado como en Cataluña, sino que se ha desatado un alud de Formaciones en Educación Emocional, que va desde cientos de grupos y organizaciones privadas, en las Universidades, en la Fundación Bofill o en la Fundación Botín, con todo un programa de educación emocional que llevan años intentando implementar en las escuelas.

Pero no nos engañemos, no se trata de tener en cuenta las emociones del alumnado, de preocuparse por sus problemas. Se trata de inculcarles la idea de que su bienestar viene de “dentro” suyo y de que si gestionan bien las emociones tendrán menos malestar, aprenderán mejor, tendrán más éxito en la vida y serán “más felices”. Y todo esto independientemente de las circunstancias sociales, económicas, familiares… en las que se encuentren. Es como si las emociones y sentimientos no tuvieran relación alguna con las situaciones que los generan.

Pero la realidad no es exactamente ésta, no siempre “si quieres, puedes”, no todo está en ti, no todo es tu responsabilidad… De hecho estas teorías, lo que hacen es tratar de alejar al alumnado de la posibilidad de entender los factores y circunstancias que les causan malestar al poner el acento en su yo interno, en lugar de en las condiciones materiales, en las que están viviendo. Estimula el individualismo, al promocionar la idea de que las soluciones a los problemas son de cada uno de los individuos y, por tanto, dificulta la solidaridad y las soluciones colectivas. Y, además, se sanciona al alumnado más desfavorecido que, como es sabido, tienen muchas menos condiciones para ser “exitosos y felices”.

Me pregunto: ¿Debemos vender estas ideas desde los centros educativos? ¿No es esto una forma de desviar la atención de todos los desajustes y desigualdades de nuestro sistema económico y social, así como del propio sistema educativo? ¿No es mejor que aprendan cosas que les ayuden a entender el mundo y así entenderán también mejor su situación y tendrán más elementos para cambiarla?

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