«En Cataluña hay falta de liderazgo político y económico»

Entrevista a Gonzalo López-Aranguren

Gonzalo López-Aranguren

Economista. Jefe de estudios en la Cámara de Comercio de Madrid. Director general de Economía en el gobierno de la Comunidad. Consejero delegado de ENISA. Promotor de iniciativas empresariales en el ámbito de la tecnología.

En círculos barceloneses, se habla ahora del “dopaje” de la economía de Madrid. ¿Qué nos puede decir sobre esta acusación?

La idea de “dopaje” es la excusa de los líderes a medio hacer, mediocres. Una coartada comparativa que no conduce a nada. Madrid, es innegable, ha tenido y tiene un plus de capitalidad. Desde hace muchos años, igual que Londres o París. Cuando empecé como economista, en los 60, Madrid, que era ciudad y provincia, tenía entonces un plus de capitalidad, pero negativo. En el periodo que va desde el final de la guerra hasta la transición, vivió este plus negativo en el sentido de que el franquismo cortó todas las posibilidades de crecimiento y dinamismo de esta posible economía.

Una cosa más propia de siglos anteriores, que de mediados del XX…

Madrid fue un espacio que tenía como principal actividad económica el Estado, la burocracia. La “industria” de los ministerios. El funcionariado, que era la principal fuerza de trabajo, era lo que alimentaba a la gente, pero con un balance negativo. La visión del franquismo era que Madrid tenía que ser fundamentalmente una economía del Estado, de la burocracia. Y Cataluña y el País Vasco, economías industriales. Las Castillas y Andalucía, la despensa de España, y el Mediterráneo, pues igual. Esto hizo un mal terrible porque castró completamente las posibilidades que tenía Madrid de poder desarrollarse. Era una economía cerrada, de amiguitos. Para poder hacer cualquier tipo de actividad tenías que tener una serie de licencias, si querías llevar algo de fuera, necesitabas una licencia de importación.

¿El cambio económico de Madrid empieza incluso antes de la llegada de la democracia?

En los años 60, en la salida del plan de estabilización, Madrid se convierte en un polo de atracción de emigrantes procedentes de toda España, empiezan a desarrollarse la construcción, surgen nuevas industrias… Con la desaparición del franquismo, todo esto se dispara. Aparecen una serie de posibilidades que hasta entonces habían sido vetadas. La movida no es solo musical, cultural, de costumbres… También es de la economía, que se despierta, se quita de encima toda esta cultura franquista. En la economía es el goce de cierta libertad. Ya no hay solo la economía de los ministerios. Se desarrollan actividades más nuevas, como por ejemplo las telecomunicaciones. En el sector metal-mecánico pasa una cosa parecida.

¿Cómo se veían Barcelona y Cataluña, desde Madrid, en aquella época?

Se veían como el ombligo bonito de Europa. Nos hacían una envidia tremenda. Se veían más abiertas, desarrolladas… En los primeros años de la transición, Madrid arrastraba un gran retraso. Barcelona tenía infraestructuras más importantes, exhibía cierto dinamismo y, sobre todo, no tenía el corsé que habíamos tenido nosotros.

¿Aquel arranque de nuevas actividades como, por ejemplo, las ferias, es en parte intuitivo, voluntarista…? ¿En cualquier caso, al margen y casi a contrapelo de las maquinarias del Estado?

La economía ferial, que, junto con la logística, es uno de los sectores más importantes de la economía de Madrid, se desarrolla mediante un pacto de ciudad. Están la Cámara de Comercio, la Comunidad, el Ayuntamiento, que utilizan unas economías de escala de ciudad, de plus de capitalidad, en este caso positivo. Había un aeropuerto que tenía un flujo impresionante, que disponía de actividades de servicios muy avanzadas…

Hablando de ferias, en Barcelona todavía se continúa diciendo que Madrid las «robó», cosa que se hace extensible a la industria de la publicidad, y a algunas otras…

La economía catalana era una economía de industria, con una falta acusada de una base de servicios, como tenía Madrid. Madrid no tenía industria, pero empezó a desarrollar un punto de modernidad con la consultoría. Ahora esto es un pilar de la economía madrileña. La industria más avanzada, la de los servicios, no la tenía Cataluña. No disponía de servicios financieros potentes, no tenía consultoría, marketing, publicidad y servicios a las empresas.

Instalada en el mito de “Cataluña, fábrica de España”, ¿Barcelona no se ha dejado reposer sur sus lauriers?, que dirían los franceses?

Hay falta de liderazgo. Una cosa fundamental, a nivel político y económico. En Cataluña, creo que ha habido una crisis de liderazgo. En cualquier caso, en Madrid ha habido más una sociedad civil dinámica que un liderazgo, con nombres y apellidos. La sociedad civil madrileña ha sido una cosa muy diferente a la sociedad civil catalana. En la época de Franco, Madrid era absolutamente falangista. Cuando esto explota, en Madrid se empieza a crear talento, en todos los ámbitos. Por supuesto, no mediatizado por el sector estatal. La movida no fue favorecida por las administraciones, sino todo lo contrario. Se hizo a contrapelo del poder, excepto quizás un poco el Ayuntamiento de Tierno Galván. En el ámbito económico, la dinamización viene de la atracción de talento. De otras zonas de España y también a escala internacional. En Barcelona, a partir de los Juegos Olímpicos, en 1992, se produce una ralentización.

¿Una cosa que el impulso nacionalista, el procés, acaba agravando drásticamente?

Se habla desde la misma Barcelona de la pérdida de dinamismo, de la desaparición de este punch cultural que había tenido. Todo esto es verdad, pero siempre es relativo. Porque las cosas no son irreversibles, se entra, pero también se sale. De ejemplos sobran. Pero el procés ha frenado esta atracción de talento, que al final es la base del dinamismo. Un ejemplo que ilustra la depresión que vive Cataluña es precisamente este mirar a los de fuera muchas veces con prevención. En Madrid esto no pasa tanto, entre otras cosas porque es un producto de aluvión. Una cosa con la que las personas se identifican y que constituye una señal de identidad. Madrid tenía menos de un millón de habitantes en 1936 y ahora tiene casi nueve. Su identidad es casi la no-identidad. En cualquier caso, no es tan potente como la de Barcelona. Si con el gobierno de Ayuso se consigue propiciar este nacionalismo nacional-catolicismo, probablemente esto hará mucho daño a Madrid.

En pocas palabras, ¿cómo se podría definir el Madrid de 2024?

Es una potencia, pero como todas tiene sus dos caras. Un Madrid hiperdesarrollado, hiperrico que, a nivel mundial, está en la estratosfera, como toda gran ciudad. Pero dentro de esto hay una enorme contradicción, desigualdades terribles. A Madrid le está haciendo daño, por ejemplo, la atracción, a golpe de Comunidad Autónoma, de esta supresión del impuesto de patrimonio. Está llevando al rico latinoamericano, que, a la vez, lo que está haciendo es hinchar el precio de la vivienda, y una gentrificación galopante. Un elemento, que, desde fuera, se ve como positivo, está haciendo polvo la economía de Madrid. Esto, con el desbordamiento turístico, vuelve a retrotraernos al plus negativo de capitalidad.

¿Sin embargo, objetivamente, Madrid y Barcelona comparten muchos intereses comunes y con un gran potencial de futuro, si son capaces de ponerlos en valor?

El paisaje franquista del territorio y la economía se acabó hace más de medio siglo, y esto se tiene que reconocer como un valor muy positivo. En este momento, cualquier ciudad española de tipo medio tiene un dinamismo y una visión equivalente a Madrid y Barcelona. Yo estoy en un pueblo pequeñito. La gente pasea, hace yoga, se viste de una forma moderna… La gente es moderna, en todos los sentidos. Esto es un gran valor de futuro.

¿Proyección que comporta también una nueva visión, actualizada, de España, muy lejos de aquella que mantenía Pujol, propia de Las Hurdes de Buñuel o en Campos de Níjar de Goytisolo?

En España se están reposicionando las ciudades, los territorios. Hay cierta homogeneización de lo que son las dinámicas de crecimiento. Yo estoy a 50 kilómetros de Zara, una multinacional que tiene un gran efecto sobre la economía gallega. Y si vas a Valencia, a Aragón…, te encuentras con fenómenos de mucho interés. Por eso, hablar de la competencia Madrid-Barcelona y, peor todavía, ejercerla, es mirarse el ombligo. Hay multitud de focos y lo que hay que hacer es reposicionarse. Pensar que Madrid mira a Barcelona y a Cataluña (que no lo hace) es bastante pobre. No tiene ningún alcance. Cataluña no puede vivir de espaldas o contra el resto de España.

(Visited 113 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

avui destaquem

Deja un comentario