El circo preelectoral arranca con un perfil bajo y de parodia como el laportismo

A falta de una plataforma opositora seria y de referencia, el vacío por la inhibición y parálisis de la directiva lo están aprovechando personajes secundarios, mediocres, vanidosos y con necesidades mediáticas a favor de sus propios intereses, egoístas, privados y de negocios

Joan Laporta, votando en las elecciones que llevaron de nuevo a la presidencia del Barça
Joan Laporta, votando en las elecciones que llevaron de nuevo a la presidencia del Barça

A falta de la iniciativa institucional, como resultado de la parálisis económica y financiera de esa empresa familiar de Joan Laporta llamada Barça, esta semana han proliferado los debates y los programas monotemáticos sobre los temas de actualidad azulgrana en los diferentes medios y foros digitales, en los que ya se adivina un nerviosismo preelectoral creciente al amparo de las informaciones que remiten a determinados movimientos en la trastienda del barcelonismo. La llamativa posibilidad de que bajo la tutela de Evarist Murtra se esté armando una plataforma de consenso, con nombres como Joan Camprubí, Jordi Roche, Joan Roca, Sam Judez, Gerard Birbe, Carlos Galofré, Albert Rosés, Georgina Sánchez, Miro Molins y Marta Pascual, ha destapado la caja de los truenos y ha provocado en el seno de la junta una inhibición expectante en el tramo final de esta batalla contrarreloj en la que está inmerso Laporta por salvar los números de la temporada, sobre todo ese agujero de Barça Studios de 100 millones y la necesidad de encontrar la fórmula para cumplir con el compromiso de presentar beneficios ordinarios, tal y como se aprobó en asamblea por los socios.

Sean estos opositores u otros, pues no se descarta que el propio Víctor Font se acabe sumando a este movimiento para salvar el Barça, la militancia fuera del laportismo sabe que las cartas de Laporta están marcadas, pues no tiene otra salida que, primero, quemar los beneficios del nuevo contrato con Nike, que Laporta venderá como el mejor de la historia, pero que en la práctica no aportará una mejora estructural de los ingresos por culpa de la precariedad y de las urgencias actuales; segundo, añadir otra pirula en forma de inversor fantasma que venga a cubrir el impago de Libero (40 millones) y retrasar así el otro impago de los 60 millones del plazo vencido el 15 de junio pasado hasta primeros de septiembre, una fórmula infantil de engañarse a sí mismo y engañar a LaLiga para disponer de un mínimo margen salarial; y, finalmente, formalizar uno o dos traspasos de jugadores con mercado y amortizados de la plantilla, escenario en el que Araujo reúne las mejores condiciones para ser el protagonista de una gran operación.

Habrá, igualmente, elementos de análisis y de crítica sobrados para evaluar el resultado contable de un ejercicio que, Laporta ya ha avanzado, podría contener un beneficio ordinario y al mismo tiempo un desequilibrio extraordinario que justificase nuevas pérdidas. En realidad, a Laporta no le interesa dar ni medio millón de beneficios por la sencilla razón de que al volver a un estado de patrimonio neto positivo dejaría de estar en suspenso el artículo 67º de los estatutos, referido a la aplicación de medidas de control económico. Básicamente, volverían a entrar en vigor la obligación de someter -y cumplir- a la asamblea un plan de recuperación de pérdidas en dos temporadas y de mantener la deuda neta por debajo del doble del Ebitda. Imposible para Laporta.

Se viene, por tanto, un escenario de circo contable y financiero junto con otro festival de propagandismo barato sobre la impecable gestión económica de los últimos cuatro años que «ha permitido la recuperación de los estados financieros». Esa será la cantinela laportista a partir de la semana próxima, la nueva fábula y la parafernalia que trate de ocultar las grandes brechas en el casco de una nave que se hunde, principalmente, por el peso de la deuda, por los 1.000 millones de las palancas que no han servido más que para remedar los monstruosos errores del cierre del ejercicio 2020-21, por desgracia a costa de patrimonio irrecuperable, y por culpa de esos 368 millones contabilizados como ingresos por el supuesto valor de Barça Studios que siguen pendientes. Otra papeleta para un auditor que el año pasado ya se tragó no solo el cuento de Limak, sino también 208 millones del valor del 51% de una compañía que, en realidad, no vale ni esos 40 millones obtenidos hasta ahora de los 200 millones presuntamente vendidos desde 2022 por el 48% de las acciones.

Se da el no menos curioso y surrealista fenómeno de una apreciable empatía mediática y popular hacia ese tándem Laporta-Gaspart, que suma 500 millones de pérdidas en sus respectivos balances, mientras que los otros tres presidentes de los últimos 46 años, Núñez, Rosell y Bartomeu, que han cerrado sus mandatos con ganancias y bastantes más títulos, han visto descender su popularidad. La culpa la tiene exclusivamente el dominio del relato de Laporta y de su poderoso aparato de comunicación, tanto como de la complicidad de los medios y de los resortes digitales a la hora de comprar y repetir sus mantras y sus claims, la mayoría falsos.

No ha faltado el toque frío y cada vez más ininteligible de Marc Ciria, al que se le han cerrado las puertas del aparato laportista desde el momento en que reveló su vanidad electoralista, que ahora intenta, junto con otro economista de los pasivos y condescendientes, Iván Cabeza, generar una vía tecnócrata como alternativa. Tan desasistido se ve que necesita organizar sus propios foros, realmente de escasa trascendencia, para que su voz resuene en ese entorno de mediocridad.

Por eso también es destacable el giro populista de José Elías, el avalista y a la vez culpable de haberle dado vida y cuerda a dos de los causantes, Laporta y Romeu, de las mayores desgracias recientes sufridas por el Barça, tales como echar a Messi, firmar voluntaria y torpemente las peores pérdidas de la historia del club (481 millones de una tacada) y una financiación del Espai Barça imposible de devolver. Elias asegura ahora que, después de ver el documental sobre Núñez, le ha parecido que «ese sí que era un presidente con lo que hay que tener», admitiendo que su exempleado Eduard Romeu es de lo que se creen sus propias fantasías financieras -por eso lo echó de Audax- y que de pronto le han entrado ganas de participar en las próximas elecciones, incluso sin descartar presentarse a presidente. Todo indica que se ha acostumbrado a la publicidad mediática, fácil, generosa y gratuita, que le proporciona el Barça. Y es verdad que arreglar el desaguisado causado por su aval ya es algo que le debe al Barça.

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