Ensucia, que alguna cosa quedará

Después del clamor del presidente del gobierno contra la guerra sucia llevada por los medios de comunicación de la derecha, he recordado un hecho de hace casi noventa años. Lo que ahora se hace es coger noticias falseadas sobre algún político y se engordan y se difunden. En el caso que os explicaré, el origen está en un intento de estafa, que los medios franquistas aprovecharon para perjudicar la imagen de la II República e incluso de otros personajes. Vamos por orden:

En abril de 1937, se detuvo a dos jóvenes franceses cuando pasaban la frontera por la montaña navarra. Fueron llevados a Fuenterrabía y fueron interrogados. Durante la detención, se les vieron unas escarificaciones en la piel, que ellos dijeron que eran inoculaciones del virus del sueño, para esparcirlo entre las tropas franquistas. Una exploración médica concluyó que si bien presentaban las dichas lesiones, estaba claro que no podían hacer ningún contagio. El médico, el Dr. Anguera concluyó que “no tenemos el convencimiento en este caso de si fracasó un intento de transmisión de bacterias o se triunfó en el chantaje microbiano como un nuevo procedimiento de estafa”. Incluso en el bando franquista se husmeaba pues que era un engaño. Consultadas varias fuentes, podemos resumirlo así:

Un inglés rico e influyente se reunió en París con varias personas proponiendo que, a cambio de mucho dinero, dos de ellos se dejaran inocular un bacilo y pasaran a la zona franquista de España. Añadía que contarían además con un seguro de vida de medio millón de francos. Aceptaron hacerlo dos franceses: Bouguennec y Chabrat. Con el dinero que les fueron dando, después de darse la gran vida en el sur de Francia, fueron escarificados y obligados a pasar la frontera, donde fueron detenidos inmediatamente. Puede ser que todo el artificio hubiera surgido del maquiavélico comandante Troncoso, jefe de la Comandancia del Bidasoa, o almenos supieron el camino desde el primer momento.

Al cabo de pocos días, se anunciaba ya el fusilamiento de los dos detenidos, posiblemente para cobrar el seguro. Un diario francés lo comentaba así: “Una historia que sería grotesca si no fuera tan grave: dos jóvenes franceses acaban de ser fusilados en Pamplona”. Lo dice un cronista posterior: «El exceso de escarificaciones que presentaban, era porque deseaban que tan pronto se les cogiera en España, fuesen fusilados inmediatamente, pues esto les permitiría cobrar una buena suma sin preocupación y poder intentar otro chantaje parecido».

Pero uno de ellos, Bouguennec, y su familia lo desmintieron inmediatamente. Esto, añadido al informe del médico, hacía caer toda la conchabanza. Pero no fue así, y los franquistas quisieron aprovecharlo, publicando en varios medios, en tres entregas, una historia mucho más rocambolesca e hinchada. La titularon “Yo he sido espía rojo”, y la firmaba un misterioso X15Z. Tenía todos los elementos para hacer un culebrón, atractivo de leer por los adictos al régimen.

De entrada, atribuían la idea al escritor Max Aub. También a un político socialista francés, Boussotrot, y también a cierto “catalán”, sin identificar, que era teóricamente el que los forzó a pasar la frontera. Se aliñaba con personajes laterales, relacionados con los bajos fondos parisienses, los servicios secretos ingleses y también un periodista fuerza conocido: Albert C. Morice, de Le Journal. Todo ello para denigrar la imagen de un activista cultural de gran influencia en la propaganda republicana (Max Aub fue el encargado de contratar el Gernika a Picasso), el Frente Popular francés y, sobre todo, los gobiernos de la República y la Generalitat.

La voluntad de descrédito era evidente, y más en los días en que se estaba consolidando un ejército mejor organizado, y se estaba demostrando a la Sociedad de Naciones la clara intervención alemana e italiana a favor de Franco. En cuanto a Max Aub, su nombre solo aparece en el artículo del misterioso X15Z, mientras que las otras fuentes consultadas, y son muchas, no lo citan, atribuyendo el supuesto complot a un belga llamado Pavie y a un inglés: Karrigan. Pero igual que se quería desacreditar a la República, también se quiso hacer con este escritor estrechamente relacionado con el embajador Araquistáin y el gobierno de Madrid.

Pero la historia no acababa aquí. Más allá de divulgarlo en diarios de extrema derecha franceses, como L’Action française, algún aprovechado intentó exprimir al máximo las posibilidades de este sucio asunto. Nos explica Eugeni Xammar que cuando era asistente del nuevo embajador de la República, Ossorio y Gallardo, lo visitaron dos periodistas que le ofrecían frenar la “campaña difamatoria” contra la República a cambio de 50.000 francos. Como el embajador rehusó, dos días después se publicaba en Francia esta truculenta historia.

Hasta aquí la historia de una campaña difamatoria. Lo que es remarcable es que todavía hoy en día, algunos medios de extrema derecha sigan difundiendo la berrea, copiándola casi textualmente de las pamplinas aparecidas en 1937, unas fake news avant la lettre. Para cerrar una posible comparativa de estos hechos y los que hoy nos conmueven, quién mejor que Max Aub: “¿Cuándo podrá el pueblo español recobrar su fe en la pureza y la capacidad de los hombres representando a sus partidos y sus organizaciones, y, con la fe, su esperanza en la democracia? Es lo más trágico en esta inmensa tragedia”. Amigo Max: Aún estamos.

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