El 9-J de ayer envuelve el pescado de hoy

Muy rápido hemos pasado página a las elecciones europeas. Con la idea de que, sin embargo, todo queda igual, nos hemos despedido con prisas. Error. El auge generalizado de la ultraderecha en el Viejo Continente, por grave y peligroso, no merece ser ventilado a carrera hecha. A pesar de ser cierto que, en definitiva, la coalición tradicional europea de conservadores, socialistas y liberales mantiene la mayoría absoluta en la Eurocámara, lo que nos permite respirar un tiempo más aligerados, no es menos cierto que la pujanza de los ultras enciende las alarmas europeas, o debería encenderlas.

No se puede pasar por alto que partidos ultranacionalistas, euroescépticos o abiertamente eurófobos hayan puesto una pica en Bruselas, que puede abrir el camino para un asalto a los valores y objetivos de la Unión Europea desde su propio interior. Más de 150 escaños provenientes de países cruciales como Francia e Italia, donde los ultras son la primera fuerza, o su segunda posición en Alemania, Polonia o Países Bajos.

Se abre una oportunidad, o debería abrirse, para que los partidos tradicionales hicieran autocrítica y reflexionaran sobre lo que está pasando y sobre cómo frenar la ultraderecha, antes de que sea demasiado tarde; y de los tradicionales, los de izquierdas especialmente.

El hecho es que dos días después del 9-J las portadas de los diarios de aquí ya no abrían con la amenaza del avance de la ultraderecha, lo hacían con la entrada en vigor de la ley de amnistía y de las dudas que su aplicación ya genera. Y lo hacían también con la designación de Josep Rull (Junts) como presidente del Parlament de Catalunya, tras un pacto in extremis entre los partidos independentistas clásicos que, a pesar de no ser mayoritarios en el hemiciclo, apuntalan a una mayoría indepe en la Mesa. Y después, ya todo ha derivado hacia la investidura del futuro presidente de la Generalitat. La clave la vuelve a tener ERC, que debe decidir si se decanta por la opción más votada, la del socialista Salvador Illa, o se la juega en la carambola que reclama Carles Puigdemont, volviendo a ceder sus favorables votos, y esperando una improbable abstención socialista, o nos vamos de nuevo a elecciones.

Resumiendo, que todo ha pasado demasiado rápido. Ya se sabe, y así lo expresaba el dos veces premio Pulitzer, Walter Lippmann: «Las grandes exclusivas de hoy, envolverán el pescado de mañana». Pues eso, que el 9-J de ayer ya envuelve el pescado de hoy.

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